Aunque la mujer ha conquistado en Uruguay mayores espacios de participación en diversos terrenos, continúa relegada en los cargos de decisión política, al punto que registra los menores niveles de incidencia entre los países del área.
En Uruguay "la mujer es relegada de los ámbitos donde juega el poder", dijo Lilián Celiberti, coordinadora de la comisión nacional de seguimiento de las directivas de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing.
Celiberti sostuvo que "cuando llega la hora de decidir las listas electorales las mujeres quedan en el último lugar", aunque, señaló, "las egresadas universitarias son mayoría".
Los números que surgen del informe sobre desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) le dan la razón.
En Uruguay la participación de la mujer en cargos de gobierno es de 2,9 por ciento, el menor porcentaje del Mercado Común del Sur (Mercosur).
En los restantes países del bloque la mayor incidencia se registra en Brasil, con 13 por ciento, seguido por Paraguay, con 3,3, y Argentina, con 3,2 por ciento. En Chile, asociado al Mercosur, la participación de la mujer en los puestos de decisión política es de 12,2 por ciento.
Cuando faltan poco más de dos años para las elecciones nacionales en Uruguay, la comisión de segumiento de Beijing busca despejar el camino, y para ello organizó este fin de semana un seminario al que invitó a dirigentes políticos para que abordaran el tema de la participación de la mujer.
"Queremos que haya más mujeres comprometidas con esta temática en todos los partidos para tener más interlocutoras, gane el partido que gane", argumentó Celiberti.
Daisy Tourné, una de los diez mujeres que ocupan bancas en la Cámara de Diputados, de 99 integrantes, es necesario establecer cuotas de participación, porque "sin mecanismos de este tipo, las mujeres no ocupan cargos'l siglo XXI alguna mujer puede alcanzar el grado de general.
Nue "algún día" no sean necesarias medidas administrativas como esas, aunque "por el momento está muy lejana esa época".
En el parlamento uruguayo las mujeres representan 7,7 por ciento de los escaños, una proporción que trepa al 13 por ciento en el caso de los organismos legislativos comunales de todo el país.
Otros datos parecen indicar que en Uruguay la mujer tiene intervención en áreas en las que hasta hace poco tiempo parecía imposible que ello sucediera.
Su ingreso formal este año a la carrera de oficial en las Fuerzas Armadas está señalando que en la primera etapa del siglo XXI alguna mujer puede alcanzar el grado de general.
No obstante, el máximo grado al que podrá aspirar por mérito propio será el de coronel. Para llegar a general será necesario que los integrantes de la Junta de Comandantes en Jefe incluyan a una mujer en la lista de propuestas de ascenso.
En un terreno diferente, estadísticas divulgadas esta semana indicaron que en Uruguay la participación de la mujer en hecho delictivos fue de apenas 7,7 por ciento en los últimos siete años.
Un estudio del catedrático de derecho penal y criminología Germán Aller establece que la uruguaya se mantiene "fuera de la escena del crimen", pero advirtió que su mayor incidencia progresiva en diversas actividades "la acercará al protagonismo delictivo del hombre".
Aller dijo a IPS que el bajo número de mujeres procesadas tiene sus razones históricas, prácticas y físicas.
La historia marcó en las normas penales un "concepto masculinizado", dijo el investigador, por lo cual será necesario revisarlas para evitar que "en el futuro la mujer sea castigada con penas que fueron ideadas para los hombres".
De acuerdo con la óptica de Aller, la mujer recibe un tratamiento preferencial de jueces y fiscales, que con frecuencia las excusan de delitos "mediante expresiones como cleptomanía, ancianidad, juventud, inexperiencia, estatus social, o simplemente por ser mujer".
En la justicia uruguaya casi 80 por ciento de los jueces son mujeres, aunque en la cúpula del organismo, la Suprema Corte de Justicia, se sientan cinco hombres y ninguna ciudadana.
Aller especuló con que esa situación puede tener su origen "por el culto de la figura materna, acentuado por algunos rasgos de caballerosidad que aún subsisten".
Quizá también, dijo el experto, "puede existir un marcado machismo a través del cual se produce la apropiación de la conducta criminal por parte del hombre".
Otros investigadores ponen el acento en el hecho de que la justicia es también escenario de la división clásica de roles entre hombre y mujer.
A ellas corresponde ocuparse de lo privado, y por eso dominan los cargos de jueces de paz y de familia, que tratan de asuntos como divorcios o conflictos entre vecinos, y a ellos les toca asumir los temas generales de la escena pública, donde está el poder de decisión político, y por eso es que sólo hay hombres en la Corte Suprema, alegan. (FIN/IPS/rr/dg/ip-pr/97