Petroleras ya sabían daño del CO2 cuando financiaban a escépticos

Exxon fue responsable en 1989 del derrame de petróleo del tanquero Exxon Valdez en Alaska, lo que constituyó su mayor tragedia ambiental. En la imagen, la afectada Bahía de Chenega. Crédito: ARLIS Reference.
Exxon fue responsable en 1989 del derrame de petróleo del tanquero Exxon Valdez en Alaska, lo que constituyó su mayor tragedia ambiental. En la imagen, la afectada Bahía de Chenega. Crédito: ARLIS Reference.

Durante décadas, las principales compañías petroleras estadounidenses y europeas tenían conocimiento de que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocan el calentamiento global, mientras destinaban millones de dólares para financiar a científicos que niegan el cambio climático.

Al menos desde 1981, más de una década antes de la primera reunión de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), los ejecutivos de la actual ExxonMobil reconocieron la conexión entre los combustibles fósiles y el cambio climático.

La revelación emerge en el informe “Climate Deception Dossiers”, publicado por la no gubernamental Unión de Científicos Sensibilizados (UCS), con sede en Washington, que explora las tácticas de transnacionales como ExxonMobil, Shell, Peabody Energy, Chevron y Conoco-Phillips para desacreditar la ciencia climática.[pullquote]3[/pullquote]

“Ellos ya estaban considerando los riesgos del cambio climático al tomar decisiones empresariales en 1981 y 34 años después continúan mintiéndole a la gente y desacreditando la ciencia climática”, dijo a IPS una de las autoras del estudio, Nancy Cola, directora de campañas del Programa de Clima y Energía de UCS.

Los dossiers analizados mostraron como Exxon y otras petroleras financiaron una amplia campaña de desinformación, que incluyó científicos escépticos del cambio climático, centros de investigación conservadores y firmas de relaciones públicas, con evidencias que llegan hasta los primeros meses del 2015.

“Su objetivo era vender duda. Ellos no tienen que rebatir la ciencia climática, solo hacer creer a la gente que no hay consenso”, explicó Cole.

Uno de esos escépticos es Wei-Hock “Willie” Soon, un ingeniero afiliado al Centro de Astrofísica del Harvard-Smithsonian, quien recibió más de 1,2 millones de dólares de las petroleras entre 2001 y 2012 y cuyo salario y presupuesto de investigación dependía exclusivamente de estos fondos, según UCS.

Durante años, la investigación académica de Soon sobreestimó altamente la influencia del sol en el calentamiento global, lo que desacreditaron sistemáticamente colegas, revistas científicas y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.

Pero sus tesis han sido usadas por políticos y las propias petroleras quebrar el consenso climático.

Un correo electrónico  enviado en 2014 por el científico climático Lenny Bernstein, empleado de Exxon en la década de los 80, reveló que la compañía reconocía desde 1981 la complejidad de las emisiones de CO2.

La compañía decidió no explorar el campo de gas de Natuna, en Indonesia, por la gran cantidad de dióxido de carbono y el potencial de futuras regulaciones.

De haber sido explotado, el campo hubiera sido la fuente individual de calentamiento global más grande del mundo en su momento, en 1981, porque hubiese representado uno por ciento de las emisiones mundiales de ese año.

“En 1981, Exxon debía entender el potencial sobre preocupaciones del cambio climático que podrían implicar regulaciones que afectarían Natuna y otros proyectos”, detalló Bernstein, un veterano de casi 30 años en la industria.

El informe completo de UCS incluye más de 330 páginas de documentos que salieron de 85 informes internos de las compañías y las asociaciones empresariales, realizados a lo largo de 27 años.

Por ejemplo, durante la discusión en 2009 en Estados Unidos de la Ley de Energía Limpia y Seguridad, que proponía una reducción federal de las emisiones, la Coalición Americana para la Electricidad de Carbón Limpio contrató una firma de relaciones públicas que envió cartas falsas de diversas organizaciones a los legisladores para que rechazaran la norma.

