CUBA: Vacuna contra el sida en proceso definitivo de prueba

Ochenta voluntarios cubanos recibirán en septiembre una vacuna contra el sida (síndrome de deficiencia adquirida) ya ensayada en chimpancés y que aún permanecerá en fase experimental durante cuatro años.

Diez años después de su inserción en la revolución biotecnológica moderna, Cuba anuncia el fin de las pruebas en chimpancés de un compuesto contra el sida y el comienzo de los ensayos con seres humanos.

El preparado se inyectará dentro de dos meses a voluntarios del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de La Habana.

"No hay peligro de contraer la enfermedad, pues inoculamos un virus artificial. O sea, una estructura similar al virus que produce el sida elaborado mediante técnicas de ingeniería genética", explicó Manuel Limonta, director del CIGB.

Limonta es uno de los 80 voluntarios que durante más de cuatro años se sometarán a las cuatro fases clínicas de prueba de la vacuna, programadas para conocer la eficacia real del producto en el ser humano.

Los expertos no han aclarado cómo resolverán el problema de la alta mutabilidad del virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida, y tampoco cómo demostrarán la efectividad de una vacuna sin exponer a los voluntarios al riesgo del contagio.

El silencio que durante varios años rodeó la investigación fue roto a finales de 1994, cuando Gustavo Sierra, jefe del Programa Nacional de Vacunas, anunció que Cuba tendría la vacuna contra el SIDA antes del 2000.

Los pronósticos se basan en la potencialidad de la biotecnología, que desde 1991 logró un alto desarrollo, mientras la economía nacional se hundía.

Según fuentes del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, la industria médico-farmacéutica aportó en los dos últimos años a la economía ingresos por 200 millones de dólares y ocupó el sexto lugar entre las exportaciones del país.

Concebido como un complejo científico-productivo, ese sector dispone de 150 centros de investigación, y el respaldo de más de 100 instalaciones industriales y de 5.000 científicos y técnicos.

Tras la caída de sus aliados socialistas de Europa oriental, el gobierno cubano concedió alta prioridad al área médico- farmacéutica, como parte de una estrategia destinada a diversificar las fuentes de ingreso.

Rosa Elena Simeón, ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, aseguró en abril que "la biotecnología pagó la inversión inicial", aunque no aclaró el costo del esfuerzo realizado.

En 1993, la Oficina de Marcas Comerciales y Patentes de Washington reconoció como patentes cubanas la primera vacuna antimeningocóccica BC en el mundo, la estreptoquinasa recombinante, que bloquea el infarto de miocardio, y la enzima industrial farmaceútica sucrosa invertosa.

Cuba es uno de los mayores productores de la vacuna recombinante contra la hepatitis B, produce interferón para el tratamiento del cáncer, factor de crecimiento epidérmico para la cicatrización de heridas, una amplia gama de anticuerpos monoclonales y el PPG contra el colesterol.

El Instituto Finlay realiza pruebas en humanos de un inmunizante contra la leptospirosis, trabaja en una vacuna contra el cólera e integra el proyecto de la Organización Mundial de la Salud para lograr la llamada vacuna múltiple o ideal para la infancia.

Así, con más de 200 productos, entre los que se incluyen equipos electromédicos de alta precisión, Cuba intenta competir en un mercado selecto y dominado, en lo fundamental, por siete corporaciones transnacionales, la mayoría estadounidenses.

Los analistas consideran la comercialización el mayor desafío para la industria médico-farmacéutica cubana, debido especialmente al bloqueo que Estados Unidos aplica a la isla.

Altos directivos de empresas farmaceúticas de Estados Unidos visitaron Cuba y manifestaron interés por participar en algún tipo de asociación, una vez levantado el bloqueo etadounidense.

La visita se produjo antes de que, el 24 de febrero, la fuerza aérea cubana derribara a dos avionetas de una organización de exiliados, un hecho que precipitó la aprobación en Estados Unidos de la ley Helms-Burton.

La ley Helms-Burton aumenta la presión estadounidense sobre Cuba y vuelve aún más remota la posibilidad de colaboración de compañías farmacéuticas de los dos países.

Por un lado, esa ley amenaza llevar a los tribunales de Estados Unidos a toda empresa que "trafique" con antiguas propiedades de ciudadanos estadounidenses confiscadas por el gobierno cubano.

Y por otro, es difícil optar a favor de la isla cuando Estados Unidos prevalece en el mercado mundial de los productos farmacéuticos.

Sin embargo, no todos piensan así. La York Medical Inc., de Canadá, ha creado empresas mixtas con la industria de Cuba para la obtención de licencias y la comercialización de los productos farmacéuticos cubanos en los países industrializados.

Según David Allan, presidente de York Medical, la firma comercializará el Diramic, un sistema de diagnóstico rápido microbiológico, y la estreptoquinasa recombinante, mientras estudia otros 15 productos.

Para los expertos, el mercado natural y potencial de la industria médico-farmaceútica cubana está en los países en desarrollo.

La oferta cubana podría ser una respuesta a las necesidades que las cíclicas epidemias generan en esos países, como sucedió con la venta de la vacuna contra la meningitis del tipo B en América Latina.

La exportación de medicamentos puede dar lugar a una forma alternativa de pago de deudas cubanas a naciones de América Latina. En menor o mayor cuantía, el gobierno usó esa fórmula ante Brasil, Colombia y Venezuela. (FIN/IPS/da/ff/he/96

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