Acorralados por el uso de técnicas rudimentarias de agricultura tradicional, campesinos del este de Bolivia han comenzado a reducir pérdidas en el cultivo de granos con la incorporación de tecnologías mejoradas de cosecha y asistencia técnica.
La experiencia se desarrolla en el departamento de Santa Cruz, principal región agrícola boliviana, donde unas 50.000 familias campesinas se dedican a la agricultura tradicional en minifundios, con cultivos de subsistencia y venta de excedentes.
Las condiciones de producción de este numeroso sector de pequeños campesinos contrasta con la exitosa agricultura comercial, dinámica y altamente tecnificada que poderosos grupos económicos practican en la misma región.
En la cosecha y poscosecha de la agricultura campesina predomina la utilización de técnicas tradicionales con alta demanda de mano de obra, que emplea incluso a mujeres y niños, para obtener, al final, una rentabilidad muy baja.
A diferencia de la comercial, la agricultura a pequeña escala no utiliza equipos adecuados de cosecha, trilla y limpieza, ni cuenta con facilidades para el secado y almacenamiento. Además, desconoce las tecnologías de conservación de granos.
Según estimaciones oficiales, Bolivia pierde anualmente unos 53 millones de dólares en alimentos básicos campesinos por uso de tecnologías inadecuadas de cosecha y poscosecha.
La incorporación de tecnologías más eficientes en los sistemas familiares de producción se efectúa a través del proyecto "Mejoramiento de la tecnología de cosecha y poscosecha de granos y prevención de pérdidas" de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
"Hemos probado unas 40 tecnologías, se han creado algunas, se han mejorado otras locales y nos quedamos con 14 tecnologías que están integradas para cubrir las operaciones de poscosecha en el sistema campesino familiar de producción", dijo a IPS Victorio Giusti, asesor técnico principal del proyecto.
El experto sostuvo que esas innovaciones le permiten al campesino ganar más dinero con menor esfuerzo y reducir sus pérdidas. Además, se adecúan a la distribución de responsabilidades por género y no dañan el medio ambiente.
"Si es una tecnología que va a mejorar la realización de un trabajo de la mujer, buscamos que no le quite la responsabilidad, sino le refuerce el trabajo. Buscamos mejorar y promover la participación de la mujer en la distribución equitativa de los beneficios de la actividad campesina", añadió.
Las nuevas tecnologías le permiten a la mujer realizar mejor la función agrícola, especialmente en el almacenamiento de granos, sin quitarle la responsabilidad y la decisión en esas labores, porque la mujer podría quedar en una situación de dependencia mayor.
La protección ambiental se garantiza, a la vez, con la elección de tecnologías que hagan más eficiente el trabajo humano, con el uso de técnicas manuales y a pedal, o el uso de energía solar en las operaciones de cosecha y poscosecha de granos, principalmente maíz, arroz y frijoles.
Giusti afirma que esas tecnologías mejoran también la seguridad alimentaria de las familias campesinas, que era otro de los objetivos de este proyecto de FAO, iniciado en 1990.
"Tratamos de invertir la tendencia a vender todo el producto a precios muy bajos, porque después los campesinos tienen que comprarlo para su alimentación a un precio más alto", añadió.
Así, la introducción de silos metálicos, espigadoras, trilladoras, trojes mejorados, silos semilleros, pisos de secado, desgranadoras manuales, a pedal o eléctricas, limpiadoras y clasificadoras de granos comenzó a hacer más eficiente y rentable la agricultura campesina del este de Bolivia.
El impacto del uso de esos instrumentos alcanza también al ámbito familiar, porque las máquinas atenúan el pico estacional de mano de obra y evitan la autoexplotación de niños y mujeres durante la cosecha, dice Giusti.
El proyecto promueve también formas asociativas de producción entre familias, y principalmente entre mujeres de una comunidad.
Una de esas actividades es la producción de semilla en forma semiartesanal: las mujeres producen la semilla, la procesan con las tecnologías de FAO, la almacenan hasta la próxima cosecha y la venden luego dentro de su comunidad o en comunidades vecinas.
Esto le ha permitido a algunas organizaciones de mujeres construir sedes sociales y otro grupo dedicará sus ganancias a la compra de máquinas de coser para sus integrantes, lo cual da una idea del impacto económico, dijo a IPS el agrónomo Oscar Terán, director nacional del proyecto.
El proyecto de cosecha y poscosecha de FAO iniciará este año una segunda fase con la extensión de sus actividades a los departamentos de Tarija, Chuquisaca, Potosí y Cochabamba, con lo que se habrá cubierto el 98 por ciento del área agrícola del país.
De esa manera se pretende reducir los alarmantes niveles de pérdidas, especialmente en el proceso de poscosecha, que incide fuertemente en las paupérrimas economías campesinas de Bolivia.
Terán sostiene que en el proceso de poscosecha no había ninguna tradición de uso de tecnologías para pequeños agricultores en el país, y que la experiencia en el departamento de Santa Cruz es pionera en este campo.
"Ninguna institución se ocupaba de la poscosecha. En las facultades de Agronomía sólo enseñan a producir bien, no a preservar eso que se ha producido, y en Bolivia el pequeño agricultor es pobre porque desperdicia entre el 20 y el 40 por ciento de su cosecha", aseguró Terán. (FIN/IPS/jcr/ag/dv/97