Arabes con ciudadanía israelí han sido reprimidos con violencia en Israel desde el domingo, durante manifestaciones de solidaridad con palestinos de Cisjordania y Gaza, y la brecha que los separa de la mayoría judía tiende a convertirse en un abismo.
La represión ya causó diez muertes de integrantes de la comunidad árabe en Israel, la cual representa casi 20 por ciento de la población del país y cuenta con representantes en el parlamento.
El día 28 comenzaron a producirse intensas confrontaciones de palestinos con fuerzas de seguridad de Israel en Cisjordania y Gaza, tras una visita del líder derechista israelí Ariel Sharon, acompañado de una masiva escolta policial, a la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén.
Esa explanada es el tercer lugar sagrado del Islam y el más importante en Jerusalén, pero también es considerada un lugar sagrado por los judíos.
Muchos palestinos se mostraron enfurecidos por lo que consideraron una provocación de Sharon y una amenaza al futuro de la explanada en la eventual división de Jerusalén entre Israel y Palestina, reclamada por los palestinos y rechazada por los israelíes.
El sentimiento de que Sharon cometió un sacrilegio y la indignación por las escenas de represión contra palestinos mostradas por la televisión israelí condujeron a las protestas de los ciudadanos árabes de Israel.
Además, hace mucho tiempo que esos ciudadanos sienten que Israel, cuyos símbolos, ideología y líderes son judíos, los discrimina en el acceso a vivienda, educación y empleo.
La represión en Cisjordania y Gaza ya causó la muerte de 73 personas, 69 de ellas palestinas.
En Israel, donde los manifestantes bloquearon carreteras en el norte y arrojaron piedras, todos los muertos han sido árabes israelíes. El último fue Ramez Bushneh, de 24 años de edad, quien fue baleado el martes por la noche por la policía en la localidad septentrional de Kafr Manda.
El primer ministro de Israel, Ehud Barak, y el presidente palestino Yasser Arafat ordenaron el miércoles a sus fuerzas militares que se separaran en tres áreas conflictivas de Cisjordania y Gaza, tras negociaciones en París con la secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright.
«Quedamos atónitos por la reacción de las fuerzas de seguridad, las cuales dispararon a matar», dijo Hashem Mahameed, un integrante árabe del parlamento israelí.
«Matan a un palestino en (la localidad cisjordana de) Qalqilya y luego nos preguntan por qué estamos tan molestos. Las víctimas son nuestros parientes», comentó Bassem Kassem, un árabe israelí residente en la localidad de Tira, de 19.000 habitantes, al noreste de Tel Aviv y en la orilla del río Jordán opuesta a Qalqilya.
El portavoz de la policía, Ofer Sivan, aseguró que no había órdenes de tirar a matar contra los manifestantes árabes en Israel, y enfatizó que las fuerzas de seguridad «cumplen con su misión de restaurar el orden».
Sivan añadió que en varios casos los manifestantes dispararon contra policías, y que un local policial fue incendiado en la locaidad septentrional de Arabe.
La policía «no dispara contra manifestantes judíos en Tel Aviv, ¿por qué dispara contra los árabes aquí?», preguntó Rashid Mansour, un trabajador de la construcción de Tira, sentado junto a un camino bloqueado por basura incendiada durante los enfrentamientos de los últimos días.
Mahameed señaló que las muertes de manifestantes hacen que los ciudadanos árabes de Israel se pregunten si llegarán a ser tratados como iguales de los judíos israelíes.
«Antes creíamos y esperábamos que el gobierno cambiaría su mentalidad en relación con la población árabe, pero esto nos ha demostrado en qué medida se nos considera ajenos al país», subrayó.
«Reparar el daño causado llevará tiempo. El primer ministro deberá cambiar su actitud hacia nosotros y asumir que no somos huéspedes en este país», añadió.
El martes por la noche, Barak trató de aliviar las tensiones internas al anunciar que habrá una investigación independiente encabezada por un juez acerca de la reacción de las fuerzas de seguridad ante las protestas.
También aseguró que la policía no ingresará a aldeas árabes sin motivos claros, y propuso que los ciudadanos árabes trabajaran con el gobierno en la elaboración de un plan de largo plazo para mejorar la convivencia.
Muchos israelíes piensan que los diirgentes de la comunidad árabe en el país son responsables, por acción u omisión, de que varias zonas del país llegaran al borde del caos.
Carmi Gilon, ex jefe del Shin Bet, un servicio de Inteligencia, escribió el miércles en el diario israelí Yediot Ahronot que el principal culpable de lo ocurrido es el Movimiento Islámico israelí.
Gilon acusó a ese movimiento de «emplear con cinismo los derechos democráticos que le concedió el gobierno para avivar en forma innecesaria las llamas del conflicto entre judíos y musulmanes».
Las autoridades deben «usar todos los medios a su alcance para detener la campaña de instigación de ese movimiento», pero también «demostrar a los árabes de Israel que son ciudadanos bienvenidos e iguales a los demás», agregó.
Tras los incidentes, los parlamentarios judíos de derecha pusieron en duda la lealtad al país de sus pares árabes y de la comunidad a la cual representan.
«Siempre supimos que vivían un conflicto de lealtades, pero ahora vemos que consideran los intereses de su pueblo (árabe) más importantes que los del Estado», afirmó Reuven Rivlin, un legislador del partido Likud.
La crisis puede tener dos desenlaces según Adel Manaa, un historiador árabe y ciudadano de Israel, integrante del Instituto Van Leer, un grupo de expertos con sede en Jerusalén.
Uno de ellos es que el gobierno se ocupe con seriedad de resolver las desigualdades entre ciudadanos árabes y judíos, para restaurar la confianza en que el sistema puede conducir a una existencia mejor. La otra «es que los próximos disturbios sean aun peores», opinó. (FIN/IPS/tra-eng/bl/da/mp/ip/00