El comercio justo va ganando terreno en El Salvador

Arely Alarcón, de 33 años, en plena recolección manual de los granos de café en la finca Santo Tomás, en el distrito de Izalco, en el oeste de El Salvador. La propiedad produce bajo el sello de comercio justo, la organización internacional que busca dar mejores precios a los productores. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

IZALCO, El Salvador – Mientras recolectaba a mano granos de café rojos, de una rama que había jalado hacia sí, para alcanzarlos, la salvadoreña Arely Alarcón dijo sentirse a gusto trabajando en la cooperativa agrícola adscrita al sello internacional de comercio justo, pues ha podido palpar sus beneficios, directamente.

Por ejemplo, la cooperativa le cambió este año el techo de su casa con el dinero pagado como sobreprecio por un comprador belga que, bajo contrato, adquiere la cosecha anual de esa asociación, unos 200 000 kilogramos.

Ese pago extra, de 20 dólares por quintal (46 kilogramos), se suma al precio del café cotizado en la bolsa de Nueva York, que actualmente ronda los 360 dólares. La asociación está certificada con el sello de comercio justo desde 2017.

“Nos beneficia bastante, el techo era de lámina y tenía hoyos, había goteras, entonces la cooperativa cambió todo el techo y ahora ya no sufrimos de goteras”: Arely Alarcón.

“Nos beneficia bastante, el techo era de lámina y tenía hoyos, había goteras, entonces la cooperativa cambió todo el techo y ahora ya no sufrimos de goteras”, dijo a IPS Alarcón, mientras seguía con su faena, en la finca Santo Tomás del cantón Las Marías, en el distrito de Izalco, en el oeste de El Salvador.

La propiedad es una de las 15 que conforman la cooperativa: 13 dedicadas al café y dos a la caña de azúcar, en una extensión total de 2000 hectáreas, aunque no todo se cultiva, pues hay una zona de bosque e incluso otra aprovechada para el turismo, con un área para acampar, en las faldas del volcán Izalco.

La Asociación de Trabajadores Agroindustriales de San Isidro (Ataisi), como se llama la cooperativa conformada por 285 socios, se fundó en 1980, como parte de la reforma agraria impulsada ese año en El Salvador.

La producción de café de la Asociación de Trabajadores Agroindustriales de San Isidro, una cooperativa del distrito de Izalco, en el oeste de El Salvador, se vende a un comprador europeo bajo el esquema de comercio justo, y el sobreprecio obtenido se usa en la mejora social y ambiental de sus miembros y de su comunidad. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Junto a Alarcón, atareados en otros cafetos, laboraban en la delicada tarea de la corta -como se llama localmente la recolección manual del grano- su esposo y una hija de ambos, junto a una sobrina, con la idea de lograr mejor paga, colectivamente.

Al finalizar la jornada, cada uno habrá logrado cortar aproximadamente un quintal (46 kilogramos), pagado a 8,40 dólares, una ganancia de unos 34 dólares para los cuatro.

“No me abunda (rinde) mucho, y por eso traigo compañía, refuerzos”, comentó con una sonrisa Alarcón, de 33 años, mientras los granos recolectados iban cayendo en su “canasto”, un cesto circular, hecho de fibras vegetales, amarrado a su cintura con una cincha de tela, según la usanza local.

Durante la época de corta, de octubre a enero, se ven contingentes de campesinos cargando al hombro su canasto, en camino hacia las fincas de café, que nacieron en el país en el siglo XIX cuando las familias de abolengo, la llamada oligarquía cafetalera, construyeron sus fortunas a partir del “grano de oro”.

Actualmente, en este país centroamericano de seis millones de habitantes, el café representa 5 % del producto interno bruto (PIB) agrícola, y sus exportaciones aportaron entre enero y agosto de este año unos 150 millones de dólares.

Josué Mira, el encargado de las exportaciones de una asociación de trabajadores agrícolas del occidental distrito salvadoreño de Izalco, en los patios de secado de café de la cooperativa, cuya producción se comercializa bajo el sello de comercio justo. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Precios justos que llegan a los campesinos

Bajo el esquema de comercio justo, los compradores internacionales se comprometen a pagar más por productos agrícolas, al cumplir los agricultores los requisitos propios de ese mecanismo, surgido en los años 50 en Estados Unidos y luego difundido ampliamente en Europa en la década de los 60.

Algunos de los lineamientos son que la producción sea ambientalmente amigable, es decir, se restringe el uso de agrotóxicos en los cultivos, y que el sobreprecio se destine al beneficio de los socios y trabajadores de las fincas y, en general, de las comunidades donde viven.

Es un sistema que busca ser más equitativo, en el que hay “un trato más directo para evitar los intermediarios, que son los que se quedan generalmente con la porción más grande de los ingresos”, en la estructura de comercio regular, afirmó a IPS la consultora de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Ximena Olmos.

La experta presentó en San Salvador, el 3 de diciembre, un estudio sobre ese sistema promovido por la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños Productores de Comercio Justo. El informe detalló las experiencias de cuatro cooperativas con más de 30 años de trabajo en Brasil, Colombia, Costa Rica y República Dominicana.

