Las ruinas incas de Ingapirca corren peligro de desaparecer, según técnicos del estatal Instituto de Patrimonio Cultural que inspeccionaron este complejo arqueológico, el más grande de Ecuador.
El sitio, ubicado a 3.160 metros de altura en la provincia de Cañar, en el sur, puede perder algunos de sus monumentos más importantes, advirtieron los expertos.
Mientras, el Banco Central, a cargo del mantenimiento de las ruinas, ha reducido su presupuesto para proyectos culturales, lo que aumenta el riesgo.
Ingapirca o Piedra del Inca se construyó por orden de Huayna Capac alrededor de 1460 en una región donde se asentaba el pueblo cañarí, conquistado en la expansión de los incas hacia el norte.
Seis meses seguidos de lluvia y la falta de obras de prevención pusieron en peligro el Castillo Elíptico, que es la estructura más importante y un símbolo de la simbiosis cultural entre incas y cañarís durante el período previo a la conquista de los españoles.
Al pie del castillo están los aposentos de vírgenes, sacerdotes y guerreros, denominado Inti Huayco (Quebrada del Sol), donde se encuentran tótems de dioses incas y cañarís.
A un lado está la Plaza Ceremonial donde se desarrollaba el culto al sol, y un área especial para estudios astronómicos.
Según el director del Museo de Ingapirca, Bolívar Quezada, la estructura del Castillo, sus escalinatas, y el camino hacia el denominado Inga Chungana (baño del Inca), han sufrido las consecuencias de la sobresaturación de agua.
"Aunque la incidencia de la saturación de agua no traerá daños inmediatos, de no tomarse precauciones en un mes lamentaremos daños serios en la estructura del complejo", aseguró Quezada a IPS.
El funcionario afirmó que la situación actual se debe a imprevisiones pasadas, pues no se realizaron canalizaciones de agua en la construcción y en las zonas aledañas.
"Se ha acumulado mucha agua. La necesidad de drenaje es urgente, porque, de lo contrario, el agua de lluvia seguirá filtrándose hacia la edificación", argumentó Quezada.
El historiador Juan Cordero Espinosa, por su parte, aseguró que el templo es una maravilla del mundo que debe cuidarse del efecto del tiempo.
"La construcción fue dirigida por arquitectos del Cuzco. Fueron utilizados cientos de trabajadores que tuvieron mucho tiempo para hacer encajar piedra con piedra", señala Cordero.
Para que coincida una piedra con otra se ajustaron una a una, y para que la unión externa fuera perfecta, emplearon una argamasa natural, llamada quillucaca, compuesta de tierra amarilla y pegajosa de la zona, mezclada con piedras pequeñas.
En 1993, Ingapirca vivió una situación mucho más crítica que la actual, cuando lluvias torrenciales que causaron estragos en todo el sur ecuatoriano provocaron un derrumbe en el cerro que sostiene a la principal construcción, que estuvo a punto de desaparecer.
Luego de que un grupo de técnicos constataron la situación del templo, las autoridades del Banco Central pusieron en marcha un proyecto de restauración.
Durante dos años, los arqueólogos Holguer Jara y Antonio Fresco, junto con albañiles y artesanos del Cañar trabajaron en la reconstrucción, recurriendo a varios métodos incaicos con la finalidad de no modificar el aspecto original.
Primero se inyectó hormigón al barranco para sostener el castillo. Luego, la quillucaca se encargó de unir los sillares originales que conforman los diferentes muros.
A pesar del esfuerzo por no utilizar material y técnicas modernas, fue imposible escapar al uso del cemento para lograr una mayor resistencia en puntos claves del templo.
"Eso no significó modificar el aspecto, porque esas partes fueron acondicionadas con material del lugar para que no desentonara", asegura Holguer Jara.
La piedra del adoratorio al sol, que estaba cubierta de musgos, hongos y basura, fue limpiada meticulosamente para que volviera a lucir su color amarillento original.
Durante los trabajos, bajo la piedra se encontró la tumba de un niño, que los técnicos decidieron dejar intacta como una muestra de respeto al templo.
En la base se desenterró una larga escalinata de doscientos escalones que había sido cubierta por el lodo y sirve de camino hacia el complejo arqueológico.
A la restauración del templo se sumó la construcción de auditorios, la ampliación del museo y la realización de una gran "Plaza de las Culturas".
El Banco Central de Ecuador, que ha invertido más de 200.000 dólares en la recuperación de este sitio arqueológico en los últimos años, recortó el presupuesto destinado a la promoción cultural, por lo que se teme que no financie nuevas obras.
Para Mónica Bolaños, directora de Arqueología del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, es necesario conseguir en forma urgente los recursos para la canalización.
"Además del problema hidrológico, hay fallas geológicas que afectan al sitio, y se deben hacer obras civiles lo antes posible. Para eso hay que conseguir una partida de emergencia del Ministerio de Finanzas", dijo Bolaños.
Por su parte, la comisión que gestiona el Castillo de Ingapirca comenzó a adecuar el museo ubicado a pocos metros de las ruinas, que tiene alrededor de 9.000 piezas arqueológicas de las culturas cañarí e inca.
La obra que servirá para brindar una mejor información sobre los últimos hallazgos arqueológicos comprende una remodelación y ampliación de las salas de exposición, así como la reubicación de la sala etnográfica.
Los trabajos costarán 4.000 dólares, que serán financiados por la Comisión del Castillo con fondos propios obtenidos del cobro de entradas a los turistas.
Según Bolaños, Ingapirca es visitada en la actualidad por turistas de distintas partes del mundo y muchos ecuatorianos que desean "reencontrarse con su historia y sus raíces culturales".
"Es necesario salvar esta arquitectura monumental que es un patrimonio de la humanidad", sostuvo.
Para los indígenas de la región, Ingapirca es un lugar sagrado, donde "el alma del primer Inca baila con el viento y habla con el sol". (FIN/IPS/kl/mj/cr/99
