El alcohol de caña de azúcar puede ser un arma importante contra el efecto invernadero, y se abren entonces grandes perspectivas económicas y de cooperación ambiental para los países productores de caña,
El potencial del alcohol de caña contra el efecto invernadero llevó a fabricantes brasileños de ese producto a sumarse en una reunión paralela al foro Río más Cinco a los científicos que discuten la cuestión del cambio climático.
El foro Río Más Cinco, que comenzó el jueves y finalizará este miércoles, evalúa en Río de Janeiro los progresos realizados desde la Cumbre de la Tierra, de 1992, y estrategias para impulsar la acción ambiental en el mundo.
Un proyecto de gran repercusión potencial empezó a ser negociado en el encuentro, como ejemplo de la cooperación Sur-Sur- Norte que los expertos pretenden promover y para fortalecer a los países en desarrollo en el combate contra el cambio climático.
Brasil ofrecería tecnología y alcohol carburante a India, interesada en contener la creciente contaminación atmosférica de sus ciudades. La operación tendría ayuda financiera de países europeos, posiblemente Suiza y Suecia, informó Cristiano Richers, un experto en energía de la empresa suiza de consultoría Dasag.
Se trata de una "actividad de ejecución conjunta", un nuevo concepto de cooperación por el cual naciones ricas financian proyectos en países en desarrollo, como forma de cumplir los compromisos que les impone la Convención de Cambio Climático, firmada en 1992.
El etanol de caña reduce a prácticamente cero la emisión por los automóviles de dióxido de carbono (CO2), el más perjudicial de los gases invernadero, al sustituir totalmente la gasolina, señaló Richers, un ingeniero suizo-brasileño que busca promover la novedosa operación triangular.
El efecto saludable se comprobó en ciudades de Brasil, el primer país que ha utilizado masivamente el alcohol de caña como combustible de automóviles. El programa brasileño de alcohol como sucedáneo de la gasolina está en proceso de eliminación, precisamente cuando crece el interés mundial por esa alternativa.
Países del Norte han ensayado el uso de etanol o metanol producidos a partir de la remolacha, el maíz, el trigo y la madera, pero con escaso rendimiento en materia de reducción de emisiones contaminantes, según la consultora Dasag.
El mejor resultado lo obtuvo el derivado de la remolacha, con emisiones de 110 a 210 gramos de CO2 por kilómetro recorrido. La gasolina genera cerca de 250 gramos por kilómetro.
Sea para combatir el efecto invernadero, la mayor amenaza ambiental global que enfrenta la humanidad, o simplemente la contaminación del aire, se multiplican las iniciativas de sustitución de combustibles fósiles.
Estados Unidos fomenta el agregado de etanol a la gasolina, especialmente en ciudades como Los Angeles, sofocadas por la contaminación, y Estocolmo ya tiene 180 autobuses impulsados a alcohol, destacó Richers.
El sector de transportes es un objetivo prioritario, ya que consume un cuarto de la energía primaria utilizada en el mundo y es fuente de 22 por ciento de la emisión de CO2, añadió.
Además, se trata de un sector de rápido crecimiento, 50 por ciento de 1973 a 1990, y que se expande principalmente en el mundo en desarrollo.
En India se observa un explosivo aumento de la cantidad de vehículos en uso, al ritmo de 18 por ciento al año. La contaminación del aire en Nueva Deli y otras cinco ciudades ya supera el máximo admitido por la Organización Mundial de Salud.
Por eso el gran interés en aprovechar la experiencia y la tecnología brasileña en materia de alcohol de caña. Un grupo de trabajo Brasil-India negociará con países del Norte la financiación del programa, informó Richers.
Ruy de Souza Queiroz, propietario de una planta de elaboración de alcohol de caña de azúcar y dirigente gremial del sector en Sao Paulo, comunicó la adhesión de la industria que representa al proyecto en discusión.
Brasil puede abastecer el mercado en surgimiento y presenta los menores costos de producción de alcohol, dijo Queiroz, quien lamentó que el gobierno brasileño abandonara el programa de sustitución de la gasolina.
Sin los incentivos que recibían, las plantas de montaje brasileñas "ya no fabrican automóviles impulsados a alcohol". En los años 80 esos, esos vehículos llegaron a representar 90 por ciento de las unidades fabricadas.
El programa del alcohol nació hace 21 años para enfrentar la crisis del petróleo, que encareció brutalmente los precios de hidrocarburos. Brasil intentaba reducir su importación de crudo, y no se consideraban los efectos ambientales beneficioso que hoy justificarían la renovación del programa.
El desmantelamiento del programa de alcohol de Brasil fue cuestionado en el foro Río más Cinco por numerosas organizaciones no gubernamentales, representantes de agencias de la Organización de Naciones Unidas e incluso la viceministra brasileña de Medio Ambiente, Aspasia Camargo.
El etanol cuesta más que la gasolina, por eso exige un subsidio que el mundo debe encarar como un tributo ambiental, propuso Richers. Brasil invirtió grandes sumas durante muchos años e indicó así el camino, y es justo que reciba ahora los dividendos, agregó.
Si los países ricos se convencen de las ventajas de la caña de azúcar, se abrirá un enorme mercado para los productores de esa materia prima. Agregar en Europa cinco por ciento de etanol a la gasolina, para reducir la emisión dfe CO2, representaría una demanda de 7.500 millones de litros por año, más de la mitad de toda la producción brasileña, calculó Richers.
El CO2 y otros gases contaminantes forman una pantalla en la atmósfera que atrapa la radiación solar, con la consecuencia del aumento de la temperatura de la Tierra.
Ese recalentamiento derretirá los hielos polares y, por consiguiente, la elevación del nivel de los océanos, según la opinión científica dominante. Se trata de una amenaza directa a las islas y zonas litoraleñas bajas, que pueden quedar sumergidas bajo las aguas. (FIN/IPS/mo/ff/en/97
