BRASIL: Caña de azúcar, ángel y demonio ambiental

Bueno para el medio ambiente mundial pero dañino para el local, la caña de azúcar enfrenta polémicas que también oponen objetivos ambientales a los sociales.

Por un lado, la caña es materia prima del alcohol carburante, que sustituye la gasolina con ventajas para el clima del planeta, al reducir la emisión de gases que provocan el efecto invernadero.

Por otro, la cosecha de la caña provoca una contaminación atmosférica que está bajo el fuego de autoridades ambientales en la principal región productora de Brasil, Ribeiráo Preto, a 320 kilómetros de Sao Paulo, y sus alrededores.

Fiscales del Medio Ambiente del estado de Sao Paulo vienen aplicando severas multas y prohibiciones contra los incendios de cañaverales practicados por haciendas y centrales azucareros en la región, que responde por un tercio de la producción nacional de caña.

La quema de las hojas de los cañaverales es un viejo recurso para facilitar el corte de la caña por macheteros. Además de aumentar la productividad, protege a los trabajadores de serpientes y otros animales venenosos que se ocultan en la vegetación.

Pero esa práctica provoca, en la época de cosecha, una contaminación del aire que, según algunos estudios, provoca problemas respiratorios y cáncer en la población afectada. Muchas ciudades viven meses bajo el humo negro de las "quemadas" y partículas tostadas que ensucian todo.

El coordinador de las fiscalías ambientales, Antonio Herman Benjamin, ya contabiliza 200 medidas punitivas contra los dueños de cañaverales en el estado de Sao Paulo y espera totalizar 500 hasta final del año.

Amenazó con "llevar a la cárcel tanto a los productores como a los funcionarios de la Secretaría de Agricultura que autoricen las quemadas" y anunció que la pena por el delito ambiental es de uno a tres años de prisión.

La acción judicial culmina una polémica que se arrastra desde principios de la década y se buscó solucionar en una Cámara del sector de la producción de alcohol de caña, con la participación del gobierno del estado de Sao Paulo, empresarios y trabajadores.

Ante el fracaso en la búsqueda de un consenso, las autoridades decidieron aplicar un decreto que impone el fin de las quemadas.

La discusión se hizo "ideológica", ya que los efectos de la salud humana no están comprobados en forma definitiva, reaccionó Sergio Ometto, presidente de la Unión de la Agroindustria Cañera (UNICA), que reúne a la mayoria de las centrales azucareras y destilerías del estado de Sao Paulo.

La Facultad de Medicina registró un aumento de enfermedades respiratorias durante el corte de la caña. Pero eso coincide con el invierno, época que afecta pulmones y bronquios, razonó el empresario, quien cuestiona también a un Instituto de Química que descubrió elementos cancerígenos en residuos de las quemadas.

Hay que considerar que la cosecha de caña en Sao Paulo emplea a 360.000 trabajadores y que el sector reduce en 47 millones de toneladas el dióxido de carbono lanzado anualmente a la atmósfera y que va calentando al planeta, argumentó Ometto.

Pero el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales comprobó una concentración excesiva de ozono en ciudades cañeras durante el período seco, cuando se hacen las quemadas. El nivel llegó a 150 partes por mil millones, contra el límite de 80 fijado por la legislación brasileña.

El ozono en exceso daña la pleura, membrana que cubre los pulmones, e irrita los ojos.

La presión ambiental contribuye a acelerar el proceso de mecanización del corte, ya que las máquinas cosechadoras no necesitan la quema de los cañaverales. El resultado es el agravamiento del problema social en la región cañera, con el desempleo.

El corte de caña es un trabajo duro y temporal, pero constituye una fuente importante de ingresos para una población rural que vio reducir dramáticamente la oferta de ocupación, ante la decadencia o la mecanización de cultivos que también exigen mucha mano de obra, como el café y el algodón.

Por razones de productividad y reducción de costos, la mecanización se intensificó en los tres últimos años y es irreversible, según los fabricantes de cosechadoras. Se estima que la venta de esas máquinas crezca 20 por ciento al año.

Las cosechadoras van eliminando la contaminación del aire local, pero también los empleos -cada una sustituye el trabajo de unos 50 cortadores de caña- y la industria espera vender 110 este año. (FIN/IPS/mo/ag/en/97

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe