Ante el desafío de producir más alimentos en un clima cambiante, agricultores de Cuba diseñan alternativas como sembrar variedades resistentes y garantizar el abastecimiento de agua para llenar las mesas familiares durante tiempos secos, de huracanes o lluvias.
Defensor de la biodiversidad, el campesino Rafael González, de la Cooperativa de Créditos y Servicios Ignacio Pérez Rivas, aseguró a IPS que, "si viene la sequía, tenemos viandas y frutas que se adaptan a esas condiciones, y si viene un temporal, contamos con otras variedades para ese período".
Cuando se acerca la temporada de huracanes, este productor del municipio de Manicaragua, en las montañas del Escambray, aconseja "tener árboles de frutas como el tamarindo y la guayaba, plantaciones de plátanos de varios tamaños y viandas como el boniato, la calabaza, el ñame y la malanga, que resisten los vientos y las lluvias".
En esta localidad de la provincia de Villa Clara, a 268 kilómetros de La Habana, tenemos cultivos como la "guayaba, el aguacate y la naranja, que se adaptan a la sequía", indicó González. Otra de las estrategias de los más de 120 agricultores de su cooperativa consiste en "volver a los cultivos tradicionales de la zona".
Por su importancia para elevar la producción de alimentos, centros de investigación agrícola en Cuba impulsaron desde fines de los años 80 los primeros estudios sobre mejoramiento de semillas que rindieran frutos en condiciones climáticas adversas. Hoy constituye un rubro de casi todas las instituciones de este tipo en el país.
[related_articles]
Una parte del campesinado logra su propio set de semillas para obtener buenas cosechas en condiciones ambientales difíciles. Esta iniciativa la impulsan proyectos como al que pertenece González, el Programa de Innovación Agrícola Local, que con apoyo de la cooperación internacional ha beneficiado a unas 50.000 personas.
La adaptación de la agricultura al recalentamiento global se suma a otros retos del sector, sujeto a transformaciones desde 2007 para mejorar la productividad y sustituir importaciones. Cuba gastó en 2011 alrededor de 1.500 millones de dólares en la importación de alimentos para los 11,2 millones de habitantes del país.
Mientras, los cambios extremos del clima son visibles para gente del campo como Esther Caballero. "Hay mucha sequía en algunos períodos y en otros llueve mucho", comentó a IPS esta agricultora de Jibacoa, un pueblo de Manicaragua.
Durante la segunda mitad del siglo XX, la temperatura anual promedio del aire en Cuba subió 0,5 grados y aumentó la frecuencia de fuertes lluvias, tormentas y sequías locales severas, según el informe titulado "El Caribe y el cambio climático. Los costos de la inacción" realizado en 2008 por la Universidad estadounidense de Tufts.
Se desconoce si aumentará el número de ciclones en el Caribe, apunta el meteorólogo José Rubiera, pero sí tenderán a ser más intensos. "Serían alrededor de 12 por ciento más lluviosos por cada grado de incremento en la temperatura", prevé el experto en un artículo entregado a IPS sobre la reducción del riesgo mediante una estrategia de adaptación.
Un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe indicó en 2009 que, "históricamente, la agricultura ha podido adaptarse a los cambios paulatinos del clima, pero los fenómenos extremos representan una gran amenaza para este sector". Por ello, se tornará más adversa la seguridad alimentaria de países caribeños y del resto de América Latina.
Ya la población cubana vio languidecer su canasta básica en 2008 por tres devastadores huracanes, que encendieron la alarma sobre el posible gran impacto de fenómenos meteorológicos. Gustav, Ike y Paloma dejaron las afectaciones económicas más grandes de la historia del país, estimadas en 10.000 millones de dólares.
Dos de estos meteoros azotaron entonces al territorio de Pinar del Río, a 157 kilómetros de La Habana. De esos difíciles días, el investigador Carlos Lopetegui recordó a IPS que "no quedó un platanar en la provincia". Gracias a la disponibilidad de una biofábrica, abundó, se obtuvieron aceleradamente semillas para recuperar el cultivo.
Esa iniciativa, uno de los rubros del Programa de Apoyo Local a la Modernización del sector Agropecuario (Palma), permite, "cuando haya un evento extremo, suplir la necesidad de una producción rápida en caso de quedarse sin plantaciones", detalló Lopetegui, coordinador general del proyecto en esa provincia.
El Palma arrancó en 2009 con financiamiento de la Unión Europea para capitalizar el sector agropecuario y producir más alimentos. Aunque resulta muy abarcador, incluye un enfoque agroecológico sostenible y acciones de adaptación al cambio climático como el uso eficiente del agua, señaló Maruchi Alonso, su coordinadora nacional.
"Pinar del Río está expuesta a prolongados períodos de sequía. Por lo general, la ruptura de estos ha sido un ciclón, es decir, se va de un evento extremo a otro", puntualizó Lopetegui. A causa de la sequía, Pinar del Río perdió en 2011 unas 1.354 hectáreas de arroz, un alimento básico en la dieta cubana.
Uno de los principales beneficios del Palma para el territorio consiste en la entrega de sistemas de riego a productores. Antes de instalarlos, se analizan "las condiciones específicas de las fuentes de abasto para hacer un uso eficiente del recurso hídrico" de cara al período poco lluvioso que abarca de noviembre a abril.
En asentamientos montañosos pinareños, como el de Puerto Escondido en el municipio de La Palma, lagunas artificiales parecen adornar las parcelas. Pero cumplen el objetivo de almacenar agua durante la etapa lluviosa. Agricultores con más recursos asumen el costo del alquilar una excavadora para hacer un hueco más hondo.
Hay quien logra colocar una turbina y así regar con más facilidad sus plantaciones. "Casi todo el mundo intenta tener una", indicó a IPS el joven ingeniero agrónomo de esa comunidad Roiber Pimentel, mientras abreva a sus bueyes en su pequeño lago, fruto de la tradición local para guardar el tan escaso recurso.
*Con aportes de Patricia Grogg