Feminicidios, indetenibles en Perú por falta de política de prevención

Familiares de las víctimas de feminicidio presentes en la marcha por el 25 de noviembre, Día de Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, en demanda de justicia y no impunidad. En la imagen, cerca al frontis de la sede del Poder Judicial. Imagen: Mariela Jara / IPS

LIMA – Más de 50 feminicidios en Perú en los cuatro primeros meses del año, algunos de una crueldad extrema, colocan los reflectores sobre el tema de la prevención a fin de reducir la violencia de género en este país sudamericano, inmerso en medio de un gran y creciente conservadurismo.

Entre 2009 y octubre 2022 la cifra acumulada de asesinatos de mujeres por su condición de género, como se tipifica al feminicidio en el ordenamiento legal peruano, ha cobrado la vida de 1631 mujeres según un estudio del Observatorio de Criminalidad de la Fiscalía de la Nación. En 90 % de los casos los victimarios sostenían vínculo con las víctimas o lo habían tenido.

De las mujeres asesinadas durante ese periodo, 70 % eran niñas, adolescentes y jóvenes, seis de cada 10 tenían hijos y sus ocupaciones variaban entre ser ama de casa, comerciantes, estudiantes, obreras, profesionales, entre otras.

Pese a las altas condenas que van de los 20 años a la cadena perpetua, estos crímenes  siguen indetenibles en este país andino de 33 millones de habitantes.

Dos de los más sonados casos recientes son el de una joven de 18 años quemada viva en una plaza céntrica de la capital por su expareja, en marzo, y el de una enfermera de 32 años con tres hijos, destrozada en una violación múltiple en la ciudad de Ayaviri, en el departamento surandino de Puno, en abril.

“Es complejo que en pleno 2023 la única reacción del Estado y la sociedad civil ante los casos que se han dado recientemente sea solo la indignación, que se hable de aplicar la pena máxima y no se diga nada sobre el cumplimiento de las diferentes normas existentes para la prevención”, Jeannette Llaja.

“Me preocupa mucho esta crueldad. Hay una atmósfera con características complejas en que concurren varios elementos”, sostuvo a IPS la feminista Nancy Palomino,  investigadora y docente en la Universidad Peruana Cayetano Heredia e invitada en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Entre esos elementos mencionó la reacción asociada al recrudecimiento de un conservadurismo, no solo en el país sino en el mundo, que incrementa el odio hacia las mujeres y las prácticas patriarcales y machistas.

“Es una misoginia que se evidencia cuando escuchamos a líderes políticos que expresan su deseo de que las cosas vuelvan a como hace un siglo, antes de las luchas del movimiento. Quieren volver a tener a las mujeres bajo un control no solo individual, sino que la sociedad retorne a un punto ya superado”, alertó.

Explicó que cuando las mujeres desarrollan algún tipo de autonomía, como por ejemplo decirle no a una relación que para ellas no es satisfactoria o que ya no da más, se produce la reacción de retomar ese control a partir de la violencia que llega al feminicidio.

A la misoginia añadió como elementos que impulsan la violencia machista a la discriminación y el racismo en un contexto político nacional que empieza a mirar incluso a los derechos humanos y a las personas que los defienden como amenaza y enemigos del orden.

Perú cuenta con un unicameral Congreso Legislativo con un ideario mayoritario conservador dentro de las mayoritarias fuerzas de derecha y también en los grupos de izquierda.

Coinciden en su mirada restrictiva a los derechos de las mujeres e inclusive han aprobado leyes que han hecho retroceder la educación sexual integral en las escuelas y pretenden eliminar el acceso al aborto terapéutico, el único legal en  Perú cuando el embarazo pone en riesgo la salud y vida de la gestante.

Movilización de mujeres en el centro de Lima, en defensa de sus derechos y contra del feminicidio durante la conmemoración del Día Internacional de la Mujer en Perú. Imagen: Cortesía Walter Hupiu

Nadar contra corriente

Palomino, recibió en el 2016, junto con su colega Miguel Ramos, el premio que otorga el Banco Mundial para la Innovación en la Prevención de la Violencia de Género en memoria de Hannah Graham, por la realización del proyecto Masculinidades y Prevención de la Violencia Sexual.

Esa iniciativa coloca como un gran desafío trabajar en nuevas masculinidades para prevenir la violencia de género y el feminicidio.

“Para los hombres es difícil ser conscientes de su nivel de privilegio justamente por ser hombres, con variantes por cierto, pero es un primer paso importante. Y lo segundo es asumir que se trata de un proceso largo que demanda de mucho compromiso en un entorno que lo rechaza, es una lucha contra corriente”, manifestó la activista.

De las investigaciones realizadas concluye que durante la formación de la masculinidad socialmente se busca erradicar lo femenino porque se considera algo negativo que quita valor. “Desde la infancia emociones que tienen que ver con la empatía, el sufrimiento, el cuidado, la ternura se asocian a debilidad, se consideran rasgos femeninos y se busca eliminarlas”, remarcó.

Consideró importante valorar las emociones para que sean permitidas y reeducadas. “La intervención de la prevención en la infancia pasa por eso, por reconocer al otro como igual. Con elementos de una educación basada en derechos humanos, en una perspectiva de género que trabaja dimensiones del racismo, la homofobia, el odio a las mujeres, definitivamente se aborda un cambio de las mentalidades”, apuntó.