Una berma de arena en la costa del estado de Luisiana, en Estados Unidos, entre las muchas construidas en para contener los efectos del derrame de petróleo de 2010 en el Golfo de México, de la compañía British Petroleum. Crédito: Erika Blumenfield /IPS
Una berma de arena en la costa del estado de Luisiana, en Estados Unidos, entre las muchas construidas en para contener los efectos del derrame de petróleo de 2010 en el Golfo de México, de la compañía British Petroleum. Crédito: Erika Blumenfield /IPS

Otro protagonista en el reporte es el Instituto Americano del Petróleo (API, en inglés), autodenominado la “única asociación nacional que representa todos los aspectos de la industria del petróleo y gas natural en Estados Unidos”.

Un documento interno de API de 1998 define los detalles de una estrategia para enfrentar la creciente ciencia climática y hablaba explícitamente de confundir y desinformar al público, mediante el financiamiento de científicos escépticos y otras tácticas, para llegar a maestros y estudiantes en todas las escuelas de Estados Unidos.

El texto establece que su victoria llegará cuando “los ciudadanos normales ‘comprendan’ la incertidumbre de la ciencia climática”. IPS escribió a API para conocer su posición, pero no recibió respuesta.

Este modus operandi replica el utilizado por las compañías tabacaleras, de acuerdo con el exabogado del Departamento de Justicia estadounidense, Sharon Eubanks, quien lideró exitosamente litigios contra estas empresas.

“Es como lo que descubrimos con el tabaco, cuanto más retrases la fecha en que se conozca el daño, más tiempo demoras los remedios y más gente se ve afectada”, dijo Eubanks al sitio digital Desmog.

En esto coincide con Katherine Sawyer, la responsable climática internacional de la no gubernamental Corporate Accountability International, que vigila el comportamiento de corporaciones en todo el mundo.

“No dejaríamos que la industria tabacalera cree las políticas públicas de fumado, entonces ¿por qué permitimos a las petroleras generar esa política en cambio climático?, dijo Sawyer a IPS, en referencia a su participación en las conferencias y procesos de la CMNUCC.

Algunas empresas petroleras parecen querer contribuir a una solución, al menos públicamente.

Seis grandes compañías europeas (Shell, BP, Total, Statoil, BG Group y Eni) enviaron una carta a la CMNUCC y al gobierno francés declarando que ellas podrían tomar una acción climática más rápida, si los gobiernos consolidaran un sistema mundial entrelazado de precios de carbono.[related_articles]

“Si los gobiernos acuerdan un precio sobre el carbono, esto desalienta las opciones altas en carbono y promueve los mecanismos más eficientes para reducir emisiones”, dice la carta.

Pero la oposición que la industria petrolera ha mostrado por décadas erosionó su credibilidad entre los científicos, los activistas y buena parte de la población.

“Durante veinte años, las principales empresas contaminantes del mundo han ralentizado el proceso en la CMNUCC mediante una influencia indebida sobre ese proceso”, explicó Sawyer.

Eso lo han promovido, con tácticas que van “desde su realización de lobby hasta el patrocinio de las propias negociaciones”, detalló.

Como ejemplo, recordó Sawyer  recordó que en la decisiva 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la CMNUCC, que se celebrará en París en diciembre, tendrá el patrocinio de corporaciones como EDF y Engie, cuyas operaciones de carbono equivalen a la mitad de todas las emisiones en Francia.

“Para que el proceso de la CMNUCC pueda crear las políticas significativas que nuestro planeta requiere, los negociadores tienen que sacar a los grandes contaminadores”, sentenció.

La imagen y el atractivo financiero actual de las compañías petroleras está golpeado, tras años de campañas de grupos de desinversión y organizaciones que promueven descartar acciones, bonos o fondos de inversión vinculados con industrias pesadas en emisión de CO2,  como las de carbón, petróleo y gas natural.

“Definitivamente siento que el movimiento de desinversión en combustibles fósiles es una lucha de David contra Goliat. Pero esa historia tiene una particularidad: sabemos cómo terminó”, dijo a IPS la activista Perri Hasher, coordinadora de la campaña de desinversión en la estadounidense Universidad Darmouth.

Un informe de 2013 determinó que 90 empresas, 50 de ellas cotizadas en bolsas de valores, eran responsables por casi dos terceras partes de las emisiones industriales de todo el mundo durante los últimos dos siglos.

Que algunas de estas compañías supieran del riesgo de las emisiones de CO2 ya en 1980 se hace doblemente relevante al considerar que la mitad de todas las emisiones de carbono desde 1750 se liberaron después de 1988.

Editado por Estrella Gutiérrez

 

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