Cual Cid Campeador, el senador derechista Jaime Guzmán acaba de obtener en Chile después de muerto su más importante victoria, con el rechazo en la cámara alta a las reformas constitucionales propuestas por el presidente Eduardo Frei.
Guzmán, asesinado por un comando de extrema izquierda el 1 de abril de 1991, delineó como redactor de la Constitución de 1980 los complejos mecanismos que impidieron al oficialismo alcanzar las mayorías necesarias para las reformas en la votación de este jueves.
Fracasó así, al menos temporalmente, el paquete de ocho enmiendas que postulaba, como puntos centrales, la eliminación a partir de 1998 de los senadores designados y cambios en la composición del Consejo Nacional de Seguridad y del Tribunal Constitucional.
Las exigencias de dos tercios de los 46 senadores, en algunos casos, y de tres quintos en otros, hicieron infructuoso el apoyo de los cuatro senadores del derechista Partido Renovación Nacional (PRN) que sumaron sus votos a los de los 21 de la coalición gobernante.
El alma de Guzmán pareció flotar sobre el salón de plenarios del Senado en la sede del Congreso en Valparaíso, 120 kilómetros al oeste de Santiago, para materializarse en la defensa de la Carta Fundamental heredada de la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-90).
En esta defensa coincidieron 21 miembros de la cámara alta: siete del PRN, dos independientes de derecha, tres de la Unión Demócrata Independiente (UDI), uno de la Unión de Centro-Centro Progresista (UCCP) y los ocho senadores designados por Pinochet.
En una casual y emblemática coincidencia, el martes, en vísperas de la votación en el Senado, el juez Alfredo Pffeifer resolvió reabrir el proceso por el asesinato de Guzmán, cerrado en 1994, tras revelaciones de un ex comisario sobre una supuesta "conexión cubana" en el crimen.
Guzmán, principal asesor de Pinochet en materias de derecho constitucional y fundador de la UDI, volvió así al primer plano a cinco años de su muerte, en una coyuntura en que se juega no sólo el futuro institucional del país, sino también y fundamentalmente el destino de la derecha.
Y es que a la postre, la votación de este jueves puede derivar en un triunfo a lo Pirro para el "pinochetismo" en tanto se perfila como detonante de la crisis interna que se arrastra en el PRN y que repercute sobre toda la oposición derechista.
El liberal presidente del PRN, el joven diputado Andrés Allamand, convocó para el día 27 a un Consejo General que sería un "ajuste de cuentas" con los siete senadores "duros" que desconocieron el acuerdo con el gobierno para apoyar las reformas.
No se descarta que la crisis del PRN, fuerza mayoritaria de la derecha, concluya en un quiebre de ese partido creado en 1987, en cuyo seno han convivido en permanente tensión los liberales modernistas y los seguidores de Pinochet.
El fracaso temporal de las reformas revela no sólo la efectividad de los mecanismos de "equilibrio institucional" trazados en 1980, como las mayorías calificadas y los propios senadores designados, sino también la gravitación del ex dictador al interior de la derecha chilena.
Los "poderes fácticos", como los definiera en una ocasión el propio Allamand aludiendo a las Fuerzas Armadas y grupos empresariales, consiguieron en esta oportunidad frustrar las reformas que, según encuestas, son respaldadas por casi 70 por ciento de la ciudadanía.
El quiebre que se perfila en el PRN entre liberales y "pinochetistas" puede proyectarse al mundo empresarial, donde conviven modernistas que aspiran a un marco mayormente democrático, con conservadores que ligan su suerte a la preservación de una institucionalidad autoritaria.
En el ámbito político, el primer damnificado de este episodio sería el pacto Unión por Chile, acuerdo electoral que reuné al PRN, la UDI y la UCCP para enfrentar a la oficialista Concertación por la Democracia.
La programación para el 28 de octubre próximo de elecciones municipales obligará a los tres partidos derechistas a un tratamiento relativamente rápido de sus diferencias para resolver su futuro electoral.
Como opciones, sólo se vislumbran un reagrupamiento derechista en nombre del pragmatismo, que oculte las profundas diferencias, o, al contrario, una definitiva separación de aguas entre liberales y "pinochetistas".
El gobierno y la coalición oficialista aparecen por el momento obligados a esperar el curso de los acontecimientos en la oposición para definir sus futuros movimientos en el plano legislativo.
El Consejo General extraordinario del PRN de fines de este mes aparece así como un hito para el conjunto del espectro político que abre desde hoy una nueva fase de suspenso, una vez cerrada la expectativa que Frei inauguró en agosto de 1995 cuando planteó las reformas.
Si bien el balón está ahora en el campo de la derecha, el gobierno debe asumir también autocríticamente el desgaste de estos siete meses de negociaciones con Allamand que no fructificaron en la aprobación de las enmiendas.
Frei y su equipo tendrán que delinear minuciosamente la estrategia para "reciclar" las reformas a través de la Cámara de Diputados, donde pese a la holgada mayoría oficialista de 70 sobre 120 diputados, no se alcanza a superar las vallas de las mayorías especiales requeridas.
Todos en Chile, aún la derecha más militarizada, saben que las reformas se impondrán con el tiempo, porque por ejemplo si siguen existiendo los senadores designados, en 1998 el gobierno podrá reemplazar a los actuales ganando mayoría en la cámara alta.
También en marzo de 1998 finaliza el extenso período de Pinochet como comandante del Ejército, lo cual tendrá innegables efectos políticos con el previsible retiro de escena del ex dictador, que para entonces tendrá 82 años de edad.
El problema para Frei y la gobernante coalición de centro- izquierda está en que esa espera de dos años es demasiado larga para un país en que se advierten crecientes y preocupantes síntomas de descrédito de la democracia, sobre todo entre los jóvenes. (FIN/IPS/ggr/jc/ip/96)
