La eficiencia y modernización de los motores eléctricos en la actividad minera es uno de los aspectos más avanzados del proyecto para reducir en Chile los gases que provocan el efecto invernadero.
De esta forma, el sector minero se asocia a objetivos de bien común y puede aumentar su competitividad y realizar mejores negocios, señaló Carlos del Castillo, representante residente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Chile.
El proyecto "Reducción de los gases productores del efecto invernadero" se lleva a cabo en un esfuerzo conjunto del PNUD y la Comisión Nacional de Energía (CNE), con apoyo de la Comisión Nacional del Medio Ambiente (Conama).
La ejecución del proyecto está financiada por el Programa del Medio Ambiente Mundial (GEF), creado a partir de la Cumbre de Ambiente y Desarrollo, realizada en Río de Janeiro en 1992, que adoptó la Convención sobre Cambio Climático.
El subproyecto sobre motores eléctricos en la minería no es un área menor, ya que la explotación minera es una de las mayores riquezas de Chile, como fuente de 45 por ciento de los ingresos de divisas en la balanza comercial.
Cifras de 1994 indican que 64,7 por ciento del consumo de energía eléctrica en Chile corresponde a los sectores industrial y minero, con 24,5 por ciento de consumo exclusivamente en la minería del cobre, principal exportación del país.
Es necesario contar con sistemas de generación térmica para la minería que consuman menos petróleo, señaló Oscar Garcés, experto del PNUD y asesor técnico principal del proyecto con la CNE, en un seminario realizado el día 19 con empresarios mineros.
Marcos Lima, presidente ejecutivo de la estatal Corporación del Cobre (Codelco), resaltó en ese encuentro que Chile aspira a consolidar su posición de mayor productor del metal y cubrir hacia el 2000 entre 40 y 45 por ciento de la oferta mundial.
Los yacimientos y refinerías de la corporación tienen un gasto anual en electricidad de 200 millones de dólares y una mayor eficiencia de los motores reduciría los costos de producción del cobre entre dos y seis por ciento, agregó.
El propio Lima y Garcés subrayaron, al tenor del proyecto, que las inversiones de las empresas mineras en nuevos y más modernos motores se recuperarían al cabo de dos años, como consecuencia de aumento en ganancias por menor costo y mayor producción.
Jorge Berghammer, vicepresidente de la Comisión Chilena del Cobre, destacó que la renovación y eficiencia energética aumentará también la demanda del metal, ya que los nuevos motores requieren entre 25 y 50 por ciento adicional de cobre para su fabricación y los transformadores hasta 100 por ciento adicional.
Alejandro Jadresic, ministro presidente de la CNE, indicó que Codelco y la Empresa Nacional de Minería, así como las compañías mineras privadas Ojos del Salado y Montes Blancos están en una actitud renovadora con respecto al uso eficiente de la energía.
Presentada como un buen negocio para la actividad minera, la renovación de motores es también una apuesta al futuro, una muestra de solidaridad intergeneracional por sus repercusiones ambientales, según Rodrigo Egaña, secretario ejecutivo de Conama.
Del Castillo subrayó que la protección y regeneración del ambiente es para el PNUD una de las cuatro esferas críticas para el desarrollo humano sostenible, junto a la erradicación de la pobreza, el aumento del protagonismo de la mujer en el proceso de desarrollo y la generación de empleo.
Los combustibles fósiles, utilizados en el transporte, las calderas y hornos industriales, las centrales térmicas, grupos electrógenos y cocinas domésticas producen bióxido de carbono (CO2), el principal agente del efecto invernadero.
La acumulación de CO2 y gases sulfurosos está formando una suerte de cúpula sobre el planeta que tiende a aumentar la temperatura media en la superficie terrestre y provoca otros fenómenos ambiemtales negativos, como la llamada lluvia ácida.
Garcés indicó que de acuerdo a estudios internacionales sobre alternativas de reducción de CO2, la eficiencia energética es la fórmula de mayor impacto, con una incidencia de 36 por ciento, frente a 12 por ciento del uso de fuentes nucleares y siete por ciento de las fuentes renovables.
Los cambios en combustibles, como el paso desde el carbón al gas natural, permitirían reducciones de otro 12 por ciento, en tanto medidas como la forestación o la generación de energía a partir de desechos (biomasa) tendrían por ahora impactos de sólo dos por ciento cada una.
De acuerdo al Tratado sobre Cambio Climático, el PNUD está impulsando un conjunto de estrategias de reducción del efecto invernadero con los gobiernos, y en Chile, si bien se privilegia la eficiencia en sectores como la minería, en medios rurales Conama promueve la biomasa.
Hoy por hoy, los países del Norte industrializado son responsables de alrededor de 80 por ciento de las emisiones de CO2 y demás gases productores del efecto invernadero, pero el mundo en desarrollo tiende a disminuir ese margen.
Garcés advirtió que hasta 1980 en los países del Norte los aumentos del producto interno bruto (PIB) marchaban al mismo ritmo del incremento en el consumo de energía, pero desde entonces han logrado mantener el crecimiento con reducciones significativas del consumo energético.
En el Sur en desarrollo, en cambio, el consumo de energía tiende a crecer más que el PIB y, según las actuales tendencias, estos países, incluyendo a China, igualarían hacia el 2010 los volúmenes de emisión de CO2 del Norte, para desde ahí comenzar a superarlo.
Es por ello que, según los expertos, resulta indispensable revertir esas tendencias en todo el mundo, con estrategias que involucren tanto al Norte como al Sur y en que los países pobres no imiten mecánicamente los modelos de crecimiento de los ricos. (FIN/IPS/ggr/jc/en/97