HABITAT: Agua, recurso esquivo en ciudades de América Latina

Noventa de cada 100 habitantes urbanos de América Latina acceden al agua potable, pero ese recurso se hace cada vez más esquivo para quienes viven en grandes capitales.

A menudo el líquido está disponible, pero en ríos o estanques y no en los grifos, porque el sistema literalmente hace agua por infinidad de escollos y roturas, coincidieron informes recogidos por oficinas de IPS en toda la región.

Por otra parte, el saneamiento de desechos, aguas servidas incluídas, está disponible para 80 de cada 100 habitantes urbanos en la región, aunque la falta de tratamiento se agrega como factor de contaminación.

La segunda Conferencia de las Naciones unidas sobre Asentamientos Humanos (Habitat-II), que se realizará en Estambul del 3 al 14 de junio, cotejará a nivel planetario indicadores urbanos como desarrollo socioeconómico, infraestructura, transporte, gobierno local y gestión ambiental.

Esta última se refiere a la mitigación de desastres, manejo de desechos sólidos y el problema del agua, que por su carácter de esencial para la vida suele imponerse sobre otros temas urbanos.

Las ciudades latinoamericanas, especialmente las más grandes, nacieron en la época colonial junto a fuentes de agua abundantes que, con el crecimiento de la población, se hicieron insuficientes, pese a obras de ingeniería cada vez más costosas.

En los 24 grandes centros urbanos de ARGENTINA, por ejemplo, 15 por ciento de las viviendas carecen de agua potable, un problema que afecta a 2,7 de los 33 millones de habitantes de ese país, y en Buenos Aires, están sin agua 327.000 hogares (1,7 millones de personas).

La principal fuente de Buenos Aires es el Río de la Plata, que surte agua potable a base de enormes dosis de cloro y con frecuentes cortes por fallas de presión y otros defectos del sistema. En cuanto a aguas negras, uno de cada tres argentinos no accede a cloacas o depósitos sépticos.

En BRASIL, las grandes ciudades fueron construidas junto a fuentes de agua abundante, excepto Sao Paulo, donde el líquido escasea y barrios eteros, con millones de personas, viven bajo racionamiento en la época seca.

Por el deterioro de la red, en Sao Paulo se perdía el año pasado 44 por ciento del agua bombeada, y algunas ciudades brasileñas crecen mucho más rápido que la capacidad de expansión de la red que, sin embargo, llega a 71 por ciento de los domicilios urbanos en todo el país.

En cambio, la red de aguas servidas apenas llega a 35,3 por ciento de los domicilios urbanos brasileños, y el desagüe inadecuado convirtió en inmensas cloacas la bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, y varios ríos del estado de Sao Paulo.

Hay un conducto en Río de Janeiro que lleva aguas servidas hasta alta mar y en Sao Paulo, proyectos de saneamiento gigantescos y costosos. En la sureña ciudad de Porto Alegre, de participación popular directa en la elaboración del presupuesto municipal, la primera prioridad suele ser el saneamiento.

En COLOMBIA, la escasa infraestructura ha dejado a sólo 62 por ciento de habitantes urbanos con agua potable, con pérdidas de 26 a 52 por ciento por fallas en el servicio. Teóricamente, los acueductos llegan donde viven 76 por ciento de los colombianos de hábitat urbano.

En muchas ciudades las fuentes están alejadas, y para Santafé de Bogotá hay tomas como la de la represa Chingaza, cuyo producto llega a través de un túnel que atraviesa la cordillera andina.

Un informe gubernamental dice que sólo nueve por ciento de los municipios colombianos poseen sistemas adecuados para disponer los desechos sólidos, por lo que la población, que suele recibir el agua "potable" desde los mismos ríos utilizados de vertedero, hierve el agua que consume.

En MEXICO, la capital entrega agua a 72 por ciento de sus 20 millones de habitantes, a partir de dos ríos (30 por ciento) y 1.200 pozos subterráneos (70 por ciento), y quienes no la reciben carecen de instalaciones para conectarse a la red.

Dos son los problemas destacados en México: la disposición de las aguas servidas y el hundimiento de la capital entre seis y siete centímetros cada año por la acción de los pozos excavados en una vieja área lacustre y proclive a sismos.

Veintiseis por ciento de la contaminación de las aguas se debe a las descargas municipales que, junto con otros orígenes (desechos agroquímicos y de metalurgia) suman 7,3 kilómetros cúbicos de agua residual, sobre todo en mantos superficiales sin tratamiento alguno.

Lima, capital de PERU, consigue para sus siete millones de habitantes 31,5 metros cúbicos de agua por segundo, cantidad insuficiente y de la que cerca de 40 por ciento se pierde por mala distribución.

En las zonas residenciales, el abastecimiento llega a 275 litros diarios por persona, un volumen que calza con estándares internacionales aceptados. Pero en las barriadas de alta densidad de población, sujetas a racionamiento, se reciben sólo 65 litros de agua por persona al día.

Además, 35 por ciento de los limeños carecen de conexión domiciliaria a la red de agua declarada como potable, aunque desde la epidemia de cólera hace pocos años en las zonas residenciales, se la hierve antes de tomarla.

El alcantarillado para aguas servidas abarca una extensión similar a la red de agua potable, y sólo una muy pequeña porción va a una experimental laguna de oxidación.

En Lima hay multimillonarios proyectos para desalinizar agua del mar usando energía nuclear y desviar hacia el Pacífico el río Mantaro, que lleva aguas al Amazonas, pero no han prosperado.

En VENEZUELA, 81 por ciento de la población accede a agua potable, pero varias ciudades, y notoriamente la capital, Caracas, acusan escasez por la insuficiencia de los 18 metros por segundo que pueden traer las tuberías y el mal común de la región que es el desperdicio en las tuberías.

Caracas se resiente además de la falta de una autoridad única – tiene dos goberaciones y una docena de alcaldías en su área metropolitana- con la cual organismos multilaterales puedan entenderse para financiar la modernización de la red.

Estudios del Ministerio del Ambiente destacan que 80 por ciento de la población de Venezuela se asienta en la faja norte-costera, donde está sólo cinco por ciento del agua dulce, y en el caso de Caracas obliga a traer el recurso desde lejanos ríos.

Salvo una gran planta de cerveza, las industrias no suelen tratar sus aguas residuales y una de las tomas de agua para los caraqueños, en el vecino río Tuy, presenta niveles desaconsejables de contaminación.

Como en México, un terremoto en Caracas podría causar severos daños en las construcciones informales de las barriadas populares, por la falta de medidas antisísmicas y la horadación del suelo por el drenaje impropio de las aguas negras.

El agua no se ha integrado bien al paisaje urbano latinoamericano: es un recurso esquivo. (FIN/IPS/hm/ff/en/96)

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