Para Walter Velázquez, joven peruano residente en el centro de Lima, es un desafío permanente liberarse de las ideas machistas con que fue criado y con las que ha socializado siempre. Imagen: Cortesía Joaquin Hupiú

Walter Velásquez, un estudiante universitario de comunicación social que vive con su hermana y su padre en el centro de Lima, la capital, recuerda en diálogo con IPS que de niño le repetían una y otra vez que los hombres no lloran y que inclusive debía aguantar sin una lágrima las palmadas de la crianza.

Durante su educación secundaria, ya adolescente, la situación no fue diferente, es más, reconoce que asumió comportamientos machistas por su deseo de ser aceptado en el grupo y evitar el bullying (acoso escolar).

“Todo se recubría con eso de que eran bromas y en verdad eran comentarios, por decir, inapropiados, de nuestras compañeras y de las profesoras”, lamentó Velázquez, que ejemplifica el contexto en que se construye el comportamiento machista peruano.

Con lecturas y diálogos con amistades, más que por su formación universitaria, logró tener conciencia de su mentalidad machista y de sus “comportamientos equivocados”. Ayuda mucho la empatía, el afecto y la comprensión, según su experiencia, que también evidencia que «del machismo se sale».

“Aprendí que las personas somos libres de decidir, de elegir en las diferentes dimensiones de nuestra vida, que eso no es un privilegio de los hombres. Me di cuenta que vivimos en una sociedad muy conservadora que hace muy difícil el deseo de liberarte del machismo, pero si no avanzamos, la violencia contra las mujeres puede crecer más”, señaló.

Jeannette Llaja, abogada especializada en género, derechos humanos y derecho constitucional, frente a una de las sedes del sistema de justica en el Parque Universitario de la capital peruana. Imagen: Mariela Jara / IPS

Enfoque de género para prevenir

La abogada especialista en género Jeannete Llaja,  ex secretaria técnica de la Comisión de Justicia de Género del Poder Judicial, analizó para IPS la situación de falta de prevención del feminicidio.

“Es complejo que en pleno 2023 la única reacción del Estado y la sociedad civil ante los casos que se han dado recientemente sea solo la indignación, que se hable de aplicar la pena máxima y no se diga nada sobre el cumplimiento de las diferentes normas existentes para la prevención”, expresó Llaja quien también fue directora general de Igualdad de Género en el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables.

En su opinión, resulta más sencillo pensar que un feminicida tenga su sanción -la que le corresponde por el delito cometido- y no en las razones de por qué tenemos este tipo de personas en nuestra sociedad.

Se refirió al programa presupuestal orientado a resultados del Ministerio de Economía y Finanzas que analiza las causas de la violencia, tanto estructurales relacionados con los estereotipos de  género como individuales relacionados con la violencia sexual y la probabilidad de que las víctimas en la infancia sean personas agresoras en la adultez.

Solo pensar en la pena máxima, a la larga es no resolver lo que vamos a hacer dentro de 30 años con los niños que están siendo violentados en este momento, alertó la también exdirectora de Demus, una oenegé dedicada a defender los derechos de la mujer.

Llaja analizó que más allá del desbalance histórico en el país entre los recursos destinados a la prevención y atención, en los últimos años no se habla sobre lo primero por la corriente de opinión conservadora vigente que ataca y sospecha de las estrategias de educación en lo referente a la educación a favor de la igualdad.

“Estas son las más efectivas porque apuestan a las siguientes generaciones, pues es  muy complejo cambiar patrones en gente adulta”, dijo.

Advirtió que ante la ausencia de un posicionamiento público a favor del enfoque de género, como ocurre actualmente en Perú, está ganando terreno la campaña de los grupos conservadores y antiderechos que han acuñado el término ideología de género que busca desvirtuar lo que en el Perú es ya una política pública con respaldo legal.

“En ese marco se alzan voces políticas de derecha e izquierda pidiendo cárcel, pena de muerte, todos indignados con el agresor, sin ver el incremento de la tolerancia de la violencia contra las mujeres según cifras oficiales, de 53 a 59 % entre 2013 y 2019 y eso es un retroceso que tiene que ver con que no se hace prevención”, puntualizó.

Feminicidio amplio

En Perú no hay una ley específica sobre el feminicidio, pero en 2011 ingresó como delito en el Código Penal, circunscrito al ámbito íntimo. En los años siguientes se incorporaron modificaciones para fijar medidas de prevención, sanción y erradicarlo.

También se tipificó al feminicidio, o femicidio como se denomina legalmente en algunos países, como un homicidio calificado de una mujer por su condición de tal, en referencia a su género.

Cuatro situaciones contextualizan la violencia de género y el feminicidio: violencia familiar, coacción o acoso sexual, abuso de poder, y cualquier forma de discriminación independientemente de la existencia o no de una relación conyugal o de convivencia con el agresor en el presente o en el pasado.

Eso extiende el delito con respecto a otros países donde, hasta ahora, solo es feminicidio el asesinato cometido por parejas o exparejas.

ED: EG

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