Para una fuerza armada con aspiraciones de unirse a las tropas de elite de los ejércitos profesionales de la OTAN, la estructura militar lituana, constituída sobre todo por conscriptos de leva, tiene un largo camino que recorrer.
Para empezar, debe poner remedio a la inquietante condición de sus débiles reclutas.
Baja moral, frecuente matonazgo, escasa disciplina y malos comandantes de unidades han erosionado las fuerzas armadas de los nuevos estados bálticos independientes.
La corrupción y el favoritismo mantienen alejados del ejército a jóvenes adinerados o bien conectados, en edad de hacer el servicio militar, mientras llenan los cuarteles ciertos reclutas que muy pocas instituciones castrenses europeas aceptarían en sus filas.
En lo que va del año, 119 soldados fueron admitidos en el hospital de Vilnius para examinar sus condiciones mentales, debido al maltrato de sus camaradas.
Comandantes del ejército dijeron que el alto porcentaje de enfermedades psicológicas entre sus tropas no tiene nada de anormal. Los conscriptos ya padecían problemas psicológicos latentes que se manifestaron despues de su reclutamiento.
Sin embargo, para un pequeño país de 3,6 millones de habitantes que contaba con un reducido ejército de tiempos de paz de 7.000 hombres en 1992 (tiene una guardia nacional de reservistas de 12.500), esa cantidad es insólitamente alta, equivalente a dos casos anuales por cada compañía regimental.
En 1995, un total de 276 conscriptos fueron dados de baja por causas médicas.
El problema, en opinión de oficiales en servicio, tiene dos aspectos. El primero es que cualquiera con dinero y conexiones familiares puede escapar a la leva con una buena excusa, y deja atrás a los pobres, enfermos y deficientemente educados.
En segundo lugar, la moral y disciplina se han desmoronado, mientras cunden los abusos y el matonazgo ante la indiferencia de los oficiales. "Jamás dejaré que mi hijo entre en el ejército", afirmó un militar estacionado en Vilnius.
"No es un secreto que cualquiera puede escapar a la leva pagando 200 dólares", dijo. "Ningún hijo de político o alto funcionario hace el servicio militar. La tragedia del ejército lituano radica en el método de selección para el servicio activo".
Una mirada a los reclutas que no tuvieron suerte de escapar a la conscripción es más que elocuente, apuntó. La mayoría proviene de pequeñas aldeas y hay muy pocos jóvenes de ciudad. "Los provincianos tienen poco dinero y, si disponen de medios, no saben cómo usarlos", acotó.
Bajo el sistema actual, el Ministerio de Defensa calcula cada año el número necesario de conscriptos, y el cuartel general garantiza que las cuotas sean llenadas sin tener en cuenta la calidad del material humano llamado a filas.
El cuartel general no dispone de juntas médicas para examinar la condición de los reclutas antes que sean asignados a sus unidades. Como resultado, docenas de conscriptos enviados a sus regimientos son rechazados enseguida por sus oficiales médicos.
En los tiempos del gobierno soviético, los reclutas eran vetados por una junta del Ministerio de Salud y los distritos militares, que investigaban los casos de soldados ineptos enviados al servicio por sus médicos.
La Academia de Guerra Lituana solamente ha estado abierta durante tres años y sus escasos graduados son todavía oficiales subalternos. Malos comandantes ejercen poco control sobre los indisciplinados suboficiales.
"Todas las noches, mi jefe de pelotón me ordenaba "volar" y yo debía imitar a un pájaro o un aeroplano", contó Raimondas Nicklas, un ex recluta. Terminó en un hospital de enfermedades mentales tres semanas despues de vestir el uniforme.
Los oficiales lituanos que sirvieron en el extinto ejército soviético debieron integrar el núcleo de las nuevas fuerzas armadas, cuando el país se independizó en 1991. Sin embargo, nada pudieron hacer en una fuerza que conservó muchos de los malos métodos del viejo "ejército rojo" pero muy pocos de sus recursos.
"Al ejército lituano le falta espíritu nacional", opinó V. Maciulis, director general del hospital de enfermedades mentales de Vilnius.
"Los soldados deberían estar orgullosos de su ejército, pero el orgullo no existe en nuestras fuerzas armadas. Nuestro ejército me parece más una indisciplinado grupos de jóvenes con pocas luces".
Un joven soldado estuvo hospitalizado dos meses recuperándose de una conmoción cerebral. Cuando fue enviado de regreso a su cuartel, recibió de nuevo una paliza de soldados más antiguos y terminó en el instituto de Maciulis.
El médico culpó de los problemas a la escasa disciplina y los malos oficiales. "Solo hay una manera de resolver el problema: un ejército de profesionales. Solo los más sanos deberían servir en esa fuerza", apuntó Maciulis.
"Si el ejército de un país incorpora a las filas solo a los débiles mentales y físicos entre sus jóvenes, entonces la institución no es moralmente fuerte. Y si un ejército está desmoralizado, es incapaz de defender a su país", sentenció. (FIN/IPS/tra-en/fj/rj/ego/ip).
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