Si alguien hubiera dicho en Venezuela que el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Michel Camdessus, iba a obrar como intermediario entre economistas, sindicalistas y políticos, y el gobierno, lo habrían considerado desde traidor a la patria hasta enajenado.
Pero, para poder finiquitar de una vez la firma de los acuerdos entre el FMI y el gobierno de Venezuela, el propio funcionario se vio en la necesidad de edificar ese puente.
Camdessus, o alguno de sus asesores, llegaron a la conclusión que el mayor problema que tiene el gobierno venezolano es el de la credibilidad.
Las cifras oficiales no son creíbles y nadie puede asegurar que los máximos representantes del gobierno estén realmente convencidos de las bondades del nuevo plan de ajuste económico conocido como la Agenda Venezuela.
Camdessus se reunió este domingo con 35 economistas y este lunes con los dirigentes de las cuatro centrales sindicales del país, recogiendo objeciones a la Agenda, para transmitírsela al presidente Rafael Caldera y a los ministros de Hacienda, Luis Matos, y de Planificación, Teodoro Petkoff.
Lo que quizá hace apenas unos meses hubiera sido calificado como una injerencia en los asuntos internos del país, hoy es visto por la mayoría de los venezolanos como una acción de buena voluntad del director gerente del FMI.
Guillermo Ortega, de la Universidad Central de Venezuela, señaló que aunque los economistas tenían muchas objeciones a la Agenda Venezuela, la principal radicaba en el corto aliento.
"De no resolverse los problemas estructurales nos veríamos en la necesidad de un nuevo ajuste el año próximo", dijo Ortega.
"No hay forma de abatir la inflación a menos del 10 por ciento en 1997 por la vía del actual ajuste fiscal, debido a que el 60 por ciento de los ingresos de este año provienen de la devaluación y que el próximo habrá que sacarlo de alguna otra variable o de otra devaluación", añadió.
Al FMI parece no importarle mucho ese tema, porque el programa tiene duración de sólo un año, destacó.
Varios economistas señalaron a Camdessus que algunas de las conclusiones extraídas por los técnicos del FMI están basadas en documentos como el presupuesto nacional y las estadísticas oficiales, cuyas cifras no son confiables.
El economista Tobías Nóbrega y el experto petrolero Alberto Quirós Corradi destacaron las dudas generalizadas sobre el verdadero compromiso del gobierno con el plan de ajustes y hubo preocupación sobre el tema fiscal, la eficiencia del gasto público y su reestructuración.
"El FMI no tiene claro qué desea hacer con la política cambiara venezolana" y lo que presentó "es un híbrido total, donde no se vislumbra si van a manejar la tasa de cambio nominal o la real", dijo el economista Emeterio Gómez.
El analista de riesgo cambiario Francisco Faraco señaló que "las reformas estructurales implican un cambio de los privilegios y habrá que ver si la dirigencia política está dispuesta sacrificar sus poderes".
Camdesus reconoció que las medidas inapropiadas tomadas en los dos primeros años del gobierno de Caldera afectó a los sectores que garantizan el progreso a largo plazo, pues cuando se habló de reducción del gasto público se ejecutó sólo en sectores como educación, salud y seguridad.
En este clima, Camdessus preguntó a los 35 economistas con los que se reunió si los eventuales inversionistas podían confiar en el sistema judicial venezolano. Miró uno a uno, pidió que levantaran las manos quienes confiaban en el sistema judicial y se encontró con la sorpresa que nadie movió un dedo.
El director del FMI se reunió también con parlamentarios y, en lugar de repudiar su visita y denunciar su injerencia en los asuntos internos del país como ocurrió en ocasiones anteriores, fue recibido por dirigentes de las cuatro centrales sindicales.
Tras reunirse con la Iglesia Católica, los ministros del área económica, parlamentarios oficialistas y opositores, economistas, sindicalistas y empresarios, Camdessus cumplió con su parte del trato: convencer a los diferentes sectores sociales del país del respaldo del FMI a la Agenda Venezuela.
Con esta visita, el director del FMI trató de borrar cuanto se había dicho de ese organismo multilateral desde 1989, cuando el presidente Carlos Andrés Pérez impulsó un plan de reformas estructurales.
En ese momento, el FMI fue acusado de desconocer las necesidades sociales y preocuparse sólo por las variantes macroeconómicas. Pero esa imagen parece hoy totalmente superada en Venezuela. (FIN/IPS/aa/ag/if/96)