Cuando murió Ella Fitzgerald, el 15 de junio de 1996, muchas figuras del mundo de la música tuvieron la sensación de que también se había extinguido una gran parte de la tradición del jazz cantado.
Entre quienes tuvieron esa impresión se cuenta Dee Dee Bridgewater, una cantante estadounidense radicada en París, quien recuerda que al conocer la muerte de su intérprete favorita sintió una tristeza tan profunda que hasta tuvo miedo.
Tiempo después, la propia Bridgewater logró probar que el jazz cantado esta vivo, en un disco grabado por Verve Records en el que rinde tributo a Fitzgerald.
El disco, titulado "Dear Ella" (Querida Ella), ganó un premio Grammy el mes pasado en la categoría de mejor desempeño vocal para jazz, una recompensa adecuada para una obra que hace mucho por la memoria de una mujer que alguna vez fuera llamada "la Primera Dama de la Canción".
"Dear Ella" incluye 12 grabaciones de algunos de los éxitos más recordados de Fitzgerald, interpretados por Bridgewater con el respaldo de una orquesta de jazz de gran potencia.
La canción que da título al disco pertenece al guitarrista Kenny Burrell y tiene sinceridad suficiente como para balancear una letra de escaso mérito.
"Con tu presencia tan magnífica/ tu voz fuerte y verdadera/ nos entregaste un ejemplo imitado sólo por unos pocos", dice la canción.
Entre los participantes en el disco figuran algunos titanes del jazz, como el ex esposo de Dee Dee, Cecil Bridgewater, arreglista de varias canciones, el experto trombonista y arreglista Slide Hampton, y Ray Brown, quien fue acompañante y marido de la propia Fiztgerald.
Dee Dee Bridgewater dio a Brown el crédito por el concepto del proyecto. "Este disco se hizo gracias a la insistencia de Ray, porque yo estaba como un pollo asustado", aseguró.
Es posible que Bridgewater se sienta intimidada cuando se coloca en el lugar de Fitzgerald, pero la realidad es que se trata de que se considera a su voz una de las más adecuadas para interpretar viejas composiciones, tal como lo era su predecesora.
A pesar de que vive en París y edita muy ocasionalmente canciones en Estados Unidos, sus últimos discos y conciertos, apoyados en la música del pianista Horace Silver, demuestran su habilidad para interpretar un amplio repertorio, desde suaves baladas hasta los enérgicos clásicos del be-bop.
Y, al igual que Fitzgerald, Bridgewater se destaca por una muy buena dicción, mucha expresión, y un oído a toda prueba cuando se trata de entonar una melodía.
Sus canciones irrumpen, y desbordan un entusiasmo raro en el apaciguado mundo del jazz moderno, combinando gracia innocente y jovial con la la ejecución sofisticada de algunos pasajes del pop.
Esas cualidades están ampliamente desplegadas en las versiones que Bridgewater hizo de la obra de Fitzgerald.
Por ejemplo, el acompasado sonido de temas como el éxito de 1938 "A-Tisket, A-Tasket", los que interpretaban las grandes bandas como "If you can't swing it, you will have to sing it (Mr. Paganini)" de 1936, o baladas más sublimes, como "Midnight sun".
Algunas de las canciones recuerdan a otros personajes, además de Fitzgerald.
Ese es el caso de la canción de Cole Porter "My heart belongs to daddy", de cínica visión del materialismo y que, con el pasar de los años ha sido asociada a la imagen de Marilyn Monroe.
Respecto de la pegajosa y agitada canción de be-bop "How high the moon", se trata de un tema que hizo famoso otra legendaria vocalista, Sarah Vaughan.
Pero la verdadera estrella de este disco es sin dudas Bridgewater. Ella lanza con mucha habilidad andanadas de palabras entrecortadas, para expresar su asombro frente al vacilante amante de "Undecided" (Indeciso): "Primero dices que lo harás, luego que no/ Entonces dices que lo harás, y luego no lo haces/ Estás indeciso y… ¿qué piensas hacer?".
Y con la misma facilidad puede hacerse cargo de una canción que en otra voz podría sonar cursi, como "(I'd like to take you) on a slow boat to China", que en ella resulta un tema convincente y sincero.
Bridgewater protesta porque, después de la muerte de Vaughan, Fitzgerald y Carmen McRae, ha decaído el interés por cantar el jazz tradicional. Pero su trabajo demuestra que aún existen energías para mantener esa tradición. (FIN/IPS/fah/lc-ff/98