La modelo Valeria Mazza o la ex tenista Gabriela Sabatini son dos de las argentinas famosas en el mundo, pero no representan al conjunto de jóvenes en este país donde 38 por ciento de las ocupadas de 15 a 19 años son empleadas domésticas.
Según la diatriba de los adultos, aquí las jóvenes "no saben lo que quieren", "son histéricas", "sólo les importa ser lindas y flacas", "son consumistas" o "frívolas".
El blanco de esas críticas tampoco se sustenta en la estadística.
Lo cierto es que la mayoría, invisible en los medios de comunicación, tiene problemas de empleo, o trabaja en condiciones de explotación, son vulnerables al sida, carecen de educación sexual y padecen de bulimia y anorexia en su esfuerzo desesperado por imitar a las "modelos".
En Argentina, 23 por ciento de la población total -compuesta por unas 33 millones- son jóvenes de 15 y 29 años, y de ese porcentaje la mitad son mujeres, es decir que hay alrededor de cuatro millones de mujeres jóvenes, la mayoría diferentes a las más famosas.
Sobre ese total, 25 por ciento vive en hogares muy pobres, con necesidades básicas insatisfechas. Ese promedio varía según la región. Mientras en Buenos Aires las pobres son 9,3 por ciento, en Formosa, al noreste del país, llegan a 41,5 por ciento.
Los datos fueron reunidos por el Centro de Estudios para la Mujer, que realizó un estudio sobre "Las jóvenes y sus condiciones de vida" dirigido por la socióloga Gloria Bonder con la idea de conocer a las jóvenes "reales" y diseñar políticas específicas para ellas.
"Hay una cara de la juventud que funciona como modelo, y todos los jóvenes o las jóvenes que se salen de ese esquema son considerados desviados, marginales, etcétera", explicó Bonder tras presentar la investigación.
El estudio demostró que las mujeres jóvenes acaparan 49,5 por ciento de la matrícula en la escuela primaria, 51 por ciento en la secundaria, 77 por ciento en la educación superior no universitaria y 47 por ciento en la universitaria.
A lo largo de sus carreras como estudiantes, las mujeres optan menos por carreras técnicas que por las humanísticas o asistencialistas, que están más identificadas con su papel tradicional de criadora de los niños o responsable de los quehaceres domésticos.
El trabajo de Bonder también revela que en los programas de estudio, las mujeres no aprenden sobre sus derechos de género, ignoran las luchas de sus pares para lograr igualdad de oportunidades y no se las estimula a asumir posiciones de liderazgo, salvo excepciones.
"La escuela elude los temas que les interesan como el embarazo, las drogas, el sida, la homosexualidad y no las motiva a ejercer su derecho de compartir responsabilidades en el hogar, tanto en la crianza de los hijos como en las tareas domésticas", dijo Bonder.
Esas falencias se expresan luego en datos estadsticos en el mercado laboral, donde son discriminadas.
Las mujeres jóvenes de entre 15 y 24 años tienen una tasa de desocupación de 39 por ciento, el doble de la que arrastran los varones de la misma edad.
Un simple recorrido por Buenos Aires las muestra como mayoría en cadenas de comida rápida, supermercados, meseras de bares y restaurantes frecuentados por varones, y cada vez más como promotoras de productos y servicios además de empleadas en congresos.
En estos dos últimos casos, los empleos son por contrato y la paga se corta cuando termina el trabajo, hasta que otro aparece. En todos los casos, las contratadas deben tener "buena presencia", un eufemismo que significa ser bonita y con un cuerpo que permita la minifalda.
"Para conseguir este trabajo, me tengo que poner esta falda, si no me la pongo viene otra y lo hace y yo sigo buscando otra oportunidad", comenta una joven de 23 años, mesera de un bar, que atiende con una falda de dimensiones muy reducidas.
Lejos del modelo cultural de ascenso social que procuraba que las hijas mejoraran la trayectoria de sus madres, 38 por ciento de las jóvenes de 15 a 19 años hoy están empleadas en el servicio doméstico, aun cuando hayan logrado un nivel de instrucción mejor que sus progenitoras.
Sandra, de 23 años, acaba de emplearse en una casa de familia, que la contrató como doméstica "con cama adentro". En diálogo con IPS, Sandra, hija de una mujer que ejerció el mismo oficio toda su vida, confesó que desde hacía un año que buscaba trabajo.
Ana, su empleadora, está sorprendida. "Sandra terminó el secundario, estudió computación y me dijo que le gustara dedicar sus ratos libres a estudiar inglés". Pese a sus calificaciones, fue contratada por un salario menor que el mínimo, 350 dólares mensuales.
"Las jóvenes están enfrentando enormes limitaciones an para ocupaciones muy poco calificadas como el servicio doméstico, para las que en la actualidad existe una oferta considerable y hasta sobrecalificada", explica Bonder.
En cuanto a la salud, un estudio hecho en el servicio de adolescencia del Hospital Argerich de Buenos Aires revel que 47 por ciento de las mujeres no utilizaba ningn método para prevenir el embarazo, pese a que sólo 17 por ciento deseaba tener un hijo.
El embarazo adolescente, lejos de disminuir crece. En los 60, 10 por ciento de los alumbramientos eran de madres menores de 20 años, mientras que en los 90 la proporción creció a 15 por ciento.
En las encuestas, las jóvenes aparecen preocupadas por el sida. Y con razón. El 50 por ciento de los casos notificados de mujeres contagiadas son menores de 25 años.
Pero a pesar de todas estas características, según el trabajo de Bonder, las políticas destinadas a la juventud siguen siendo de tipo asistencialista y tradicional, sin contemplar a la joven real, la que tiene problemas de empleo, de educación y de salud. (FIN/IPS/mv/dg/pr/96)