Los niños, muy a menudo blanco de la violencia, son el corazón de la Semana Por la Paz que se desarrolla en Colombia hasta el 7 de septiembre.
La propuesta surgió de la Red de Iniciativas Ciudadanas por la Paz y contra la Guerra, que plantea que "un movimiento vinculante de ciudadanos, como tratamiento y solución no violenta de los conflictos puede empezar a rescatar el sentimiento de los colombianos hacia la búsqueda de alternativas"
"En Colombia hace tiempo que la guerra invadió la vida de la infancia y ésta puede y debe ser considerada, de la manera más radical y prioritaria, como un espacio de acuerdos humanitarios", dice la convocatoria, cuyo símbolo es un papagayo multicolor que evoca la pluralidad étnica y cultural del país.
No es casual que sea la atormentada zona bananera de Urabá, noroeste del país, donde confluyen todos los tipos de violencia, el punto de partida de la jornada. que se iniciará este sábado.
Allí donde el asombro ante el horror no parecía imaginable porque la historia de vendetas entre frentes guerrilleros, paramilitares, organismos del Estado y delincuentes comunes ha dejado miles de muertos en circusntancias escabrosas, un hecho volvió a sobrecoger.
El hecho sucedió el día 21 en una tarde calurosa como casi todas las de esta zona, donde el ambiente húmedo del trópico se pega a la piel con tanta persistencia como el miedo a los espíritus.
Gloria Cuartas, alcaldesa de Apartadó, principal centro urbano del departamento de Urabá, llegó puntual a la cita en la escuela La Cadena del barrio Pueblo Nuevo para iniciar con cien escolares y maestros la campaña "Hagamos juntos la tarea de la paz".
Apenas había trascurrido una hora en la que la mujer, de 152 centímetros de estatura y un temple que intenta mantener a raya a todos los bandos en conflicto, propuso que cada niño escribiera qué creía que se necesitaba para lograr la paz y dibujara una imagen que lo expresara.
De pronto, dos hombres jóvenes con los rostros descubiertos y la mirada retadora "frente a todos fueron a la esquina de un potrero, cogieron a un niño de 12 años y le dieron un golpe en el estómago. Cuando estaba tirado en el piso le cortaron la cabeza con un machete y se la mostraron al resto de los niños".
Con la voz acongojada Cuartas relató que tras el degüello de César Augusto Rivera, el niño que no alcanzó a hacer la tarea, se desató una balacera que duró hasta casi las 6 de la tarde, cuando pudieron pararse y salir.
Ese fue el más horrible pero no el único episodio cruento de ese día en Apartadó. También hubo combates en los barrios La Chinita y Primero de Mayo y en el parque La Martina.
La alcaldesa cree que son los paramilatares que vuelven a pisar duro en la región. Lo advirtió una semana antes, por escrito, a los altos mandos militares: "es una amenaza frontal", dijo.
Pero el general Rito Alejo del Río, comandante de la XVII Brigada, con jurisdicción en la zona, afirma que fue "un coletazo de los narcoterroristas de las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).
Según datos oficiales, existen frentes guerilleros en 500 poblaciones, lo que equivale a decir que también hay bandas paramilitares que se disputan el predominio del territorio.
En Colombia los niños muy a menudo quedan huérfanos cpomo consecuencia de la violencia. Es el caso del niño que por estos días simboliza la campaña Unidos por la Vida, mensaje de paz que emiten conjuntamente los diez telenoticieros nacionales.
El pequeño quedó huérfano el pasado fin de semana en medio de una masacre que dejó 10 muertos en la localidad de Anzá, región de Urabá.
"No más niños en medio de la guerra" es la consigna del breve documental, que también registra la mirada triste de otro pequeño desplazado en las marchas de campesinos cocaleros del sur del país.
"Yo apenas tengo nueve años…vengo con mi papá", dice el niño que las cámaras captaron cuando trataba de escabullirse de una refirega entre soldados y campesinos en protesta.
Y casi niños son los centenares de soldados bachilleres que con apenas seis meses de entrenamiento fueron llevados a la línea de combate para contener la protesta de cultivadores de hoja de coca que cumplió un mes y ha congregado a unos 60.000 labriegos en los departamentos de Caquetá, Guaviare y Putumayo.
Esa vasta porción del territorio, en las cuencas del Amazonas y el Orinoco. donde llegaron desplazados por la violencia política de mediados de siglo miles de colonos que actualmente sólo viven del cultivo ilegal, es un espejo de lo que el actual conflicto va dejando en el resto del país.
Un estudio de la Defensoría del Pueblo auspiciado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y la Fundación privada FES ofrece datos alarmantes.
La investigación cubrió la región de Urabá en la parte que corresponde al departamento de Antioquia, Montería, capital del departamento de Córdoba y punto de confluencia de desplazados de la zona bananera, el área del Magdalena Medio, en el centroeste, y dos zonas periféricas de Bogotá.
En 1994, al verificar la situación de los niños desplazados se constató que de 600.000 personas obligadas a abandonar sus poblados y parcelas a causa del conflicto 72 por ciento eran menores de edad.
Para entonces, según la estadística, 24,6 por ciento eran niñas y 75,4 por ciento niños. Durante el primer semestre de 1995 el número oficial de desplazados había aumentado en 86.152 personas.
"Resulta preocupante -dice el documento- observar cómo las acciones tanto públicas como privadas son puntuales, con impacto mínimo sobre la situación de los desplazados. Consisten por ejemplo en donaciones, pequeños subsidios, albergues temporales, mercados…"
Aunque el panorama es igualmente desalentador en todas las regiones escenario del conflicto, es en Urabá donde los derechos de los niños se transgreden más ostensiblemente.
" La protección para los niños de esta zona es nula (…) No hay garantía para el goce de ninguno de los derechos consagrados en el artículo 44 de la Constitución, ni siquiera el de la vida", señala el informe.
Ese artículo, uno de los más detallados de la Carta Política promulgada en 1991, habla del derecho a la familia, el cuidado, el amor, la educación, la cultura, la recreación y la libre expresión y de la prevalencia de los derechos de los niños sobre los de los demás.
Parece inevitable que en la Semana por la Paz, en la que los niños son el corazón de la campaña, surjan tantas historias de guerra. A ellos se les debe parecer al manido "en un lejano país" con que comienzan tantos cuentos infantiles. (FIN/IPS/mig/dg/pr-ip/96