BURUNDI-RUANDA: Lucha étnica en Zaire provoca ola de refugiados

Los banyamulenge, nacidos en Zaire a quienes se niega la ciudadanía por descender de emigrados, son considerados víctimas o agresores, según se vea, en un nuevo conflicto étnico que surge en Africa central.

El puesto de Gatumba, en la otrora bulliciosa frontera entre Zaire y Burundi, tiene pocos signos de actividad. Apenas unos pájaros que vuelan mientras los funcionarios aduaneros y de migración esperan sentados, en vano.

Algunos sorben su té. Otros beben cerveza. Nadie tiene nada qué hacer. Las autoridades de Zaire cerraron la frontera para impedir que posibles refugiados cruzaran a su territorio.

Gatumba es una extensa comuna a unos 25 kilómetros al oeste de Bujumbura, la capital de Burundi, y se encuentra a un kilómetro del puesto donde los soldados armados con rifles AK-47 custodian la frontera.

Desde aquí se ven fácilmente los techos de Uvira, un grupo de viviendas diseminados al pie de las imponentes montañas Mitumba, en territorio de Zaire. Hace pocas semanas, casi nadie en el mundo exterior conocía la existencia de este poblado. Hoy, cobró fama debido al conflicto étnico en Burundi.

"El pueblo está bajo control del ejército de Zaire, mientras los banyamulenge están en las montañas", dijo un europeo que trabaja para un organismo internacional de asistencia en Bujumbura.

Los banyamulenge son originarios de los actuales territorios de Ruanda y Burundi y llegaron a Zaire oriental en sucesivas migraciones que comenzaron hace más de 200 años.

Las autoridades de Kivu Meridional, la provincia donde se sitúa Uvira, les han negado la ciudadanía zaireña. Un sentimiento contra los banyamulenge, entre otros grupos étnicos, estalló en julio.

El gobierno de Zaire afirma que milicias banyamulenge recibieron entrenamiento de los militares de Ruanda, predominantemente pertenecientes a la etnia tutsi.

Este fue el argumento empleado por las autoridades para explicar los arrestos arbitrarios y otras atrocidades contra esta comunidad, de acuerdo con informes de varias organizaciones humanitarias y otras fuentes.

El alto comisionado de Naciones Unidas para los refugiados, Sadako Ogata, informó el día 7 que "redadas a los dos lados de la frontera que apuntan a sobrevivientes del genocidio en Ruanda y ataques contra residentes tutsi en Kivu, Zaire, provocaron una resistencia armada y más muertes".

El vicegobernador de Kivu Meridional, Lwasi Ngabo Lwabangi, exigió a los banyamulenge que bajen de las montañas. De lo contrario, advirtió, la guerra será total. "No aceptaremos que haya dos ejércitos en territorio de Zaire", dijo.

Lwabangi aseguró que los rebeldes banyamulenge atacaron el día 6 el poblado de Lemera, entre Bukavu y Uvira, y asesinaron a personal médico y pacientes del centro de asistencia local.

Aubin Mulaga, un médico que logró escapar ileso, dijo a los periodistas que los rebeldes "mataron a 28 pacientes en sus camas, cuatro enfermeros y dos médicos".

El profesional atribuyó el ataque al tratamiento que recibían allí hutus de Ruanda que ayudaron el ejército de Zaire a combatir a los banyamulenge.

Dos días después de la masacre, soldados zaireños irrumpieron en Uvira, se incautaron de vehículos pertenecientes a la organización humanitaria Care International y asaltaron a sus funcionarios a punta de pistola, según Chris Anderson, perteneciente al grupo.

Uvira fue el segundo distrito de Zaire oriental conmocionado por los conflictos étnicos este años. Hace pocos meses, miles de banyarwanda, zaireños de origen tutsi, fueron obligados a huir de Masisi hacia Ruanda y Uganda, en el norte.

Los banyarwanda fueron víctimas de persecuciones de refugiados hutu armados y de otros grupos étnicos, en los que supuestamente participaron militares de Zaire.

Mientras Zaire acusó a Ruanda de brindar entrenamiento y armas a alrededor de 400.000 banyamulengue y banyarwanda, el gobierno en Kigali afirmó que Kinshasa respalda al antiguo ejército de Ruanda derrotado por el Ejército Patriótico de Ruanda en 1994.

El viejo ejército, junto a milicias hutu que participaron en el genocidio en Ruanda entre abril y julio de 1994, huyó con sus armas a Zaire. Hasta ahora, no han entregado sus armas, e incluso recibieron más de Europa oriental en sus campos en el este de Zaire.

La tensión entre Zaire y Ruanda llegó a punto de ebullición a finales del mes pasado, cuando tropas zaireñas en Bukavu se intercambiaron disparos con soldados del Ejército Patriótico de Ruanda a través de la frontera.

A inicios de este mes, unos 500 refugiados banyamulenge cruzaron a Ruanda, pero el presidente de ese país, Pasteur Bizimbungu, dijo que solo aceptaría a mujeres y niños.

"Le diremos a los hombres que regresen a Zaire. Kinshasa debe aceptar que los banyamulenge también son zaireños", dijo Bizimbungu.

Informes sin confirmar sostienen que soldados banyamulenge desertan en masa del ejército de Zaire para unirse a las milicias en las montañas Mitumba.

"Todo parece indicar que el conflicto entre el ejército de Zaire y los banyamulenge armados no acabará pronto y traerá más inseguridad a Uvira", según un informe del Programa Mundial de Alimentación (WFP).

El WFP asiste, junto a la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), a 568 refugiados banyamulenge en Burundi.

La mayoría de ellos huyeron de pueblos de la llanura de Ruzizi, cerca de Uvira, donde están en minoría. El grueso de la etnia reside en las montañas Mitumba.

Jemme Wahab, del WFP, dijo que la lucha podría provocar la huida de cientos de miles de personas hacia Ruanda y Burundi. (FIN/IPS/tra-en/mn/kb/mj/ip pr/96

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