La gran frustración de los Juegos Olímpicos que se inaugurarán en la ciudad brasileña de Río de Janeiro el 5 de agosto será el incumplimiento de metas y promesas de saneamiento ambiental de sus cuerpos de agua.
Se perdió la oportunidad de darle un empuje decisivo a la descontaminación de la emblemática bahía de Guanabara y de las lagunas de la ciudad, tal como establecía el plan con que la ciudad ganó ser la sede de los Juegos Olímpicos 2016.
Es un fracaso que posiblemente tendrá escasa repercusión para residentes y visitantes, ante la mayor visibilidad de los proyectos de transporte urbano y revitalización del centro carioca.
Lo sucedido confirma una tradición nacional de relegar el saneamiento en las prioridades gubernamentales. Hasta ahora, solo la mitad de la población brasileña cuenta con alcantarillado y una pequeña parte de lo que transporta es tratada.
“El ambiente no paga impuestos y tampoco vota, por lo tanto no despierta la atención de nuestros líderes políticos ni de la sociedad”, se quejó el biólogo Mario Moscatelli, connotado activista del tema hídrico en Río de Janeiro.
Ni tan siquiera la laguna Jacarepaguá, en cuya orilla se construyó el Parque Olímpico, corazón de los Juegos de la XXXI Olimpiada de la era moderna, en la Zona Oeste de la ciudad, fue debidamente tratada. Los ríos y arroyos siguen echándole agua sucia todo el tiempo, señaló a IPS.
El aeropuerto internacional Antonio Carlos Jobim, también conocido como Galeão, donde aterrizará la mayoría de los atletas y aficionados extranjeros para participar en los Juegos, está en una de las partes más contaminadas de la bahía de Guanabara, aunque los visitantes no alcancen a notarlo.
Ubicado en la punta oeste de la isla del Gobernador, donde vivían 212.754 personas en 2010 según el censo oficial, el aeropuerto tiene la vecindad de canales a los que se vierten desagües sin tratamiento y la basura de millones de residentes de barrios y ciudades del continente, a través de ríos convertidos en cloacas.
Por la carretera hacia el sur que lleva al centro de la ciudad se puede vislumbrar el canal de Fundão, de aguas negras y mal olor, que persisten pese a un reciente dragado por lo que le llega del conectado canal de Cunha.
En Cunha convergen los desechos de cinco ríos que cruzan barrios muy poblados, incluidas varias “favelas” (asentamientos pobres y hacinados) e industrias.
Detrás del Galeão, al norte, el barrio de pescadores de Tubiacanga, sintetiza las tragedias ambientales de la bahía de Guanabara, que engloba 412 kilómetros cuadrados y se extiende entre los barrios de Copacabana e Itaipu.
“Teníamos siete u ocho metros de profundidad, ahora en la marea baja uno puede caminar con el agua por el pecho” en la parte más angosta del canal entre la isla del Gobernador y Duque de Caxias, la cercana ciudad en tierra firme, comparó a IPS el pescador Sergio Souza dos Santos, de 66 años, dos tercios vividos en Tubiacanga.
La sedimentación por aterramientos, el fango traído por los ríos y la basura redujo la profundidad de la bahía, explicó.
“Tubiacanga queda en un encuentro de las aguas sucias, la de las mareas que sube desde la entrada de la bahía incluso por varios canales, incluso el de Fundão, y la de los ríos. Eso acumula sedimentos y basura delante del barrio”, cuya playa de arenas blancas se convirtió en lodazal y vertedero de basura en pocas décadas, lamentó.
Guanabara recibe 90 toneladas de basura y 18.000 litros de agua servida sin tratamiento cada día, principalmente a través de los 55 ríos y canales que desembocan en sus aguas, destacó Sergio Ricardo de Lima, ecólogo fundador del Movimiento Bahía Viva.
Descontaminar 80 por ciento de los efluentes arrojados en la bahía fue la meta anunciada en el proyecto olímpico. Se alcanzó 55 por ciento, aseguró el ministro de Deportes, Leonardo Picciani, en un encuentro con periodistas extranjeros el 7 de julio.
“Solo creo en lo que veo, de los 55 ríos de la cuenca, 49 se convirtieron en cauces de desagüe sin vida”, dudó Moscatelli, que dio voz así al escepticismo de los ambientalistas.
La meta de 80 por ciento no era realista, descontaminar totalmente la bahía exigirá de 25 a 30 años, con inversiones equivalentes a 6.000 millones de dólares en saneamiento, admitió André Correa, secretario de Ambiente del estado de Rio de Janeiro, al inaugurar el 20 de julio una “ecobarrera” en el río Merití, una de las vías de contaminación.
Las ecobarreras, unas boyas encadenadas que retienen la basura flotante, constituyen una medida de emergencia para asegurar que los deportes náuticos de los Juegos puedan realizarse en algunos puntos de la bahía. Ecobarcos recogen la basura retenida para enviarla a su reciclaje.
Las 17 ecobarreras prometidas son insuficientes y para su mejor eficacia tendrían que instalarse donde se concentra la basura flotante, como en Tubiacanga, no cerca de la entrada de la bahía donde tendrán lugar las competiciones náuticas, criticó Lima.
Su implantación en el rio Merití atiende a ese criterio del ambientalista. Pero se trata de una “acción paliativa”, la solución es promover la recolección selectiva en las fuentes, es decir en las residencias, comercio e industria, y reciclar el máximo de los residuos sólidos, como establece una ley al respecto, aprobada en 2010.
“Actualmente solo se recicla uno por ciento de la basura de la Región Metropolitana de Rio de Janeiro”, que tiene 12 millones de habitantes, observó Lima.
La descontaminación de la bahía de Guanabara es un viejo anhelo. Fue la meta de un proyecto iniciado en 1995 y que ya costó el equivalente a 3.000 millones de dólares al cambio actual. Pero no se evitó el deterioro ambiental del agua y las playas locales.[related_articles]
Ocho estaciones de tratamiento de desagüe (ETE, en portugués) fueron construidas o ampliadas para mejorar la calidad de su agua. Pero siempre operaron con pequeña parte de su capacidad, porque no se construyeron los troncos recolectores necesarios para recoger las aguas servidas y llevarlas a las ETE, según Lima.
La contaminación de la bahía se agrava por los derrames de petróleo. Además de una refinería y un polo petroquímico instalados en las orillas, en Duque de Caxias, en todo el frente del barrio de Tubiacanga, la bahía es crecientemente cruzada por ductos que transportan el crudo, derivados y gas.
Hasta hoy en día se sienten los daños de un gran derrame de petróleo ocurrido en enero de 2000, que tuvo un impacto directo en Tubiacanga y en la captura de sus pescadores.
“Los que más sufrimos las consecuencias de la contaminación y mejor conocemos la Bahía, los pescadores, no somos oídos, estamos acorralados, amenazados de extinción”, concluyó Souza dos Santos, que alienta sus cuatro hijos a abandonar el oficio de la pesca.