JAPON: Negocios y diversión, una mezcla explosiva y corrupta

Mama Saito está preocupada por el futuro económico de su local, un club nocturno ubicado en una de las zonas más agitadas de esta capital, donde los clientes disminuyeron en forma drástica ante los escándalos por la práctica del "settai".

El "settai" es una tradición practicada hace cientos de años que tiene gran auge en el Japón de las grandes empresas y los acuerdos millonarios. Consiste en ofrecer pródigos agasajos con bebidas, comidas y a veces hasta mujeres, como medio para facilitar los negocios entre hombres.

En el pasado se cumplía con el rito a puertas cerradas, en la penumbra de los clubes de geishas, pero en tiempos modernos los escenarios son variados, desde restaurantes hasta clubes nocturnos, sin descartar invitaciones a jugar golf en exclusivos clubes e incluso viajes al exterior.

"Mis clientes son ejecutivos medios que utilizan el club para cerrar acuerdos de negocios, pero la recesión económica y los escándalos relacionados con la industria de la diversión se han vuelto en contra nuestra", lamentó Mama Saito (que no es su nombre verdadero), cuyo local convive con otros similares en la zona de Ginza.

La tradición está arraigada, pero eso no impidió que fuera sometida a la crítica del público tras escandalosas revelaciones sobre sobornos que implicaron a ejecutivos y burócratas del ministerio de Finanzas, quienes bebieron y comieron en restaurantes carísimos a cambio de información clasificada.

El escándalo alcanzó al Banco Central en marzo, cuando la policía detuvo a Yasuyuki Yoshizawa, jefe de la división de mercados de capitales del Banco de Japón.

Yoshizawa fue acusado de haber aceptado hasta 33.000 dólares en agasajos durante los últimos cinco años, a cambio de filtrar información "sensible" sobre tasas de interés.

"La práctica de agasajar a los clientes en sitios caros tiene por objeto facilitar las negociaciones y minimizar la posibilidad de desacuerdos en el futuro" contó Koji Iwatsuki, empleado de una compañía que le entrega más de 46.000 dólares anuales para entretener a sus contrapartes.

Iwatsuki argumentó que "la firma de un contrato depende en gran medida de las relaciones que se cultivan a través de estos agasajos".

"Se trata de soborno, en la forma más pura y simple", opinó el empresario Noboru Tamagichi, quien tiene a su cargo una pequeña compañía que no cuenta con presupuesto para el "settai".

Aseguró que si bien algunos ejecutivos argumentan que se trata de un aspecto esencial de su trabajo, la práctica no logra esconder una "lamentable solicitud de favores, a menudo concedidos en perjuicio del ciudadano común".

El "settai" no es nada de barato para los ejecutivos o autoridades del gobierno. Esta tradición se convirtió en una industria que en 1996 movilizó 41.600 millones de dólares, según la Oficina Nacional de Impuestos.

En 1983, cuando la economía de este país era burbujeante, cada día se invertían unos 40 millones de dólares en la industria del entretenimiento de ejecutivos.

En el club nocturno de Mama Saito, una Coca-Cola cuesta 77 dólares. Una reunión con canapés, una botella de whisky y la compañía de algunas anfitrionas puede costar entre 700 y 1.500 dólares, según el tamaño del grupo.

Muchas empresas argumentan que se trata de una inversión rentable. Lubricados por la risa y el alcohol, compradores y vendedores se ponen de acuerdo sobre contratos por montos de grandes dimensiones.

El escándalo que involucró a personal del Ministerio de Finanzas tuvo como escenario un club que sólo acepta hombres y al cual las empresas pagan 30.000 dólares por ser miembros.

En ese lugar, las meseras sirven "shabu-shabu", un plato preparado con finas tajadas de carne. A 50 dólares por cabeza, los comensales pueden recibir una linterna con la cual se les permite alumbrar desde abajo a las muchachas, que atienden las mesas con faldas pero sin ropa interior.

Después de algunas protestas por parte del público, el propietario del local fue acusado de prácticas indecentes. Pero este tipo de servicios son comunes en los que se denomina como el "mundo rosa" del Japón.

"Se trata de dinero", afirmó Mama Saito. En su club tiene 50 muchachas anfitrionas que deben reírse de todos los chistes contados por los clientes, servirles tragos en forma continua y, por cierto, dejarse tocar.

"Mis muchachas no son prostitutas. Sólo están allí para elevar la autoestima del hombre japonés, con lo cual les resulta más fácil conversar sobre acuerdos de negocios", argumentó.

Pero agrupaciones defensoras de las mujeres dicen que esas muchachas trabajan allí debido a su baja condición socioeconómica en la sociedad japonesa y a la falta de oportunidades de trabajo rentables en el mundo empresarial.

La editora del diario feminista "Femine", Cheiko Akaiishi, aseguró que el problema real es "la escasa valoración de las mujeres en la sociedad patriarcal japonesa, que las considera como si fueran una servilleta desechable, para ser tiradas a la basura cuando ya fueron usadas".

El escritor de temas de negocios Boyd de Menthe dijo que el "settai" no es una costumbre exclusiva de Japón, pues también se ve en otros países. Pero lo singular en este país es que sea una práctica arraigada en el mundo de los negocios, con presupuestos especiales destinados a agasajos y diversión.

Las nuevas autoridades del Banco del Japón anunciaron que regularán el tema de los agasajos a empleados del gobierno por parte de los empresarios. También hay una propuesta para que se considere como un acto ilegal la entrega de regalos e invitaciones a los políticos.

Será difícil terminar con una costumbre tan consolidada, pero es probable que el creciente disgusto generado por los escándalos permita disminuir el tamaño de esta industria del entretenimiento.

El principal diario financiero de Japón, "The Nikkei", pidió la aprobación de una legislación que permitiera introducir un código de ética al mundo de los negocios.

"Es una vergüenza", declaró el abogado Toshiaki Takashi, quien tiene a su cargo numerosas demandas contra los gobiernos locales, exigiendo transparencia para presupuestos que destinan grandes sumas para los agasajos y la diversión.

"Las autoridades locales usan el dinero de los ciudadanos para comer y beber, y después argumentan que es parte importante de sus trabajos", se lamentó. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/lc-ml/cr-hd/98

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