AMERICA LATINA: Los pobres seguirán esperando su tres por ciento

Los pobres de América Latina tendrán que seguir esperando que algún día las tasas de crecimiento y la estabilidad macroeconómica los salven de sus calamidades, a juzgar por las opiniones de las agencias financieras multilaterales.

Eso, a menos que se produzca un milagroso proceso de redistribución voluntaria de la riqueza.

"América Latina debe crecer a un ritmo sostenido de seis o siete por ciento anual para reducir sus tasas de pobreza", dijo este martes Shahid Javed Burki, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.

Pero falta mucho: en promedio, la región no alcanza todavía a crecer más de cuatro por ciento anual, y en ella se registran las mayores tasas de desigualdad social del mundo, según estudios regionales del Banco Mundial.

Burki participó junto al presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, en un debate organizado en Roma por el Instituto Italo-Latinoamericano (IILA)

El debate -moderado por el presidente del IILA, el embajador mexicano Mario Moya Palencia- reunió principalmente a diplomáticos y periodistas, y no arrojó polémicas, sino nuevas constataciones.

Todos -gobiernos y organismos internacionales- saben que la redistribución permitiría aliviar la pobreza, dijo Iglesias, "pero no es tan simple", porque el modelo de libre mercado limita las posibilidades del Estado de intervenir en la economía.

Y una redistribución impuesta por el Estado probablemente suene a comunismo en los oídos de la empresa privada.

La solución, coincidieron Iglesias y Burki, es reforzar el modelo que privilegia las privatizaciones de empresas y servicios públicos, la disciplina fiscal, la contención de la inflación y la apertura a los mercados externos.

Según este concepto, la estabilidad macroeconómica genera mayor ahorro e inversiones internas, al detener la fuga de capitales, y también inversión extranjera, lo que debe resultar en un crecimiento sostenido.

En materia social, Burki preciso que los países latinoamericanos debieran seguir el ejemplo de Chile, donde el Estado -durante la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-90)- transfirió al sector privado la mayor parte de los servicios de salud y previsión.

Los recursos que el Estado podría ahorrar en salud y previsión, agregó, deberían emplearse en reforzar la educación primaria, que a su juicio constituye la base fundamental del éxito económico de los países del sudeste asiático.

Burki contrastó a Venezuela con Corea del Sur. En el país latinoamericano, dijo, 60 por ciento de los recursos educativos del Estado se destinan a la educación superior y a la investigación, mientras en Corea del Sur la proporción es exactamente inversa.

La inversión en educación básica constituye una de las principales variables del nuevo modelo de medición de la riqueza de los países del Banco Mundial, que considera también aspectos como la protección ambiental y social.

El modelo, puesto en práctica experimentalmente desde 1995, reemplaza el sistema del producto interno bruto por habitante, y agrega como elemento contable el poder adquisitivo local, lo que al menos en el papel hace disminuir la pobreza y la desigualdad en el mundo.

Iglesias recordó en el foro de Roma sus tiempos en la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina (Cepal), cuando desde allí se promovían tesis como la independencia económica, la sustitución de importaciones y la reforma agraria.

La globalización económica, subrayó, es un hecho que hay que asumir positivamente.

Recordó que hace sólo cinco años América Latina era el paraíso de la inflación, en tanto que ahora se aspira a llegar a cifras promedio de un dígito.

Iglesias rememoró también los casi 40 años de fallidos intentos integradores en la región, que hoy se materializan en más de 20 acuerdos de libre comercio, y la formación de uniones aduaneras y bloques comerciales subregionales.

Según Iglesias, el ajuste económico estructural impulsado desde las agencias financieras multilaterales ha producido obviamente más pobreza e indefensión social, pero lo estimó como uno de los efectos inevitables de la globalización.

"El alto precio del ajuste se paga al contado, mientras el desajuste se paga a largo plazo, pero con efectos brutales", dijo.

Hay que reconocer que mientras se constatan los altos costos sociales del ajuste económico, señaló el presidente del BID, también hay en América Latina tasas de crecimiento, inversiones cruzadas y un aumento dramático del comercio interno que anticipan un período de prosperidad sostenida.

A los pobres de la región -cerca de 40 por ciento de su población- les falta sólo eso, el tres por ciento que viene. (FIN/IPS/ak/ag/dv/97

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