?Qué ocurre si una semilla de maíz proveniente de Argentina, cuya estructura genética fue modificada para hacerla mas resistente a una plaga, es introducida en Francia y altera su medio ambiente ?
Esta pregunta es apenas un ejemplo entre millones de casos posibles de movimiento transfronterizo de organismos vivos modificados en laboratorio, que pueden causar un impacto negativo en un ambiente nuevo, o en la salud humana si esa semilla fue mezclada con el gen de una bacteria, por ejemplo.
Los interrogantes inquietan desde hace tiempo a los países que integran la Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica, que finalizó el viernes en Buenos Aires su Tercera reunión tras 15 días de deliberaciones con un llamado urgente a elaborar un Protocolo de Bioseguridad internacional.
El convenio de biodiversidad establece que cada país debe tener "medios para regular, administrar o controlar los riesgos derivados del uso y liberación de organismos vivos modificados".
Añade que que es probable que estos organismos modificados "tengan repercusiones ambientales adversas para la conservación de la biodiversidad, teniendo en cuenta también los riesgos para la salud humana".
Más adelante, plantea que los países deben "estudiar la necesidad y modalidades de un protocolo que establezca los procedimientos para la transferencia, manipulación y utilización de organismos vivos modificados que puedan tener efectos adversos para la biodiversidad".
La Segunda Conferencia de las Partes, realizada en 1995 en Indonesia, decidió la formación de un comité para elaborar el protocolo. Un año después, en Argentina, solo se decidió que dicho comité sea permanente y se reúna en mayo de 1997 a pesar de los reclamos para que acelere su labor.
Los países partes del convenio consideran que la biotecnología puede contribuir al uso sustentable de la diversidad biológica, siempre que sea utilizada de manera racional. Para ello, emplazaron a la comisión de expertos para que en 1998 tenga ya un proyecto de Protocolo de Bioseguridad para su aprobación.
Hasta el momento, son pocos los países que aplican controles de bioseguridad internos para avalar la utilización comercial de variedades obtenidas a través de la ingeniería genética. La mayoría son países desarrollados, o países en desarrollo que lograron avances en la biotecnología aplicada a la agricultura.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), a pedido de los países que son partes del convenio, elaboró una serie de directrices técnicas sobre seguridad en biotecnología, para que sirvan como una herramienta transitoria hasta que se elabore un protocolo internacional.
De todos modos, el PNUMA advirtió que ninguna norma garantiza la seguridad en el desarrollo, investigación y aplicación de la biotecnología si no se transfiere al mismo tiempo apoyo técnico y financiero a los países con escasos recursos en donde se deben poner en marcha este tipo de programas.
Por el momento, las recomendaciones del PNUMA resultaron útiles para muchos países, como pautas para realizar controles internos sobre la salubridad o impacto negativo en el ambiente de cultivos modificados, aún cuando no sean trasladados a otro país.
En algunos casos, el control se efectúa por medio de leyes que regulan la modificación de organismos vivos, en otros a través de organismos gubernamentales o de grupos de expertos que realizan la evaluación de riesgos y de impacto ambiental.
Sin embargo, no existe hasta ahora un protocolo internacional que regule el movimiento transfronterizo de organismos vivos modificados, que será el primer protocolo que surge del Convenio de Biodiversidad.
Hasta ahora no hay un marco legal internacional que permita verificar y evaluar los riesgos que puede tener en el ambiente la introducción de un organismo modificado proveniente de un país con un ecosistema diferente al del receptor.
El protocolo debería determinar si el país receptor otorga su previo consentimiento a la introducción del organismo vivo, luego de evaluar los riesgos que esa importación puede tener en el resto de su diversidad biológica.
Pero al finalizar la Tercera Conferencia de las Partes, el Protocolo de Bioseguridad todavía es una manifestación de buenas intenciones que no se tradujo en el papel.
Se espera que para la Cuarta Conferencia, que se realizará en Montreal, Canadá, en 1998, los expertos ya tendrán un documento que de respuesta a sus inquietudes. (FIN/IPS/mv/jc/en/96