PAKISTÁN: Trabajadores humanitarios en peligro

El secuestro del representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en Pakistán, John Solecki, agravó en las organizaciones humanitarias la sensación de que su labor es cada vez más peligrosa.

Solecki, de nacionalidad estadounidense, fue secuestrado en Quetta, en la sudoccidental provincia pakistaní de Baluchistán, el 2 de este mes, cuando se dirigía a su trabajo. Desconocidos dispararon contra el vehículo en el que viajaba y mataron a su chofer.

Los secuestradores, del poco conocido Frente Unido de Liberación de Baluchistán, amenazaron el día 13, a través de un vídeo, con matar a Solecki en 72 horas si las agencias de seguridad pakistaníes no liberaban a 141 mujeres de su comunidad detenidas. Luego, extendieron el plazo.

Las imágenes mostraban a Solecki, con los ojos vendados, urgiendo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a negociar su liberación. "No me siento bien. Estoy enfermo y en dificultades. Por favor ayuden a resolver pronto el problema para que me dejen en libertad", señaló.

El secuestro de Solecki fue la tercera agresión en los últimos meses contra extranjeros que trabajan en la zona noroccidental del país, en la frontera con Afganistán.
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El movimiento islamista afgano Talibán mostraron el día 9 en un vídeo la decapitación del geólogo polaco Piotr Stanczak, de 42 años, motivada por la negación del gobierno pakistaní a liberar a 30 combatientes. Los secuestradores ahora exigen 200.000 dólares para devolver el cuerpo.

Los insurgentes reclaman la liberación de Omar Saeed Sheikh, condenado por la muerte en 2002 del periodista estadounidense Daniel Pearl, corresponsal del diario The Wall Street Journal. Fue decapitado en esta meridional ciudad portuaria. Imágenes del horripilante acto fueron difundidas, también en vídeo.

En noviembre fue asesinado de un tiro el estadounidense Stephan Vance, funcionario del Programa Conjunto de las Naciones Unidas contra el VIH/sida (Onusida), fuera de su casa en Peshawar, capital de la Provincia de la Frontera Noroccidental.

En agosto, en esa misma ciudad, la diplomática estadounidense Lynne Tracy se salvó por poco de un atentado contra el vehículo en el que viajaba.

En un gesto de buena voluntad tras el anuncio del gobierno de que haría cumplir la shariá (ley islámica) en la Provincia de la Frontera Noroccidental el día 15, el Talibán liberó al ingeniero chino Long Xiaowei, secuestrado en agosto con su compañero Zhang Guo, quien había logrado escapar dos meses después.

Los secuestros ponen en evidencia el deterioro de la seguridad en este país, pero también la vulnerabilidad de los trabajadores humanitarios, quienes se volvieron "objetivos frágiles" que permiten a los insurgentes plantear reivindicaciones y juntar fondos para sus operaciones.

"Hasta ahora, la mayoría de los trabajadores humanitarios extranjeros no se sentían en peligro, pero esa sensación cambió tras el asesinato de Stephan Vance y el secuestro de John Solecki", señaló Dorothy Blane, directora del capítulo pakistaní de la organización no gubernamental Concern Worldwide, desde hace seis años en este país.

"También escuché que varios pakistaníes tienen miedo de decir que trabajan para una organización humanitaria internacional por temor a represalias cuando regresan a sus pueblos", dijo Blane a IPS.

Pakistán no es el único país peligroso para el trabajo humanitario. La actividad también conlleva riesgos en República Democrática del Congo, Somalia y la región sudanesa de Darfur.

"La situación se repite en muchos partes", coincidó Maki Shinohara, portavoz de Acnur.

"Muchos activistas cumplen con su trabajo en medio de tensiones entre comunidades religiosas. Estamos desarmados. Nuestra actividad es imparcial, pero en algunos casos eso no se respeta y pueden considerarnos objetivos frágiles", señaló Shinohara.

Los trabajadores humanitarios "no suelen ser considerados como posibles objetivos", pero hay lugares en que sí se los considera enemigos.

"En algunas zonas de Afganistán e Iraq, por ejemplo, se entiende que forman parte de los esfuerzos para estabilizar al país, que lo son, y por ello los ven como 'enemigos'", apuntó.

Los últimos acontecimientos no hacen más que sumar tensiones a la labor humanitaria.

"Esos hechos subrayan los peligros que afectan a los trabajadores humanitarios", señaló Shinohara. "Pero las agresiones no hacen más que agregar sufrimiento a las personas que más necesitan nuestra asistencia".

De mantenerse esta situación, muchas agencias tendrán que suspender actividades o, incluso, abandonar el país.

"Tras el ataque contra Plan International en Mansehra, muchas agencias suspendieron sus actividades una o dos semanas. Nadie sabía si era el comienzo de más atentados o si había sido un caso aislado", señaló Blane.

En febrero de 2008, tres empleados de la organización humanitaria británica fueron asesinados por desconocidos armados que irrumpieron en su local de trabajo en esa localidad de la Provincia de la Frontera Noroccidental.

Tras el secuestro de Solecki, algunas organizaciones suspendieron sus actividades, pero Blane señaló que no sabía de ninguna que, de hecho, hubiera abandonado el país.

Muchas personas optan por tomar recaudos adicionales.

Por ejemplo, Blane relató que no se sienta en el asiento delantero de ningún vehículo cuando se dirige a ciertos lugares de la Provincia de la Frontera Noroccidental, pero se siente fuera de peligro cuando visita las zonas donde se desarrollan los proyectos de su organización.

Shinohara señaló que los funcionarios de la ONU "pueden desplazarse sólo si las autoridades locales garantizan su seguridad", porque su protección es responsabilidad del gobierno anfitrión, explicó.

Otra de las consecuencias de la inseguridad es que a las agencias humanitarias les cuesta encontrar personas dispuestas a trabajar en Pakistán.

"Conern Worldwide tiene sólo dos extranjeros", señaló Blane. "Nuestra política de emplear ciudadanos pakistaníes para la mayoría de las actividades no se debe a motivos de seguridad, sino a que confiamos en su capacidad".

Además se facilitan muchas cosas.

"No tenemos que evacuar a los extranjeros de las áreas donde tenemos proyectos. Sé que muchas agencias con gran cantidad de extranjeros están preocupadas por su seguridad. También tienen problemas para encontrar personas que vengan a trabajar aquí".

Uno de los asuntos planteados por los donantes es que no pueden supervisar los proyectos que financian. "Es un gran problema para muchos de ellos que preferían poder ver" cómo se desarrollan las actividades en el terreno, señaló Blane.

El rechazo a los estadounidenses es grande en muchas de las zonas donde trabajan las organizaciones internacionales y ellos supone un riesgo mayor para las personas caucásicas, consideradas ciudadanos de ese país.

"No creo que sea fácil obviar ese rotulo", concordó Blane. "No todos los que van a agredirte se van a fijar en tu pasaporte para verificar que seas suizo o de otro país".

¿Las organizaciones humanitarias internacionales podrán ser consideradas neutrales y llevar a cabo su tarea sin correr riesgos?

"Creo que hay organizaciones como el Comité Internacional de la Cruz Roja que tienen una larga trayectoria de neutralidad. Sin embargo, eso no siempre los mantuvo a salvo", indicó Blane.

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