SRINAGAR, India – En los antes fértiles campos de RS Pura, en la Cachemira administrada por India en su extremo noroeste, el agricultor Mohd Yaseen Khan observa un canal de riego agrietado en su arrozal, castigado por las lluvias irregulares. «Un día llueve intensamente y a la semana siguiente hay una sequía», dice mientras se sacude el polvo de las manos.
«Nuestras cosechas se resienten. Nuestros costes aumentan», se lamenta.
El cambio climático ya no es algo lejano. Ha llegado. Para agricultores como Yaseen, su lucha es existencial.
Lo explican estudios globales que muestran que, aunque los países en desarrollo soportan una parte desproporcionada del riesgo climático, gran parte de la financiación oficial para el clima sigue destinándose a los países más ricos y a proyectos de mitigación, en lugar de a la agricultura a pequeña escala y a la adaptación.
Un informe publicado por la Harvard Business School revela que 80 % de la financiación para el clima se destina a los países desarrollados.
En la agricultura, la brecha es aún más marcada. En 2023, solo 5500 millones de dólares, es decir, 0,8 % de la financiación climática, se destinó a los pequeños agricultores y a las microempresas y pequeñas empresas agroalimentarias de todo el mundo.
Y aunque, según se informa, se ha alcanzado finalmente el antiguo objetivo climático de un aporte de 100 000 millones de dólares anuales de los países desarrollados a los países en desarrollo, los críticos señalan la naturaleza de la financiación (préstamos en lugar de subvenciones) y que el equilibrio entre la mitigación y la adaptación sigue siendo desigual.
«El año pasado perdí una cosecha por una inundación repentina y otra por la sequía. Pedí un préstamo de 150 000 rupias (unos 1600 dólares)», detalla Yaseen.
Se queja de que al otro lado del mundo, en la Amazonia brasileña, en Belém, se realice una 30 Conferencia de las Partes (COP30) sobre el clima donde a su juicio pierden tiempo hablando de objetivos y de miles de millones de dólares.
«Lo que sé es que necesito una bomba, necesito alertas meteorológicas y necesito ayuda para adaptarme. Denme eso, no reuniones», dice el productor de arroz.
En RS Pura, una zona arrocera cerca de la ciudad de Jammu, las investigaciones revelan que los agricultores se enfrentan a olas de calor, agotamiento de las aguas subterráneas y cambios en los patrones monzónicos.
«Antes contaba con lluvias predecibles y un suministro constante del canal. Ahora espero y puede que no llegue», dijo a IPS otro agricultor, Manga Ram.
Ram, cuya familia cultiva media hectárea, explica cómo ha aumentado el coste de las bombas diésel, las semillas y los fertilizantes, incluso cuando los rendimientos fluctúan. La capacidad de invertir en prácticas resistentes al clima es limitada, el crédito es caro, los insumos climáticamente inteligentes son inasequibles y la información es irregular.
En todo Jammu y Cachemira, como se llama el territorio cachemiro en la parte india, los estudios muestran que los pequeños agricultores tienen una baja capacidad de adaptación: acceso limitado a los servicios climáticos, la tecnología, el agua fiable y las garantías financieras.
A nivel nacional, el gobierno indio está promoviendo públicamente la equidad en la financiación climática. Ha declarado en foros mundiales, como la COP30, que los países desarrollados deben cumplir sus obligaciones legales de financiación, transferencia de tecnología y creación de capacidad para los países en desarrollo.
En Jammu y Cachemira, en junio de 2024 se puso en marcha un programa de 217 millones de dólares para la transformación de la agricultura, con el objetivo de aumentar los ingresos y los medios de vida.
Sin embargo, sobre el terreno, muchos agricultores afirman que el dinero aún no se ha traducido en acceso local. Hablan de retrasos en las subvenciones, de variedades de semillas climáticamente inteligentes que nunca llegaron, de bancos que no están dispuestos a ofrecer préstamos a bajo interés y de subvenciones que siguen siendo difíciles de conseguir.
«El gobierno dice que los fondos están ahí, pero para conseguirlos se necesita papeleo, una licencia y títulos de propiedad. Los pequeños agricultores no siempre pueden cumplir estas condiciones», dijo el agricultor Yasin Khan a IPS.
Mohd Yaseen Khan, de 48 años, un agricultor de la región fronteriza de Rajoura, en Cachemira, cuando se le preguntó sobre la COP30 y los avances que esperaba de allí para abordar la crisis climática, subrayó que lo único que necesita es «ayuda para adaptarse», dada la llegada tardía de los monzones y la grave escasez de agua en su campo de maíz.
«Nos dicen que llegará la financiación climática. Pero sobre el terreno, no veo préstamos baratos ni garantías para los vulnerables. El mundo se reúne, nosotros nos quedamos atrás», dijo Sahbir Ahmed, un cultivador de manzanas del sur de Cachemira.
Madhulika Sharma, directora de proyectos de una oenegé local que trabaja por el bienestar de los agricultores en la región india de Jammu, dijo que los pequeños agricultores son la zona cero del cambio climático.
Sin embargo, a su juicio, la estructura de financiación está sesgada, con elementos como inequitativos como los préstamos, los altos intereses y requisitos complejos.
Afirmó que debería haber subvenciones y que estas deberían fluir directamente. «Cuando se celebra la COP30, el discurso se enmarca en las capitales. Las personas que más necesitan el dinero están ausentes. Nuestro objetivo es poner sus caras sobre la mesa», aseguró.
Cuando la financiación se destina principalmente a la mitigación en los sectores de la energía y el transporte de los países ricos, la adaptación en las regiones agrícolas más pobres se queda sin recursos. La asignación global sigue estando sesgada.
En Jammu y Cachemira, la oportunidad perdida de invertir en adaptación significa que los agricultores se enfrentan a repetidas crisis con recursos limitados. Cuando piden préstamos con altos intereses porque no disponen de fondos formales de adaptación a bajo coste, la vulnerabilidad se agrava.
«No se puede hablar de justicia climática ignorando a los agricultores rurales que no tienen acceso al dinero que promete el sistema», dijo Madhulika.
Con la COP30, que acoge Belém desde el día 10 y hasta este viernes 21, los países en desarrollo, incluida la India, están presionando para que se establezca un nuevo «objetivo colectivo cuantificado» en materia de financiación climática y se definan con mayor claridad qué se considera financiación climática.
Pero para los agricultores de Jammu y Cachemira, lo que importa no son solo los objetivos globales, sino la próxima rupia, la próxima bomba y la próxima semilla modificada.
Sin los medios para adaptarse, corren el riesgo de convertirse en daños colaterales en un mundo que cuenta los megavatios pero pasa por alto los kilovatios-hora que necesitan las pequeñas explotaciones agrícolas.
En un estrecho valle de RS Pura, el ruido de los tractores se mezcla con el silbido de las tuberías de riego por goteo, pero la verdadera moneda de cambio del cambio climático es el acceso a la financiación.
Para los agricultores de Cachemira, como Yaseen Khan, la próxima temporada puede traer más que solo estrés climático; también puede traer deudas. Cuando escuchan la palabra «financiación» en contextos globales, suena como una promesa lejana. Cuando la obtienen, es un préstamo que tienen que pagar.
T: MF / ED: EG


