Brasil obtuvo en Atlanta 15 medallas, su mejor resultado en la historia de las Olimpíadas, pero exhibió a la vez un claro retrato de las desigualdades y exclusiones sociales que afectan a su población.
En la fiesta de los negros en que cada vez más se están transformando los juegos olímpicos, especialmente con el triunfo de Nigeria en fútbol, Brasil no lució como un país de más de 40 por ciento de población de origen africana.
Las potencias deportivas del continente, Estados Unidos y Cuba, con una proporción mucho menor de negros y mulatos, basan su fuerza en esa minoría, por lo menos en atletismo, boxeo y deportes colectivos como basquetbol y voleibol.
Mientras, las medallas conquistadas por Brasil en Atlanta se debieron básicamente a deportes de ricos, como el yatismo y el hipismo, y a modalidades casi exclusivas de la clase media en el país, como judo, natación, voleibol y basquetbol.
El contraste con Cuba y Estados Unidos se hizo más visible principalmente en los partidos de basquetbol y voleibol entre Brasil y esos países. Parecía que los negros estaban en el lado equivocado.
Los afrobrasileños y pobres, que constituyen la inmensa mayoría de la población brasileña, están arrinconados en atletismo y fútbol, disciplinas que dieron a Brasil sólo dos medallas de bronce.
En el fútbol, la pasión dominante, el triunfo de Nigeria sobre Brasil, que evitó el terremoto que habría ocasionado en el Mercosur una final entre Brasil y Argentina, debe ayudar a un movimiento de "repopularización" de ese deporte.
Esa tendencia de nueva valorización de los negros y pobres en el fútbol brasileño tiene lugar desde 1990, "rescatando su identidad y estilo", segun Mauricio Murad, coordinador del Núcleo de Sociología del Fútbol de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
En las décadas del 70 y 80, el sociólogo identifica una tendencia al revés, de elitización y consecuente "blanqueo" de los jugadores. La profesionalización y elevada remuneración a los más destacados eliminó prejuicios y atrajo las capas medias.
Fue el período de "europeización, en que el fútbol brasileño perdió sus raíces, pasó a privilegiar la fuerza defensiva", despreciando el talento atacante, según Murad, y los negros casi desaparecieron de la selección nacional.
Esa tendencia llegó al máximo en los últimos años 80, cediendo el paso a una "renovación que valoriza las capas más pobres que históricamente construyeron el fútbol brasileño". La selección olímpica de este año fué "una señal expresiva de ese rescate, con el perfil pobre de sus jugadores", evaluó el investigador.
Los negros e indios tienen "culturas corporales en que la maleabilidad, ademanes, la danza, son muy importantes", y favorecen el desarrollo de talentos para deportes como el fútbol, especialmente para el ataque, donde se exige fintas, habilidad y creatividad, señaló Murad.
Pero es curioso que los cinco negros del seleccionado brasileño que ganó la medalla de bronce en Atlanta ejercen funciones defensivas, incluso uno es el arquero.
Joel Rufino dos Santos, un historiador y escritor negro de destacada militancia contra las discriminaciones, cree al revés que la tendencia de exclusión de los pobres se mantendrá en los deportes, incluso en el fútbol.
El deporte en general se convirtió en gran negocio, especialmente para la publicidad, y eso exige "calidad visual, la estetización", argumentó.
Los deportistas protagonizan anuncios en la televisión y revistas, y no se imagina un negro y pobre promoviendo productos de belleza, pañales de niños, ropas de lujo.
"El estilo de nuestro tiempo es estético" y para los publicitarios un negro "ensucia, contamina el producto, su imagen perjudica las ventas", lamentó el escritor.
Como los directores técnicos y administrativos de todos los deportes son blancos y conservadores, en general, su tendencia es también preferir los jugadores de buena apariencia y buen comportamiento, según los valores de las capas medias y ricas, coincidieron Murad y Rufino.
El atletismo, cuyas carreras y saltos no ofrecen perspectivas financieras, permanece un dominio de la aptitud de los negros y abierto a los pobres. En parte también el fútbol, porque se juega en las calles, en los terrenos abandonados de la periferia.
Pero no sucede lo mismo con los deportes practicados en clubes que cobran inscripciones y cuotas mensuales o exigen equipos caros. Solo una política de masificación deportiva podrá superar esa exclusión y desarrollar los talentos naturales de los negros, haciendo de Brasil una potencia olímpica.
Atlanta representó también una denuncia de la discriminación que sufren las mujeres. Las medallas conquistadas en voleibol y basquetbol y el buen desempeño en fútbol de las jugadoras brasileñas provocaron una explosión de alegría y autoafirmación femenina en todo el país y en todas las clases. (FIN/IPS/mo/jc/cr/96