La Hermandad Musulmana, el partido islámico establecido en los años 20, goza de una gran popularidad entre las clases más desposeídas de Egipto pese a la enérgica campaña del gobierno para erradicarla.
Desde que las facciones militantes de la Hermandad lanzaron una violenta lucha en 1992 para reemplazar al gobierno secular del presidente Hosni Mubarak por un estricto régimen islámico, el mandatario egipcio intentó todas las tácticas militares y publicitarias para hacerla desaparecer.
Pero al igual que las hermandades de Jordania y los territorios palestinos, donde engendró al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), la organización egipcia tiene profundas raíces y una gran aceptación social que la hacen muy fuerte.
Algunos analistas nacionales estimaron que la organización ilegal es más popular que cualquier partido político legítimo de Egipto.
Su popularidad es mayor donde la pobreza es mayor: en los suburbios de El Cairo, que alberga un cuarto de los 63 millones de egipcios, y en algunas aldeas donde los burros son más comunes que los automóviles.
"Lo irónico es que Egipto tiene 14 partidos marginales, vacíos", señaló Mohammed Amara, un escritor e intelectual islámico que apoya los objetivos de la Hermandad.
"El único grupo que goza de gran adhesión es la Hermandad Musulmana", destacó.
Una elaborada campaña propagandística en la que intervinieron famosos artistas para proyectar la imagen del movimiento como terrorista logró afectar a Gama'a al-Islamiya y la Jihad Islámica, las principales facciones militantes.
El director Youssef Chahine, cuyo filme "Destino" presenta a los militantes como fanáticos irracionales que siguen ciegamente a su emir o líder, también contribuyó a desacreditar a los radicales islámicos.
Además, los militantes hicieron mucho por desacreditarse a sí mismos. El asesinato en 1994 del Nobel Naguiz Mahfouz, luego de que su libro "Los niños de Gabawiya" fuera considerado antiislámico, conmocionó al pueblo egipcio.
Pero aún, cuando la policía capturó a los asesinos, éstos admitieron que jamás habían leído la novela.
"El gobierno movilizó exitosamente a la sociedad civil contra ellos", destacó el sociólogo Saad el-Deen Ibrahim, director del Centro de Estudios Ibn Kaldoun.
Tanto es así que actualmente aun partidarios acérrimos de la Hermandad se refieren a las facciones militantes como "terroristas".
Impopulares y bajo sitio en aldeas destruidas del sur del país, la lucha de los militantes que aún quedan en libertad degeneró en desesperados tiroteos con la policía local. La mayoría de los radicales están muertos o en prisión.
Sin embargo, los esfuerzos del gobierno por presentar a toda la Hermandad, en su mayor parte pacífica, como una organización terrorista no han sido tan exitosos.
La mayoría de los egipcios distinguen claramente entre aquellos que luchan contra el gobierno y aquellos que trabajan tranquilamente dentro de la Hermandad para volver la sociedad más islámica.
Algunos intelectuales sugieren que la mejor forma de socavar la popularidad de la Hermandad sería incluirla en el sistema político. Actualmente, sólo 11 escaños del parlamento de 454 miembros están en poder de partidos de oposición.
La ausencia de la Hermandad en el cuerpo legislativo la coloca en una buena posición para absorber el descontento popular hacia las políticas gubernamentales, sin verse en la necesidad de poner a prueba sus alternativas islámicas.
La inclusión de la Hermandad en la vida política aislaría aún más a los militantes. "Si tuvieran una vía de escape, quizá no serían tan extremistas", opinó Mahfouz.
Pero el gobierno no parece dispuesto a correr el riesgo. "El gobierno teme que si se le permite a la Hermandad participar en la política, obtendrá una fuerte mayoría", afirmó el columnista Salama A. Salama. (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/ml/ip/97)
