Tapuwa Bakare*, de 12 años, deambula entre el tránsito de esta ciudad del sudoeste de Zimbabwe. Algunos conductores le gritan, otros intentan eludirlo. Parece un milagro que no resbale de sus manos la caja de golosinas que vende.
Bakare tiene más cosas en su cabeza que el tránsito de esta urbe industrial: si no vende los dulces, se muere de hambre. Es uno de los muchos niños y niñas zimbabwenses que llevan una vida muy distinta que la corresponde a su edad.
El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida) sostiene que 1.400 personas mueren por semana en este país de África austral por enfermedades relacionadas con el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
Se estima que hay una prevalencia de 13,7 por ciento del virus de inmunodeficiencia humana (VIH, causante del sida) en la población de 11,6 millones de habitantes.
Pero apenas 215.000 personas reciben tratamiento antirretroviral, esencial para reducir la mortalidad, indica Onusida.
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Semejante cantidad de muertes por sida ha creado una subcultura de la infancia huérfana que sobrevive en las calles.
Hay más de un millón de niños y adolescentes de hasta 17 años de edad que perdieron a sus dos progenitores por el VIH/sida, según el no gubernamental Proyecto Zimbabwe Orphanage (Orfanato Zimbabwe), que asiste a los huérfanos pagándoles la educación, los uniformes escolares y la comida.
"Dejé la escuela el año pasado, después de que murió mamá" de una enfermedad vinculada al sida, dice Bakare. Desde entonces, se arregla como puede en la calle.
En otro lugar del pujante distrito empresarial de Bulawayo, James Dube*, de 13 años, se gana la vida lavando automóviles.
"La gente es generosa, pero me da miedo pedirles más de lo que me dan, porque podrían buscar a otros chicos que les limpien los autos", dice Dube a IPS.
También él se quedó huérfano por el sida. Empezó este trabajo gracias a un vecino de más edad, y pronto se dio cuenta de que con él "está a salvo de la quiebra". Pero está cansado y le gustaría más ir a la escuela.
Su historia de trabajo duro por poco dinero es habitual. Como siempre sucede con la infancia que crece en la calle, hay adultos que explotan el trabajo infantil, ante la ausencia del Estado, afirma Getrude Makawa, activista por los derechos de los niños.
Los huérfanos del sida "crecen antes de tiempo, y su desesperación es lo que aprovechan los adultos que los explotan. ¿Cómo esperar que un niño logre un trato justo?", dijo Makawa a IPS.
Su propia abundancia se les vuelve en contra, y compiten por los escasos medios de subsistencia que encuentran en la calle, lo que agrava el cuadro, según Makawa. Tienden a aceptar cualquier pago, por temor a que otro niño haga el trabajo incluso por menos.
Las autoridades reconocen que es imposible para el Estado asistir a los huérfanos "porque la billetera fiscal está vacía".
"Es un problema del que somos conscientes desde los años 90, pero fracasamos en proteger a esos niños. Nuestras funciones las cumplen en gran medida las organizaciones no gubernamentales (ONG)", dijo a IPS un funcionario del departamento de bienestar social de Bulawayo, Hubert Molife.
"Antes, las familias pobres, los huérfanos y otros grupos vulnerables obtenían asistencia del gobierno, pero todo empeoró con la crisis económica y la gente ahora ni siquiera se acerca a pedir ayuda", describió.
Zimbabwe lleva años sumido en una profunda crisis de su economía, marcada por el colapso de su otrora pujante sector agropecuario, hiperinflación y escasas inversiones.
Las ONG que se ocupan de la infancia —como Newstart Children's Home, en Harare afirman que el gobierno les remite directamente los casos.
"Nos hacemos cargo sólo de recién nacidos abandonados y niños que nos envía el departamento de bienestar social", indicó el director de Newstart Children's Home (Hogar Infantil Un Nuevo Comienzo), Saleem A. Farag.
Por tanto, son muchos los que quedan fuera de toda ayuda y acaban convertidos en vendedores ambulantes o trabajadores sexuales.
Y, por supuesto, cargan con el trauma de las pérdidas que vivieron y el abandono que soportan, advierten los técnicos.
Las niñas y niños huérfanos lamentan no tener suficiente "apoyo psicológico y emocional" de los adultos, afirma un estudio realizado en Bulawayo por el Programa Horizontes de la Iniciativa Regional de Apoyo Psicosocial (The Regional Psychosocial Support Initiative Horizons Program).
Esa es la dinámica que llevó a Dube a convertirse en "hombre por mí mismo".
El mayor de tres hermanos, no pierde la esperanza de que algún alma caritativa los recoja y los críe. Mientras, lavar autos para alimentarse es lo que debe hacer "hasta que ocurra un milagro".
* Los nombres son ficticios para proteger la identidad de los menores.