COP30: Escasa mitigación urge adaptación al clima incluso en la salud

El presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, al lado de la ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático de Brasil, Marina Silva, en una rueda de prensa en Brasilia el 31 de octubre, para informar sobre preparación de la COP de la Amazonia, en Belém, en el norte de Brasil. Imagen: Rafael Medelima / COP30
Mario Osava

RÍO DE JANEIRO – “La COP30 debe de ser la COP de la adaptación”, sostuvo el presidente de la 30 Conferencia de las Partes sobre el cambio climático, el brasileño André Corrêa do Lago, en su carta a la comunidad internacional.  

Brasil presentará en la COP30, que tendrá lugar en Belém, en la Amazonia brasileña, del 10 al 21 de noviembre, un plan para adaptar los servicios de salud al recalentamiento del planeta y los consecuentes eventos extremos.

La crisis climática agrava 277 enfermedades, entre las cuales las respiratorias, cardiológicas e infecciosas, en parte por la proliferación de los vectores, como los mosquitos, según estudios que sirvieron de base al Plan de Acción en Salud de Belém.

La crisis climática provocará 250 000 muertes adicionales cada año entre 2030 y 2050 en el mundo, según la Organización Mundial de Salud, en un informe divulgado el 12 de octubre, que menciona 3,6 millones de personas viviendo en zonas muy vulnerables al deterioro del clima.

La desnutrición, el paludismo, la diarrea y el estrés térmico están entre las principales causas de esas muertes, que tienden a aumentar ante la creciente frecuencia e intensidad de los eventos climáticos extremos.

“Ya pasó la hora de darle la debida importancia al tema de la adaptación. Tenemos que prepararnos para lidiar con los impactos de la crisis climática que estamos viviendo, especialmente ahora que el mundo ya está 1,5 grados más caliente”: Stela Hershmann.

“Sin adaptación, el cambio climático se convierte en un multiplicador de la pobreza” y por ende del hambre, realzó el presidente de la COP30. En África sus desastres ya reducen de 2 % a 5 % del producto interno bruto cada año, acotó en su octava carta pública, el 23 de octubre.

De los 1100 millones de personas en pobreza aguda en 109 países, 887 millones viven bajo la amenaza de por lo menos un gran riesgo climático, que sube a tres o más riesgos para 109 millones de ellos, según el Índice Global de Pobreza Multidimensional del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) para 2025.

En ese cuadro, según Corrêa do Lago, las acciones de adaptación son claves para  cumplir las tres prioridades de la COP30, que acogerá Belém:  fortalecer el multilateralismo, acercar la lucha climática de la población y acelerar la implementación de sus metas.

Belém, una ciudad de 1,4 millones de habitantes, tiene extensos barrios horizontales, y un clima caliente y lluvioso. Sus canales de drenaje fueron reformados para la COP30, lo que va a contribuir a mejorar su precario saneamiento. Imagen: Rafael Medelima / COP30

Adaptación junto con mitigación

“Ya pasó la hora de darle la debida importancia al tema de la adaptación. Tenemos que prepararnos para lidiar con los impactos de la crisis climática que estamos viviendo, especialmente ahora que el mundo ya está 1,5 grados más caliente”, comento Stela Hershmann, especialista en política climática del brasileño Observatorio del Clima, coalición de 133 organizaciones sociales brasileñas e internacionales.

“El acuerdo de Paris, de hace 10 años, ya ponía en el mismo nivel a la mitigación, es decir la reducción del efecto invernadero, y la adaptación a los impactos que nosotros provocamos”, recordó a IPS en Río de Janeiro.

Infraestructuras más resilientes, protección a la población, medios de avisarla e indicar rutas de escape ante los eventos climáticos, son medidas necesarias, porque los desastres serán inevitables, pero se puede actuar para reducir las pérdidas de vidas humanas y daños a nuestras actividades, señaló.

Es importante el anuncio de la prioridad a la adaptación por la presidencia de la COP30, porque influirá en las negociaciones de temas vitales, especialmente las nuevas metas de financiamiento climático, opinó.

