«Tengo fiebre desde hace 25 días y perdí unos cinco kilogramos de peso. Me siento muy débil», cuenta el joven paquistaní Mohammad Sohail, que se infectó con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, hace poco más de un año.
Los análisis de sangre de Sohail, de 28 años, muestran que tiene apenas 152 glóbulos blancos del tipo llamado CD4 por milímetro cúbico. La cantidad de estas células, que organizan la respuesta del sistema inmunitario, se ubica en una persona sana entre 600 y 1.500 por milímetro cúbico de sangre.
El recuento de glóbulos blancos permite a los médicos determinar cuándo comenzar una terapia con antirretrovirales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se debe iniciar cuando la cuenta de CD4 cae por debajo de 200.
A pesar de tomar nota de un informe del médico de Sohail y del cuadro que registra su temperatura, el hospital público de referencia al que asiste el joven no le realizó ningún estudio. Aunque le están dando antibióticos.
Sohail se encuentra entre las 175 personas infectadas con VIH que asisten a ese centro de salud, 60 de las cuales ya se encuentran medicadas con antirretrovirales, que frenan el avance del VIH en el organismo y prolongan la vida.
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El joven ha estado asistiendo al hospital regularmente desde hace cuatro meses. Tiene que formar fila para ser atendido y la espera a veces se extiende hasta cuatro horas. "El viaje me lleva otras dos. Estas visitas tiene un costo para mí, tanto físico como financiero", señaló Sohail.
Cada viaje lo obliga a pedir un día libre en su trabajo. Hace poco tiempo, Sohail fue contratado por el médico Saleem Azam para colaborar en un proyecto de prevención del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) ya que los ex adictos a la droga como él no pueden encontrar ningún empleo.
A pesar de su bajo número de CD4, los médicos no le han recetado todavía los antirretrovirales. "Dicen que me veo bien y que no los necesito", comentó Sohail.
Él está convencido de que esa indiferencia se debe a que es un ex adicto. "Cuando me quejé por ser discriminado, los doctores dijeron que temían que volviera a consumir drogas y que no querían perder tiempo ni medicamentos conmigo", señaló. Sohail no ha consumido drogas por más de cinco meses.
Esta actitud discriminatoria complica la tarea de médicos como Azam.
Durante los últimos 25 años ha estado trabajando con adictos a las drogas intravenosas y tiene a más de 5.000 de ellos registrados en su organización, la Sociedad de Pakistán, que opera dos centros de rehabilitación. Casi todos sus pacientes son personas de la calle.
"El gobierno niega a los adictos el tratamiento contra el VIH. Esto es realmente peligroso, porque así se propaga la epidemia", afirmó Azam, indignado. En la meridional provincia de Sindh, que tiene a esta ciudad como capital, 30 por ciento de quienes se inyectan drogas son portadores de VIH.
En esta provincia hay entre 35.000 y 40.000 adictos a las drogas intravenosas. Según un estudio realizado en 2000 por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, serían más de 60.000 en todo Pakistán. Sin embargo, de acuerdo con Azam, "evaluaciones más precisas dan ahora una cifra de entre 80.000 y 100.000".
Según las estadísticas oficiales, el número de casos confirmados de VIH/sida en Sindh se ha elevado a 1.841, con un total nacional de 3.364. Pero las mismas autoridades reconocen que el total de enfermos no registrados puede superar los 80.000.
El director para la zona de Asia-Pacífico del Programa Conjunto de las Naciones Unidas contra el VIH/sida, Prasada Rao, confirma los dichos de Azam. El acceso de los adictos a los antirretrovirales es inaceptablemente bajo, debido a la "falta de información, exclusión y una muy extendida discriminación", afirmó.
Para que los programas de prevención sean efectivos, advirtió Azam, deben llegar especialmente a los adictos a las drogas.
Durante el último año, 10 personas a las que Azam trataba murieron porque les negaron asistencia en los hospitales públicos. "Hace ocho meses tuve que sobornar a un médico con 66 dólares para que operara a uno de mis pacientes, algo que tendría que haber sido hecho de forma gratuita", relató.
"Hace poco otro murió, porque un hospital se negó a admitirlo utilizando diversos pretextos. Sin informarnos, lo enviaron a un refugio de una organización de caridad, donde su condición se deterioró rápidamente y entró en coma. Esto no es nada nuevo, sucede todo el tiempo", afirmó Azam.
El vicepresidente de la Asociación Nacional de Personas con Sida, Farid Ahmed Memon, enfrentó problemas similares. "En el Programa de Control del Sida de Sindh me dijeron que no necesitaba que me realizaran un recuento de CD4. Si esto me ocurre a mí, que conozco a la mayoría de los doctores allí, imaginen lo que deben soportar otras personas", señaló.
El director del Centro de Excelencia que depende del Programa de Control, Azra Ghias, negó que existiera discriminación. "Cualquier persona que recurra a nosotros es nuestra responsabilidad y nuestra prioridad. Quien necesita antirretrovirales los recibe. Pero es un medicamento que debe tomarse regularmente y se debe seguir el tratamiento de manera estricta", indicó.
"Damos atención a adictos a drogas intravenosas que no las hayan consumido durante cuatro meses como mínimo y que llegan a nosotros a través de una organización no gubernamental. De esta forma nos aseguramos de que sigan el tratamiento como corresponde", agregó.
Sin embargo, de 20 portadores de VIH registrados en el centro de Azam y que recibieron la autorización oficial para recibir antirretrovirales, sólo tres están en tratamiento. "Hay alrededor de otros 100 que reúnen las condiciones", dijo el médico.
"Si esto no es discriminación, ¿cómo llamarlo entonces? Es el Programa de Control el que realiza los estudios y registra a estas personas, ¿por qué existen las demoras, entonces? Incluso ellos tienen sus propios parámetros para determinar quién necesita los antirretrovirales", se quejó Azam.
"¿Por qué esperar a que una persona esté realmente grave o en su lecho de muerte para incluirla entre quienes pueden recibir los medicamentos? ¿Por qué no comenzar antes el tratamiento? Con la disponibilidad de genéricos a bajo costo, ¿por qué se discrimina a los adictos a las drogas?", se preguntó Azam.
Según Ghias, si un enfermo deja de tomar una sola dosis de los antirretrovirales se produce un grave perjuicio. "Gastamos 496 dólares al mes por paciente. Si dejan de tomar el medicamento una sola vez, desarrollarán resistencia a las drogas denominadas de primera línea y tendremos que administrarles las llamadas de segunda línea, que son muy caras", argumentó.
"Esta es la razón de nuestra reticencia a dar antirretrovirales a adictos a las drogas que pueden no diferenciar el día de la noche", concluyó.