Para los cultores de la música salsa en Cuba, Nueva York es "lo máximo", el mito y también la última frontera. No importa triunfar en Tokio, Londres o Buenos Aires si antes no se conquista "el cielo".
A esa plaza, que paradójicamente algunos bautizan como "la jungla", logró llegar este año Van Van, una de las orquestas cubanas más importantes de los últimos 25 años.
Fundada en la década del 60 por Juan Formell, quien se incluye en una amplia familia de músicos cubanos que "pegan" porque estan haciendo "heavy salsa" o, como se diría en las calles de La Habana, "salsa al duro", la orquesta creó una sonoridad propia que hasta ahora había tenido cerrada las puertas de Nueva York por motivos políticos.
"Esa ciudad del norte, para algunos la más septentrional del Caribe, sigue siendo el centro magnético de una música cuya validez y categoría se prueba allí", dijo a IPS Leonardo Padura, coguionista del documental "Yo soy del Son a la Salsa", una historia de la evolución de la música cubana.
Nueva York fue el escenario donde se mezclaron todos los ingredientes musicales y culturales que a fines de los años 60 llevaron al nacimiento de la salsa, cuyos orígenes se reconocen en el son cubano.
"El éxito de Van Van en su gira de este año por Nueva York y otras ciudades norteamericanas no responde a una simple cuestión de formato y sonido sino al momento preciso en que llega por primera vez a esos escenarios", aseguró Padura.
"Nueva York sigue siendo Nueva York, pero la salsa neoyorquina ha dejado de ser el patrón musical que fue en los 60 y 70", añadió y aseguró que en la última década, lejos de producir figuras propias, la ciudad vivió de estrellas llegadas del Caribe, como el dominicano Juan Luis Guerra y el puertorriqueño Gilberto Santa Rosa.
Mientras músicos puertorriqueños, colombianos, venezolanos y panameños iban a "probarse" a la "cuna de la salsa", esa oportunidad le era negada a los cubanos que no hubieran optado por el exilio definitivo en Estados Unidos.
Pero la situación comienza a cambiar. Rachel Faro, presidente de la marca discográfica estadounidense Ashe Records, reconoció que solistas o agrupaciones cubanas están constantemente de gira por Estados Unidos.
Faro y otros siete representantes de empresas discográficas de Estados Unidos viajaron a la isla, con autorización del Departamento de Estado, en búsqueda de vías para satisfacer la demanda de música cubana en su país.
"Nuestra pasión es llevar la música cubana a un nivel de excelencia internacional", dijo Faro quien se asoció con empresas europeas para contratar y producir discos de intérpretes de la mayoría de los géneros que se tocan en la isla.
En el mercado discográfico estadounidense se pueden encontrar discos compactos de grandes de la música cubana, como el pianista Chucho Valdés, el cantante afrocubano Lázaro Ross o el septeto Ignacio Piñeiro.
Aunque el bloqueo de Estados Unidos prohibe el contrato de músicos cubanos, estos pueden tocar en ese país, siempre y cuando no cobren un dólar fuera de los gastos mínimos.
A las empresas y ciudadanos estadounidenses les está prohibido crear nuevas obras junto con artistas cubanos, pero pueden adquirir licencia para la distribución en Estados Unidos de alguna producción de un tercer país.
"La gente quiere escuchar esa música porque la extraña", dijo en Miami Beth Faph, gerente de compras de Specs Musics, una de las mayores cadenas de venta de discos del estado de Florida, donde reside la mayor comunidad de emigrantes cubanos.
Empresarios locales aseguran que la presencia de la música "hecha en Cuba" en Estados Unidos coincide con un momento de auge de la música cubana dentro y fuera de la isla, que este año tuvo su punto culminante cuando La Habana estableció el record Guinness del "son más largo del mundo".
Lejos de peligrar debido a la crisis económica que vive Cuba desde 1990, la industria del disco nacional creció y se modernizó en los últimos años, y enfrenta una época que algunos consideran floreciente.
"La competencia nos llevó a ser más profesionales, más competitivos", dijo a IPS Nestor Proveyer, vicepresidente de la empresa Estudios de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM)).
La empresa, creada en 1963, tuvo el monopolio sobre la comercialización del disco hasta 1989, cuando se le concedió un espacio a otras firmas cubanas y a un número reducido de sellos discográficos extranjeros.
Los archivos de esa empresa guardan todo el patrimonio discográfico cubano desde la aparición del primer disco en la isla, en 1928, hasta fines de la década pasada.
La firma tiene 10.000 cintas matrices, 250 referencias en compacto y representa a la mayoría de los 12.000 artistas cubanos con categoría de "profesionales de la música", buena parte de ellos graduados en escuelas de arte.
"Sólo la EGREM está produciendo casi el doble de los títulos que se imprimían antes de la crisis", afirmó Proveyer, quien añadió que no cuenta con la cifra total de los discos producidos en Cuba por todas las empresas discográficas acreditadas.
En la década pasada, EGREM editó entre 30 y 70 títulos anuales. En 1996, la cifra ascendió a unos 80 y sólo en el primer semestre de este año esa cantidad ya se ha superado.
Los estudiosos de la salsa no se extrañan de que los disqueros neoyorquinos vean ahora en Colombia y en Cuba la posibilidad de entregar algo nuevo al mundo de la salsa internacional.
"Nadie mejor que Van Van para ofrecer eso nuevo que se está buscando", aseguró Padura. (FIN/IPS/da/ag/cr/97