En El Salvador hay seis cooperativas certificadas con el sello de comercio justo: cuatro producen café, una caña de azúcar y otra ambos rubros. Su producción aún es mínima comparada con la generada por los productores en general, pero quienes ya practican este sistema de comercio no dudan en resaltar las ventajas que aporta a los campesinos y a las comunidades.

Gladys Reyes, de 56 años, con su bisnieta Emily en brazos, delante de la casa que fue ampliada con los fondos obtenidos por la finca cafetalera Santo Tomás, que produce bajo el esquema internacional de comercio justo, en el oeste de El Salvador. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Al igual que con la reparación del techo de la casa de Alarcón, la vivienda de Gladys Reyes fue ampliada por la cooperativa con materiales de construcción más resistentes, como ladrillo y hierro, con los fondos del sobreprecio obtenido por el sello de comercio justo.

“El espacio en el que vivíamos no era suficiente, para nosotros ha sido un gran beneficio esa ayuda que nos dieron para construir esa nueva parte de la casa”, afirmó Reyes a IPS, mientras sostenía en brazos a su bisnieta Emily, de cuatro meses y medio.

Josué Mira, encargado de las exportaciones y comercialización de la cooperativa, sostuvo que el bono en el precio del café, pagado por producir bajo el sello de comercio justo, ronda unos 50 000 dólares por cosecha, considerando el monto que actualmente se produce.

Agregó que unas 25 personas, socias de la organización, han sido ya favorecidas con la construcción de casas o reparaciones de techos.

El destino del bono del sobreprecio lo decide la cooperativa, atendiendo las necesidades colectivas y eventuales solicitudes de sus miembros.

Por ejemplo, todos los socios de la cooperativa, así como los trabajadores que no son socios pero laboran en la cooperativa, tienen derecho a medicamentos y atención médica.

“Tenemos medicina gratis para todos los asociados, así como el pago del transporte a los hospitales y para cubrir cualquier emergencia”, subrayó Mira a IPS.

También se distribuyen entre los miembros de la cooperativa tres canastas al año con alimentos básicos, explicó Juan Torres, uno de los dos encargados de la finca Santo Tomás, o “mandadores”, como se les conoce tradicionalmente en las fincas.

“Y ahora en diciembre se añaden a la canasta el pollo y otros ingredientes para la cena navideña”, recalcó Torres, de 54 años.

Los beneficios también han llegado a la comunidad, donde se han realizado trabajos para mejorar, por ejemplo, los pozos de agua.

La caficultora Arely Alarcón, su hija y sobrina, hacen un alto en la tarea de corta o recolección manual de café, para comprar piña y otras frutas a una joven que se desplaza en motocicleta hasta el camino junto al cafetal, en el oeste de El Salvador. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Café sin agrotóxicos

Parte de los ingresos extras que otorga el sistema de comercio justo se destina también a la mejora de los cañaverales y cafetales, es decir, a la fertilización y a combatir las enfermedades que en ocasiones impactan algunas zonas de los cultivos, como los hongos de la roya (Hemileia vastatrix) y la antracnosis (Colletotrichum kahawae), en el caso del café.

Cuando esas enfermedades golpean con fuerza, las consecuencias son devastadoras.

De hecho, la cooperativa aún no termina de reponerse del golpe sufrido por la infestación de aquellos hongos, cuando en 2010 la producción del grano bajó de 1,3 millones de kilogramos a 120 000 kilogramos, contó Mira, el encargado de las exportaciones.

“La producción todavía no alcanza aquellos niveles, pero se está intentando ir al alza”, indicó.

La tormenta Sara, que golpeó la zona en noviembre de 2024, en plena corta, disminuyó la cosecha en 35 %, añadió Mira, y como consecuencia la cooperativa tuvo un faltante de 90 000 kilogramos en el contrato con el comprador belga. Eso les acarreaba una multa.

Pero debido a que los representantes de la asociación han mantenido un vínculo estrecho y amistoso con el comprador, la multa fue condonada.

Mira aseguró que, como parte de la normativa para mantener el sello de comercio justo, hay un listado de agrotóxicos que no deben usarse, por ejemplo, en los cultivos de caña, como el glifosato, un herbicida muy usado por la industria azucarera y, en general, por los agricultores del país.

El cumplimiento de esos lineamientos es auditado por expertos del sello de comercio justo, quienes llegan anualmente al país y visitan los sembradíos, tanto de café como de azúcar.

Para el caso, “ellos le hacen análisis al azúcar, y si le encuentran los materiales prohibidos tóxicos, como el glifosato, entonces nosotros perdemos, dejamos de venderles”, indicó.

Además de la parte de los cultivos, la cooperativa promueve capacitaciones en el área administrativa, con el objetivo de que las decisiones sean alcanzadas de una forma más democrática.

“Desde que estamos con el comercio justo, somos beneficiados con capacitaciones al personal de oficina y a la gente que trabaja en campo”, dijo Mira, en medio de una vereda del cafetal.

Y a eso de las 11 de la mañana, la cortadora Arely Alarcón, junto a su hija y sobrina, hizo un alto en la faena para salir a ese camino y comprar unas rodajas de piña y de otras frutas, a una joven que llegó a venderlas, en su motocicleta.

ED: EG

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe

Lo más leído

[wpp heading='Popular Posts' limit=6 range='last24hours' post_type='post' stats_views=0 ]