AMERICA LATINA: Inversión y crecimiento, una ecuación frustrada

La generalizada idea de que la inversión extranjera es un motor del crecimiento económico queda relativizada en el caso de América Latina.

Michael Mortimer, experto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), señaló que en la presente década la inversión extranjera directa (IED) hacia la región creció 13 veces con respecto a la del 70.

Sin embargo, en los años 90 se evidencia un crecimiento del producto interno bruto (PIB) regional 50 por ciento menor al de los 70, advirtió Mortimer, oficial a cargo de la Unidad de Inversiones y Estrategias Empresariales de Cepal.

Lo sintomático es que en los años 70 los gobiernos aplicaban políticas que buscaban limitar ostensiblemente la influencia de la inversión externa en sus economías, al contrario de ahora, cuando la norma es incentivar el ingreso de capital extranjero.

En un artículo difundido por la sede de Cepal en Santiago de Chile, Mortimer planteó que los gobiernos latinoamericanos deben definir claramente las prioridades de sus políticas económicas nacionales y el papel que esperan que cumpla la IED.

Entre 1990 y 1998 los flujos de inversión extranjera directa a la región tuvieron un crecimiento sin precedentes, aumentando de 8.000 millones a 67.300 millones de dólares, incrementando en 60 por ciento el acervo (stock) de IED.

El año récord de ingreso de capitales fue 1997, con 85.000 millones de dólares, y para 1999, pese al estancamiento del PIB provocado por la crisis, Cepal espera un flujo de IED similar al de 1998, en torno a los 68.000 millones de dólares.

La región registraría este año una caída del PIB de 0,4 por ciento, con recesión en Venezuela, Ecuador, Honduras, Argentina, Brasil, Colombia, Paraguay y Uruguay, según el informe preliminar que Cepal entregó el 30 de julio.

Una de las razones del divorcio entre los desempeños de la AID y del PIB está, de acuerdo al análisis de Mortimer, en que la inversión externa se ha concentrado en la compra de activos existentes más que en la creación de nuevas fuentes productivas.

"En los tres últimos años estas transferencias de propiedad han sido cercanas a dos tercios del total de los flujos de IED", apunta el artículo de Mortimer, basado en datos hasta 1998.

La compra de empresas ya establecidas fue estimulada durante la mayor parte de la década por la privatización de activos estatales, pero desde 1998, y sobre todo en el primer semestre de 1999, adquiere fuerza la adquisición de compañías privadas.

Esta última tendencia se manifiesta particularmente en países sudamericanos y, sumada a la enajenación de bienes estatales, da pie a la mayor importancia relativa que comienzan a adquirir las transnacionales en la economía latinoamericana.

Mortimer consignó que entre 1994 y 1997 la participación de las transnacionales en las ventas de las 500 empresas mayores de la región aumentó de 29 a 33 por ciento y advirtió que su presencia continuó aumentando en 1998 y en este año.

Al concentrarse en la compra de activos ya existentes y no en la creación de nuevas unidades productivas, la IED no contribuye a la formación bruta de capital fijo y de ahí su escasa contribución al crecimiento del PIB.

Además, señaló Mortimer, los gobiernos "presionados por los fuertes desequilibrios externos, utilizaron los ingresos de IED obtenidos a través de las privatizaciones para financiar parte de la brecha de balanza de pagos".

Si bien con esto no se aumentó la capacidad productiva en los países receptores de la inversión, se mejoró la calidad de sus servicios, lo cual incidió positivamente en su capacidad competitiva, anotó el experto.

"La contribución de la IED al desarrollo industrial (de los países latinoamericanos) ha sido modesta en términos de integración (de insumos de origen) nacional", indicó igualmente el oficial de Cepal.

Esto se debe, por una parte, a que "los modelos exportadores de recursos naturales o 'commodities' (materias primas) industriales basados en ellos (los países receptores de IED) siguen reproduciendo esquemas de enclave", dijo Mortimer.

Por otra parte, "en el modelo que se basa en el ensamblaje de manufacturas para la exportación, las originales reglas para el acceso al mercado de Estados Unidos virtualmente prohiben el uso de insumos físicos producidos en el país receptor".

El desajuste entre expectativas y resultados de la inversión debe llevar a que los gobiernos definan claramente sus prioridades y el papel que esperan que cumpla la IED, plantea Mortimer.

De esta forma, la convergencia o divergencia entre los objetivos de las políticas nacionales y los intereses de los inversionistas extranjeros podrá al menos medirse de manera más transparente, concluye el experto. (FIN/IPS/ggr/ag/if/99

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