El brasileño abandonó su ánimo opositor de la década pasada y pasó a cultivar un fuerte deseo de continuidad, de estabilidad política acompañando la económica, según los sondeos previos de opinión que anteceden las elecciones municipales del 3 de octubre.
Candidatos desconocidos hace dos meses se alzaron a la condición de favoritos, según las encuestas, por el simple hecho de contar con el apoyo de los actuales alcaldes. Está ocurriendo una reelección por testaferros, dicen muchos.
En Sao Paulo, la megaciudad de casi 11 millones de habitantes, el economista Celso Pitta, candidato apoyado por el alcalde Paulo Maluf, desmintió todos los prognósticos y hoy ganaría fácilmente los comicios, segun los más recientes sondeos, sumando más votos que todos los demás competidores juntos.
Entre los derrotados estaría José Serra, quien dejó el Ministerio de Planificación en junio para pelear por la más codiciada alcaldía del país, que maneja el tercer mayor presupuesto brasileño, superado solo por el nacional y el del estado de Sao Paulo.
Lo más sorprendente es que Pitta, de 49 años, además de poco conocido anteriormente, es negro y procedente de Río de Janeiro, dos motivos de rechazo entre la población de Sao Paulo.
La apuesta de Maluf al escoger a su secretario de Finanzas como sucesor era considerada en mayo una opción perdedora. Pitta alcanzaba solo dos por ciento de intenciones de voto.
Casi idéntico despegue obtuvo, en Río de Janeiro, el arquitecto Luis Paulo Conde, sin pasado ni pinta de político a los 62 años de edad, líder en una encuesta del Instituto Vox Populi divulgada el viernes, con 29 por ciento de las preferencia.
A fines de junio también lo apoyaba sólo dos por ciento de los votantes.
Debe su ascensión meteórica al alcalde César Maia, que lo nombró para continuar su obra de reorganización callejera de la ciudad. Conde fue el secretario de Urbanismo que coordinó las obras que atormentan la población desde el año pasado pero cuya conclusión este año explican la gran popularidad de ambos.
El fenómeno no obedece a orientaciones políticas ni ideológicas. En Sao Paulo y Río esa preferencia por la continuidad favorece a los partidos conservadores, el Progresista Brasileño de Maluf y el Frente Liberal de César Maia.
Pero en Porto Alegre, capital provincial del extremo sur de Brasil, es el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) que parece pronto a perpetuarse en el poder, con el alcalde Tarso Genro que deja como heredero a su propio vice, Raul Pont, que sería el tercero de la dinastía laborista local.
El triunfo del oficialismo se repite en muchas grandes ciudades brasileñas. Está triunfando "la ideología de las obras", definió Maia, quien las diseminó por la ciudad en estos dos últimos años de su gobierno, gastando recursos que acumuló en el primer bienio.
La explicación es válida también para Sao Paulo, donde Maluf se enorgullece de ser "un impulsor de obras" e hizo construir puentes y túneles para los vehículos y altos edificios para los pobladores de las "favelas", conjuntos de casuchas hacinadas.
Pero es al revés en Porto Alegre, Belo Horizonte y otras ciudades gobernadas por el PT, donde no hubo grandes construcciones y la popularidad del alcalde se debe a la participación popular.
Porto Alegre, con sus 1,5 millones de habitantes, es la cuna del "presupuesto participativo", consolidado a partir de la primera gestión del PT (1989-1992), una experiencia que despertó interés internacional en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos (Hábitat II) en junio en Estambul.
Inspirados en ese ejemplo exitoso, más de 60 municipios brasileños ya aplican el mecanismo por el cual las inversiones prioritarias de la alcaldía, o de sectores de la administración municipal, se definen en asambleas populares.
En algunos casos, como Río y Belo Horizonte, otro oficialismo amenaza a los herederos del alcalde. Candidatos apoyados por los poderes central y estadual se están recuperando. A ello contribuye la estabilización económica lograda por el gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso.
Esa tendencia contrasta con la de los años 80 y comienzo de los 90, en que presentarse como opositor radical constituía el camino más seguro para el triunfo.
Brasil vivía la transición tras las dictaduras militares (1964- 1985). Ahora los brasileños parecen darse cuenta de las ventajas de la continuidad administrativa.
Eso se explica también por los efectos de la Constitución de 1988, que, según Osires Lopes Filho, ex secretario nacional de recaudación fiscal, amplió los ingresos municipales de manera creciente a partir de 1989, con aumento de impuestos locales y mayor participación en los federales y estaduales.
Con el aumento de recursos, los alcaldes pudieron presentar más resultados efectivos, en obras físicas y servicios. La estabilidad de la moneda también ayudó, poniendo fin a la corrosión de los ingresos fiscales por la inflación, reconoció Marcos Cintra, edil de Sao Paulo experto en finanzas. (FIN/IPS/mo/jc/ip/96