El acercamiento de una serie de países latinoamericanos, como Venezuela y Ecuador, al Mercosur empieza a cambiar el tablero integracionista en el continente, al poner al bloque en el eje de la disputa entre Estados Unidos y Europa.
Además, aceleró el debate sobre una estrategia regional ante los grandes bloques económicos mundiales.
El movimiento de piezas, que ganará un atractivo extra en junio cuando se espera que Chile y Bolivia formalicen su adhesión al bloque formado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, ya no se limita más a las ventajas comerciales a corto plazo, sino tiene que ver con estrategias de largo plazo, a nivel mundial.
Estados Unidos, la locomotora del Area de Libre Comercio de América (ALCA) perece haber perdido parte de su impulso integracionista después que Chile no obtuvo una vía rápida hacia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) y paso a ver el Mercosur como la opción natural en materia de integración.
Por otro lado, los socios del bloque sudamericano también han cambiado su actitud inicial defensiva para salir a la ofensiva en materia de ganar simpatías regionales.
El presidente argentino Carlos Menem en su reciente gira por América Central hizo una apología del Mercosur junto a sus anfitriones y el brasileño Fernando Henrique Cardoso trata de hacer lo mismo en sus constantes viajes por el mundo, en especial en Europa.
El Mercosur, pese a sus conflictos internos, está dejando de ser una tabla de salvación de economías alejadas de los grandes centros financieros para convertirse en alternativa real entre las siete iniciativas subregionales en América Latina y el Caribe, muchas de las cuales aún se encuentran en etapa retórica.
El bloque sudamericano también ha desarrollado un sólido conjunto de acuerdos con la Unión Europea, que la pone en ventaja sobre Estados Unidos en materia de ingeniería integracionista.
Esto empieza a provocar discretos roces con Washington, que intenta subordinar el Mercosur a la creación de un mercado común de Alaska a la Patagonia, lanzada por el ex presidente George Bush en 1990 y confirmada en la cumbre de Miami en 1994.
La propuesta, más conocida hoy por su sigla ALCA, pone el bloque sudamericano en el centro de la competencia entre Europa y Estados Unidos.
Esa coyuntura hará que pasadas las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos, la presión de Washington sobre América Latina aumente considerablemente.
Todo indica que la estrategia estadounidense consistirá en explorar los problemas internos de bloques, como el Mercosur, para debilitar su poder de atracción sobre otros países.
Polémicas como la del caso de los textiles entre Brasil, Uruguay y Paraguay cobran transcendencia en un contexto más amplio y constituyen un reto a la capacidad negociadora de las partes en conflicto, principalmente en la administración de demandas domésticas en un cuadro regional.
Los estrategas comerciales norteamericanos también pasarán a usar su influencia en la Organizacion Mundial de Comercio para presionar a los que intenten escapar a la influencia de Washington.
En ese proceso, la definición de agendas y de plazos entre el Mercosur y la ALCA será el tema más caliente. (FIN/IPS/cc/ag/if/96)