JAPON: Los chicos solo quieren divertirse (y no les falta dinero)

Kei Miwa es japonesa, tiene 16 años y su mayor preocupación es cómo gastar 400 dólares al mes en ropa, maquillajes y diversión.

"La mayoría del dinero que me dan mis padres se va en ropa. El resto lo uso para comer en restaurantes finos, algo que en mi grupo de amigos es obligatorio los fines de semana", dijo esta alta y flaca estudiante universitaria que viste pantalones verde botella y remera negra.

Miwa es fiel representante de una camada de jóvenes adinerados criados en medio de un aluvión de bienes materiales gracias al auge económico sin pausa que se registra en Japón desde hace medio siglo.

Japón era hace apenas una generación un país destrozado por la guerra, pero eso ya pasó. Ahora es una de las grandes potencias industriales planetarias y disfruta una renta anual por persona de 34.000 dólares.

Mientras el país se enriquecía, la tasa de natalidad caía hasta ubicarse en 0,2 por ciento anual. Los expertos atribuyen a la decisión familiar de tener menos hijos el hecho de que los jóvenes sean tan mimados por sus padres, que los colman de regalos y dinero.

El Instituto de Investigaciones sobre la Juventud Japonesa estima que 68 por ciento de los adolescentes del país asiático reciben de sus padres una asignación de alrededor de 220 dólares al mes, a lo que debe sumarse el salario de eventuales trabajos y los obsequios en metálico de cuatro abuelos.

Por lo tanto, este grupo etáreo constituye una formidable fuerza de consumo, aunque representa apenas cuatro por ciento de los 125 millones de habitantes de Japón.

"Hoy, las chicas que van al colegio secundario tienen poder económico, no como las de hace diez años", explicó Yoshiyuki Ogino, editora en jefe de Cawaii, una popular revista para adolescentes.

Y están por todas partes, en especial en los barrios de moda de las grandes ciudades.

En Tokio, zonas como Shibuya y Harajuku están atestados de muchachas que van y vienen. Visten minifaldas, blusas ceñidas y zapatos de charol de colores vivos, lucen sus uñas pintadas y hablan sin cesar a través de diminutos teléfonos celulares.

Este modo de vida está respaldado por una generación de padres esforzados a la que se atribuye los logros económicos de Japón en la posguerra.

Los padres de hoy piensan, al contrario de lo que creían los suyos, que los hijos no deben privarse de los lujos que les habían sido negados en los años difíciles, durante y después de la segunda guerra mundial.

La madre de Miwa, que se casó a los 23 años, afirmó que los tiempos han cambiado en Japón. Por eso, y gracias a eso, no quiere que sus dos hijas vivan una adolescencia como la suya.

"Kei necesita disfrutar porque vive en una sociedad que la tensiona. Las escuelas son muy estrictas y exigentes. Y, cuando sea una adulta, deberá enfrentar todo tipo de presiones. Por eso quiero que disfrute ahora que puede", dijo.

Los expertos pronostican que esta actitud generará un japonés de nuevo estilo, preocupado, sobre todo, por alcanzar la riqueza material. Los padres suelen impidedir que los hijos tomen decisiones difíciles, como la planificación del futuro.

Kei, por ejemplo, cree que una de las cosas más tristes que sufrió en su vida fue la tardanza de sus padres en darle dinero para comprar un popular juguete, el Tamagotchi o "mascota virtual" que hizo furor en Japón el año pasado.

"Todos mis amigos lo tenían. Yo, en cambio, tardé semanas en convencer a mi padre. Estaba muy deprimida", sollozó.

El Tamagotchi, que cuesta unos 200 dólares, es un aparato en forma de huevo que representa en una pantalla líquida un animal que nace y crece a medida que su dueño le alimenta, le disciplina y juega con él a través de botones.

La locura que generó el Tamagotchi, que se difundió también en otros países de Asia y en Occidente, ilustra cómo se establecen las tendencia de consumo de esta generación de adolescentes con abundantes billetes en el bolsillo.

Ogini explicó que el éxito de la revista Cawaii se basa en la idea de que las estudiantes preuniversitarias ya no son unas niñas.

"Les decimos que no tiene nada de malo vestirse como adultas, maquillarse como adultas, peinarse como adultas y divertirse como adultas. Profesores y padres, mientras tanto, les exigen que se comporten como niñas. Pero ellas desean ser adultas, y nosotros representamos ese deseo", dijo la periodista.

La moda Tamagotchi fue fugaz. Este verano boreal, la sensación son los brazaletes de cuentas que, según antiguas costumbres, los japoneses usan en los funerales.

Los vendedores se manifiestan contentos de que, al fin, la tradición haya capturado la atención de las adolescentes. "Cuando una compra el brazalete, es seguro que sus amigas querrán tener uno igual", dijo el encargado de una tienda.

Pero la búsqueda constante de la novedad genera una serie de problemas preocupantes.

Este año, la prensa japonesa reveló que es cada vez más frecuente detectar jóvenes de buen ingreso económico que acceden a ser explotadas por redes de proxenetas a cambio del dinero que les permitirá comprar artículos de moda.

Los encuentros sexuales con adultos se conciertan a través de los denominados "clubes de citas" en los que se somete a niñas de hasta 15 años, que obtienen por ello entre 300 y 500 dólares.

Algunos expertos del gobierno reclaman leyes más estrictas para impedir las operaciones de los "clubes de citas" y otros servicios telefónicos que permiten a adultos varones tener relaciones sexuales con jóvenes. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/mj/cr/97

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