Más de 280.000 comercios minioristas de las principales ciudades de Argentina ven peligrar su existencia ante el avance de 1.000 supermercados, que venden casi la mitad de los alimentos que consume la población.
Decena de miles de comercios de barrio debieron cerrar sus puertas en los últimos seis años debido a que sus clientes vecinos los abandonaron atraídos por los precios más bajos de los "lejanos" grandes mercados.
Una década atrás, los argentinos identificaban a su proveedor por el nombre de pila, ya fuera dueño o empleado del comercio. "¿Dónde comprás?", era la pregunta, "En lo de don José" o "en lo de Juanita", las posibles respuestas.
En cambio en la actualidad, la curiosidad es respondida simplemente con la identificación de la marca de la cadena de supermercados más cercana.
Palabras como "Jumbo", "Coto" o "Carrefour" pasaron a ser mágicas para los consumidores modernos que quieren tener todo junto, resolver la compra en el menor tiempo posible y pagar más barato. Pero para los comerciantes pequeños estas marcas significan la causa de todos sus males.
Aunque tengan que trasladarse en automóvil o en transporte público, los mejores precios, la variedad, las ofertas -muchas veces por debajo del costo- y el "paseo consumista", alejan cada vez más a los vecinos de los comercios tradicionales de sus barrios.
No se trata sólo del consumo hedonista del sector social con mayor poder adquisitivo, sino el de toda la población que se nutre de los productos básicos de la canasta familiar en estos grandes establecimientos.
En el primer semestre de 1997 el índice de precios al consumidor cayó a 0,5 por ciento, mientras que en los supermercados se registró una merca de 3,9 por ciento.
En cuanto al nivel de ventas, mientras el consumo de alimentos básico general en 1997 retrocedió 0,1 por ciento respecto a 1996, en los grandes mercados subió siete por ciento.
Para completar el ataque sobre los pequeños comercios, algunos supermercados comenzaron a implementar novedosos servicios para conquistar a los consumidores que se ven limitados por la distancia.
Todo aquel que compre por encima de los 60 dólares, un aprovisionamiento semanal para cualquier familia tipo, es beneficiado con el traslado gratis hasta su domicilio en automóvil particular, con chofer incluido.
Muchos clientes, en su mayoría mujeres, realizan ahora sus compras al salir del trabajo y, en lugar de cargar con las bolsas del mercado en el autobus o el metro, vuelven a su casa en automóvil, sin costo adicional alguno.
En 1984, cuando los grandes establecimientos todavía eran marginales, tenían una participación de 26,6 por ciento en las ventas totales del país, según un estudio realizado por la consultora Nielsen.
En cambio los comercios barriales reinaban por esos años con 56,4 por ciento de las ventas y los autoservicios, con menos de 400 metros cuadrados de superficie, se llevaban 17 por ciento del mercado.
La misma consultora registró en 1997 como el avance de los super y los hipermercados acapararon el mercado con 50,3 por ciento de las ventas, mientras los pequeños comercios recogen sólo 25 por ciento y los autoservicios se ubican en 24,7 por ciento.
De acuerdo a Nielsen, ocho de cada 10 personas hacen sus compras de alimentos, bebidas, productos de aseo personal y limpieza en los supermercados, que ocupan entre 1.000 y 2.500 metros cuadrado de superficie, y los hipermercados de tamaño superior.
Según la asociación que nuclea a los pequeños comerciantes, Fedecámaras, 1997 no fue un mal año, ya que sólo cerraron 25.000 establecimientos frente a los 56.000 que lo habían hecho el año anterior.
El único atractivo que les va quedando a los comercios menores que sobreviven hasta ahora a la arremetida sigue siendo el crédito que otorgan a sus clientes más leales.
Pero ese beneficio no les alcanza para contrarrestar los inconvenientes que genera el "lujo" de cerrar a la hora de la siesta, de noche y los domingos, mientras los grandes comercios permanecen abiertos las 24 horas todos los días.
Para colmo de males de los comerciantes de barrio, una compra hecha en un supermercado a las 21.00 horas puede ser entregada dos horas después como máximo por un solícito empleado.
Ahora "don José", si quiere seguir en carrera, tiene que estar dispuesto a soportar que su cliente golpee la puerta de su negocio a la hora que tenga una necesidad. Si lo hace, no sólo hará una venta más sino que evitará que éste lo "traicione" en el futuro.
La Asociacin de Pequeños y Medianos Empresarios protestó porque se siguen abriendo nuevas sucursales de grandes cadenas de supermercados nacionales y extranjeras.
La organización estima que por cada supermercado que abre, bajan sus cortinas unos 4.000 comercios en la zona de influencia. En Lomas de Zamora, ciudad satélite de Buenos Aires, la apertura de dos hipermercados (la cadena francesa Carrefour y la chilena Jumbo) desencadenó el cierre de 8.000 locales minoristas.
Los comerciantes aseguran que no pueden competir. Declaran que 25 por ciento de su facturación se va en impuestos, tienen escaso acceso al crédito y cuando lo consiguen es caro, además de ser víctimas frecuentes del robo. Muchos incluso "se proveen" de las ofertas de los supermercados.
El estudio de Nielsen indica que, comparando las 10 principales cadenas existentes en Brasil y Argentina, este país supera a su vecino en facturación por metro cuadrado.
En la provincia de Buenos Aires se aprobó una ley que regulaba la instalación de super e hipermercados, pero fue vetada por el gobernador Eduardo Duhalde y las cadenas siguen ocupando espacio en las localidades que rodean a la capital argentina.
Los inversores siguen sobrevolando esa provincia, donde vive casi 40 por ciento de la población argentina, para determinar cuál es el mejor sitio donde levantar el próximo negocio que dejará seguramente un nuevo tendal de bajas en el pequeño comercio. (FIN/IPS/mv/dm-ag/if/98