Los países de Europa, en especial los nórdicos, pretenden reducir el consumo excesivo de bienes cuya producción perjudica el ambiente, pero Estados Unidos y Japón se resisten a seguir esa tendencia, según expertos y activistas.
La demanda de productos "ambientalmente amistosos" aumenta, pero la circulación de estas mercaderías representa apenas una fracción del comercio internacional. Una parte importante del resto afecta en forma negativa el ambiente del Sur en desarrollo.
Estas son algunas de las primeras conclusiones del Congreso Mundial de Conservación, que se celebra en Montreal, Canadá, cuando comienza la segunda semana de deliberaciones.
Suecia compra más de la mitad de las bananas libres de pesticidas que importa la Unión Europea (UE). Los alimentos que coman los bebés alemanes serán 100 por ciento orgánicos (producidos sin auxilio de sustancias químicas ni pesticidas artificiales) dentro de pocos años.
Un grupo de 4.000 agricultores de México modificaron sus modos de producción y se dedican al cultivo orgánico de café. Con el aumento de sus ingresos de exportación, construyeron escuelas. Otros 4.000 agricultores, pero en Uganda, venden con éxito sus cosechas de algodón, cultivado también con métodos orgánicos.
Estos son ejemplos de cómo los consumidores en países ricos e industrializados demandan productos "ambientalmente amistosos", en un intento de reformular sus tendencias de consumo y aflojar la demanda sobre la producción insostenible en naciones en desarrollo.
"Si cambiamos la demanda, podemos cambiar el modo de producción", según la Sociedad Sueca para la Cosnervación de la Naturaleza.
La necesidad de disminuir el consumo insostenible del Norte industrializado obtuvo en 1992 un amplio consenso en la Conferencia Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo (Cumbre de la Tierra) celebrada en Río de Janeiro.
Sin embargo, los resultados de las medidas propuestas entonces, cinco años después, "son desalentadores", dijo Meena Rahman, de la Asociación de Consumidores de Penang, Malasia.
Mientras los países nórdicos, junto a otros de Europa, adoptaron medidas para reducir el consumo excesivo, "otros países del Norte industrializado, especialmente Japón y Estados Unidos, los mayores consumidores del mundo, carecen de interés" en tomar pasos similares.
El Norte industrializado ejerce mucha presión para liberalizar la producción en los países en desarrollo, con frecuencia a través de empresas transnacionales, para cubrir la demanda. Esta explotación se realiza muchas veces a costas del ambiente, sostuvo Rahman.
"Muchas mercancías pueden producirse de forma poco perjudicial, pero aún se requiere la explotación de más y más recursos naturales para cubrir la creciente demanda", afirmó.
Como ejemplo, Rahman mencionó el 25 por ciento de crecimiento anual de la industria camaronera en piscinas en el sudeste de Asia y América Central.
La demanda de camarones gigantes está en auge en Japón, Estados Unidos y Europa, mientras países exportadores como Ecuador, India y Tailandia convierten grandes manglares y campos arroceros en piscinas de cultivo del crustáceo.
Las granjas camaroneras se convierten en insostenibles en cinco años aproximadamente, y no benefician a las comunidades locales sino a las grandes empresas, según la activista.
Rahman exhortó a los consumidores del Norte industrializado a evitar los camarones cultivados, pues, sostuvo, esta lucrativa industria se transformó en un "desastre ambiental y social".
Más de 70 por ciento de los recursos del mundo son utilizados por países industrializados, y por ello, opinó, "debe diferenciarse la responsabilidad" de productores y consumidores.
"La carga del ajuste debe recaer sobre el Norte industrializado", sentenció.
Mientras tanto, el Norte alega que es en el Sur en desarrollo, con su elevado crecimiento poblacional, donde el consumo amenaza la sostenibilidad. "Ellos apuntan a China y a India, pero esos países consumen mucho menos que el Norte", afirmó Rahman.
Sin embargo, las gestiones para cambiar las pautas de consumo son engañosas, especialmente cuando no tienen efecto en los países en desarrollo a los cuales, supuestamente, deberían beneficiar.
Bernward Geier, de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica, dijo que garantizar "comercio justo" sería tan importante como la producción ambientalmente amistosa si se producen cambios en las pautas de consumo que beneficien a los bananeros o cafeteros orgánicos.
Por su parte, Tariq Banuri, del Instituto de Políticas de Desarrollo Sostenibles de Pakistán, sostuvo que el Norte industrial afirma frecuentemente que está cortando el consumo excesivo cuando, en realidad, postula "consumir la misma cantidad con mejor tecnología".
Banuri recomendó al Norte que aprenda los hábitos de consumo y la forma de resolver los problemas del Sur en desarrollo, al tiempo que aseguró que el crecimiento de población del mundo pobre no es una amenaza a la sostenibilidad.
Ese argumento se esgrime para "añadir una preocupación al Sur", de modo que las élites de los dos mundos mantengan sus hábitos de consumo.
Sin embargo, otros activistas presentes en Montreal alertaron que movimientos como el tendente a consumir bananas libres de pesticidas podrían provocar barreras comerciales no arancelarias contra los países en desarrollo.
Anil Agarwal, del Centro para la Ciencia y el Ambiente de India, alertó que algunos países en desarrollo deberían poner en práctica conductas ambientalmente amistosas que comienzan a asomar en el Norte industrializado. (FIN/IPS/tra.en/js/cpg/mj/en dv/96