Marreco eligió ser bandolero porque quería que todos lo temieran, como a los delincuentes que conoció cuando niño. Joven asaltante de camiones que vendían botellones de gas de cocina, se aislaba para llorar de remordimiento por haber matado a un bebé.
La policía sorprendió a su banda en un asalto, y en el tiroteo y fuga, un disparo de Marreco alcanzó la cabeza de la criatura, en los brazos de la madre.
Así empieza "Ciudad de Dios", una novela de repercusión en Brasil, ya adquirida por editoriales de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña e Italia y que despertó interés de otros países.
El autor, Paulo Lins, se basó en historias y personajes reales para hacer un crudo retrato de la violencia en un barrio cuyo nombre parece una trágica broma: Ciudad de Dios.
El gobierno del estado de Río de Janeiro lo construyó en los años 60, en la lejana zona occidental de la ciudad del mismo nombre, para trasladar allí a los pobres de las hacinadas "favelas" (villas de emergencia) de áreas centrales. Era un proyecto de "limpieza" geográfica, que intentaba arrinconar la miseria en las afueras.
Pronto se convirtió en una inmensa "favela", pese a sus viviendas de ladrillos y edificios de apartamentos, con leyes propias dictadas por bandas criminales. Allí quedó sepultada la estrategia de quienes querían solucionar problemas sociales con sólo sacarlos de la vista.
Hoy se calcula que Ciudad de Dios tiene 300.000 habitantes, que están marginados del empleo y de los beneficios del progreso, abandonados a su propia suerte, sin perspectivas y rodeados de violencia.
Lins vivió allí y superó riesgos y la falta de horizontes. Logró estudiar lenguas en la universidad pública, donde publicó un libro de poesía en 1986, a los 28 años de edad.
"Mis padres eran alfabetizados", lo que fue una gran ventaja inicial, suele explicar.
"Ciudad de Dios" nació de entrevistas a la población del barrio que Lins realizó de 1986 a 1993 para una investigación de la antropóloga Alba Zaluar, una experta en el tema de la violencia urbana que lo estimuló a escribir.
Fueron años de maduración, hasta que obtuvo una beca de la Fundación Vitae, una institución de apoyo a las artes, que le permitió concluir su relato, de 550 páginas.
Es "la primera novela etnográfica en Brasil que no se basa en memorias de la infancia del escritor o en su biografía", explicó Zaluar. Se trata de una obra de ficción, aunque es resultado de una larga investigación, agregó. Otros la denominan "novela- reportaje".
Las vísceras del barrio son expuestas en la historia de numerosos malvivientes que ni siquiera logran organizarse en bandas estables con lealtad interna. Los asesinatos se suceden, incluso entre cómplices.
La policía, tan violenta como los peores criminales, es más temida que reconocida por la población. Al mayor perseguidor de delincuentes, el policía militar Cabezón, la mujer lo abandona por no tolerar su truculencia, sus asesinatos y una vida en permanente tensión.
La muerte de Cabezón, abatido a balazos por un enemigo, es festejada por la población de Ciudad de Dios.
Marreco es el primero en morir de los tres jóvenes amigos iniciales, el llamado "Trío Ternura". Lo mata a cuchillazos el marido de la mujer a la que intentaba violar por segunda vez. Marreco, al borde de la locura y convencido de haber hecho un pacto con el diablo, asesinaba por lo menos a una persona cada lunes.
Su compañero Cabeleira (Cabellera) muere a manos de un policía, cuando ya se había rendido, cansado de su vida de criminal.
El tercero, Alicate, logra sobrevivir. Se convierte a la religión evangélica, tras escapar por muy poco de tiroteos.
Pero en el mundo marginal de "Ciudad de Dios", donde la vida es breve, las generaciones se suceden en pocos años. Y el "Trío Ternura" es reemplazado por nuevos bandoleros, así como también surgen otros policías brutales, que sueñan con matar a algún asaltante con mucho dinero en los bolsillos, para enriquecerse. (FIN/IPS/mo/ff/cr/98