TIMOR ORIENTAL: Nobel de la Paz, el fin de un largo silencio

Cuando este martes Carlos Filipe de Ximenes y José Ramos-Horta reciban el Premio Nobel de la Paz finalizarán dos décadas de silencio sobre lo que las organizaciones humanitarias internacionales han descrito como "drama olvidado de Timor Oriental", el mayor genocidio de este siglo.

Según cifras divulgadas por tres organizaciones humanitarias independientes, Amnistía Internacional (AI), Asia Watch y America's Watch, la invasión y posterior anexión por Indonesia de la ex colonia portuguesa del archipiélago de Java se saldó en dos decadas con la masacre de un tercio de sus habitantes.

Cuando el gobernador portugués de Timor general Mario de Lemos Pires ordenó la retirada de los destacamentos militares lusos de Timor, a fines de noviembre de 1975, la parte oriental de la isla contaba con 650.000 habitantes.

De ellos 210.000 perdieron la vida, en su mayoría civiles, mujeres y ninos, víctimas de bombardeos y acciones de limpieza ejecutadas por el ejercito indonesio en las semanas posteriores al «dií D» de la invasión, el 7 de diciembre de 1975.

Durante dos décadas, sólo la prensa de los países de lengua portuguesa -excepto la brasileña, que ignoró el caso- informó sobre el llamado drama de Timor.

En un acto en el Club de Periodistas de Lisboa que le designó Personaje de noviembre, Ramos-Horta agradeció la constante cobertura de los medios portugueses y afrolusófonos, al tiempo que lamentó "el silencio de la prensa internacional, en especial y dolorosamente del Brasil lusófono, durante 20 años".

Con muy pocas excepciones "entre las cuales deseo destacar la BBC de Londres y la agencia IPS, la llamada gran prensa internacional simplemente no informó sobre Timor, lo que en la práctica significó adoptar el mismo comportamiento de los países industrializados con intereses económicos en Indonesia", dijo.

El silencio informativo, según Ramos-Horta, fue determinado en gran medida por la falta de declaraciones de los dirigentes mundiales sobre un tema "incómodo", o porque, de acuerdo a lo expresado durante una visita a Portugal por el canciller de Brasil Luiz Felipe Lampreia, "no conviene irritar a Indonesia".

Por una parte, la invasión de Timor fue autorizada en la época por la administración estadounidense del presidente Gerald Ford, preocupado de asistir al nacimiento de una especie de "pequeña Cuba" en Extremo Oriente.

Al mismo tiempo, la geopolítica del período comprendido entre 1975 y 1990 aconsejaba a la entonces Union Soviética mantener buenas relaciones con todo país influyente de Asia, debido a lo que entonces Moscú describía como "el problema chino", mientras Beijing no podía condenar a Jakarta, en razón de su política en Tibet.

El tercer cómplice del silencio fue el entonces poderoso Movimiento de los No Alineados, del cual Indonesia era -y sigue siendo- miembro fuerte e influyente.

Hasta 1990, la suma de los círculos de influencia de Estados Unidos, la Union Sovietica, China y los No Alineados era decisiva a nivel mundial.

En ese contexto adverso, la labor diplomática de Ramos-Horta, canciller de la efímera República de Timor, que nació el 1 de diciembre de 1975 y desapareció una semana después con la invasión indonesia, no fue fácil.

Tras el fusilamiento de todos sus hermanos, capturados por el ejército indonesio, Ramos-Horta salió clandestinamente de Timor dando inicio a su peregrinaje internacional, que concluye en Oslo, con la satisfacción de ver a periodistas de 150 países que ahora escuchan con atención sus denuncias y reivindicaciones.

Antes del Premio Nobel, la pagina informativa de Timor sólo fue alimentada en noviembre de 1991, cuando el ejército indonesio desato una represión que se saldó con la muerte de más de 200 personas durante un funeral de un estudiante independentista en el cementerio de Santa Cruz de Dili, capital de la isla.

La única diferencia con hechos similares registrados durante los 16 años anteriores fue la presencia de dos periodistas de una radio de Nueva York y de un camarógrafo de la Yorkshire Televisión británica, que filmó en detalles la acción militar.

La Yorkshire TV vendió esas imágenes a las mayores cadenas del mundo, que no dudaron en comprar una mercadería informativa impactante, con muertes ante las cámaras de jóvenes católicos nacidos después de la anexión a la Indonesia musulmana, que mientras agonizaban rezaban el Ave María en portugués.

Santa Cruz marcó un vuelco importante no sólo en el campo informativo internacional sino también en el inicio de un empeño más pretagonista del obispo de Dili, Ximenes Belo, en la denuncia a la represión hasta entonces poco conocida.

El Premio Nobel de la Paz constituye para monseñor Ximenes Belo una garantía, tanto ante las frecuentes presiones de Jakarta para bajar su perfil de referencia moral y religiosa de los timorenses, como para lograr un mayor empeño del Vaticano, hasta ahora bastante distante de la defensa de los derechos humanos en la isla.

La diferencia entre los dos premiados fue marcada este lunes en Oslo por el propio obispo Ximenes Belo, al expresar -aunque sin atacar a Indonesia- que en el interior de Timor aun hay mucho que hacer por la religión, la cultura y los derechos humanos.

Para Ramos-Horta, Oslo significa la culminación de una larga y ardua marcha de denuncia internacional. A partir de ahora, con el galardón en mano, le será más fácil abrir ojos y oídos hasta ahora cerrados ante el drama de Timor. (FIN/IPS/mdq/dg/ip/96)

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