Revolucionarios, gente que no quiere saber de política, conformes e inconformes, cualquier tipo de persona puede encontrarse hoy en Cuba rindiendo homenaje a Ernesto Che Guevara.
"El Che es el Che, cómo no iba a venir", dice con cierta tristeza María González, una ingeniera civil de 41 años que llegó muy temprano a la Plaza de la Revolución de La Habana porque "quería entrar entre los primeros, pero ya era tarde".
De manera totalmente espontánea, no pocas personas empezaron a aeeibar en la noche del viernes a la más importante plaza de Cuba a sabiendas de que, con la llegada del día, la espera para entrar se haría más larga y angustiosa.
Allí, frente a la plaza, en el memorial que preside la estatua al Héroe Nacional de Cuba, José Martí, son expuestas al público desde esta mañana las urnas con los restos del guerrillero cubano- argentino y de seis de sus compañeros muertos en Bolivia en 1967.
"No tenemos horario. Los tres días de homenaje en La Habana estaremos abiertos mientras haya personas que deseen entrar", afirmó un agente de la seguridad.
Unas 40 personas pasan por minuto, 2.400 por hora, y, por mucho que transcrurra el tiempo y que adentro el paso sea casi sin detenerse, la fila no disminuye y los grupos de personas llegan por todas las calles que tienen acceso a la plaza.
Familias enteras, madres con niños de meses, ancianos solos y de tranco lento, escolares, grupos de trabajadores, turistas y diplomáticos, desfilan en silencio con ese respeto casi distante que en Cuba siempre inspira la muerte.
De pronto, en el mismo centro de La Habana, se puede encontrar a alguien que diga que no tiene nada que hacer allí, pero no es ni remotamente la media. En Cuba, hasta los más inconformes dicen "el Che es otra cosa".
En el centro del salón, la urna con los restos del Guerrillero Heroico, como se lo llamó tras su asesinato, aparece cubierta con una bandera cubana.
Junto a él, están los cubanos Carlos Coello (Tuma), Orlando Pantoja (Olo), René Martínez Tamayo (Arturo), Alberto Fernández Montes de Oca (Arturo), el boliviano Simón Cuba (Willi) y el peruano Juan Pablo Chang (Chino).
En la pared pueden verse las fotos de 38 guerrilleros que integraron la guerrilla del Che en Bolivia.
Al fondo, siete coronas a nombre del presidente cubano Fidel Castro, de su hermano y ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Raúl Castro Ruz, del pueblo de Cuba, de los familiares, del Comité Central del Partido Comunista, de la Asociación de Combatientes y del Parlamento.
El homenaje se inició la noche del viernes justo al cierre del quinto congreso del Partido Comunista de Cuba con la guardia de honor de todos los miembros del nuevo Buró Político y el desfile de los 1.482 delegados y 250 invitados.
"El pudo haber apretado un gatillo, pero nada más, es un pobre infeliz, no es otra cosa y ha cargado con un peso más grande que el que puede resistir como ser humano", dijo Aleida Guevara, una de los cuatro hijos del Che sobre el hombre que mató a su padre el 9 de octubre de 1967.
Para los cuatro hijos del Che y de la cubana Aleida March, Camilo, Aleida, Celia y Ernesto, son días "muy íntimos". Hasta la víspera dieron declaraciones públicas sobre su padre, desde este sábado exigen respeto.
Ante ellos está toda una semana de duelo oficial decretado por el Consejo de Estado de la República de Cuba. El martes 14 viajarán junto a la caravana que trasladará los restos del Che y sus compañeros por los 300 kilómetros que separan La Habana de Santa Clara.
En Santa Clara, justo en el centro de la isla, el homenaje popular se extenderá hasta la mañana del viernes 17, cuando, tras una ceremonia militar, los restos sean depositados en un mausoleo especialmente construido para la ocasión.
"Cuba es el lugar más seguro. En nuestro país no tenemos condiciones para tenerlo", dijo a IPS Wilfredo Cuba García, hijo del guerrillero boliviano Simón Cuba, que descansará en la isla junto a su jefe.
Wilfredo Cuba, mecánico automotriz, vive desde 1990 en la isla, donde llegó para operarse del corazón. Lo acompaña Pastora Rodríguez, la anciana madre del guerrillero boliviano Moisés Guevara cuyos restos aún no han sido encontrados.
Entre los familiares están los que siempre tuvieron esperanza, otros que con el paso de los años creyeron que sus hijos quedarían para siempre en la selva boliviana. Están también los que con ansias siguen las actividades del equipo científico cubano que aún trabaja en Bolivia.
La primera luz surgió en noviembre de 1995 cuando el general retirado boliviano Mario Vargas Salinas, dijo a la prensa que los restos del Che estaban enterrados en algún lugar de la antigua pista de aterrizaje del aeropuerto de Vallegrande, a 770 kilómetros de La Paz.
Los restos de Tuma fueron encontrados a mediados de 1996 en una zona totalmente diferente. Tuvo que pasar otro año para que en junio pasado fuera localizada la fosa común donde junto al Che fueran enterrados otros seis cadáveres.
"Yo no creí hasta que lo vi en blanco y negro en el periódico. Nos acostumbramos a vivir con esa imagen idílica del Che, perdido en la selva boliviana. Que esté de regreso sigue siendo increíble", dijo Roberto Gómez, licenciado en pedagogía. (FIN/IPS/da/dg/ip/97