Además de más recursos, será necesario definir indicadores para monitorear como avanza la adaptación en los distintos países, concluyó Herschmann.

El médico Fabrico Brazão asistiendo a una persona que vivía en la calle, con tuberculosis, una enfermedad frecuente entre pobladores en situación de calle en Belém. El calor no aumenta el contagio por el bacilo de la tuberculosis, pero debilita el enfermo. Imagen: Cortesía de Fabrico Brazão

Recursos y esfuerzos escasos

Pero los datos actuales no auguran soluciones satisfactorias. El financiamiento público internacional para la adaptación en los países en desarrollo se limitaron a 26 000 millones de dólares en 2023, solo 8,4 % de los 310 000 millones de dólares necesarios en 2035, según el Informe sobre la Brecha de Adaptación 2025, del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).

Además bajó en relación a los 28 000 millones de dólares de 2022. La brecha aumenta y puede ser mucho más abultada, ya que la necesidad para 2035 seria de 365 000 millones de dólares si considerados los Planes Nacionales de Adaptación, y no los costos modelizados, matizó el Pnuma.

Todo debe agravarse, ya que la meta acordada en Paris en 2015, de contener el recalentamiento planetario a 1,5 grados centígrados ya no podrá cumplirse, como admitió el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres.

La escasa disposición de la mayoría de los países en promover mitigaciones para alcanzar la meta confirma la previsión pesimista. Solo 64 países presentaron sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC en inglés) hasta el 30 de septiembre, plazo para incluirse en el balance de la COP30.

Esos países representan cerca de un tercio de las emisiones globales de los gases invernadero. Sus planes representan una reducción de 17 % en las emisiones de 2035, comparadas a las de 2019, lejos de la meta para contener el recalentamiento en 1,5 grados.

China, el país que más emite gases invernadero, anunció como meta reducir sus emisiones en 7 % a 10 % hasta 2035, en relación a la máxima registrada. Otra frustración en los esfuerzos de mitigación.

Belém es conocida por su gastronomía amazónica, su centro histórico y también por la precariedad de su saneamiento básico, que mejorará por las muchas obras urbanas ejecutadas para acoger la COP30, del 10 al 21 de noviembre. Imagen: Mario Osava / IPS

Belém como muestra

En Belém, capital del estado de Pará, será una buena muestra de los problemas climáticos, como la gran urbe de entrada oriental a la Amazonia, cercada de aguas y bosques, y por los efectos sanitarios del calor extremo.

La ciudad es cercada por las aguas de los ríos Guamá y Maguari y por la bahía de Guajará, formada por el Gamá y otros ríos menores. Está a unos 100 kilómetros de la desembocadura del río Amazonas con la gigantesca isla de Marajó por el medio.

Será la segunda ciudad más caliente del mundo hacia 2050, según previsión de la Carbon Plan, organización no gubernamental de California, estado de la costa oeste de Estados Unidos.

Belém tendrá 222 días de calor extremo en 2050, contra 50 días actualmente. Buena parte del período más caliente del futuro será de más de 50 grados centígrados. Será superada solo por Pekambaru, ciudad de Indonesia, que sufrirá 344 días en el horno cada año.


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Los pobladores de Belém, acostumbrados al calor, no se dan cuenta de los efectos en su salud, pese al incómodo térmico, comentó Fabricio Brazão, que durante 13 años atendió a la población local en la función denominada “médico de familia”, que acompaña regularmente ciertos grupos, incluso personas que viven en las calles.

Estar fuera de ciudad algunos años, para estudiar, contribuyó a la observación de los cambios sanitarios de la ciudad, ante el aumento de las olas de calor. Enfermedades infecciosas, respiratorias, metabólicas y alteraciones en la salud mental se hicieron más frecuentes.

La proliferación de hongos, reflejada en alergias de piel, y de vectores de enfermedades contagiosas como el dengue y la malaria, se suman al deterioro más rápido de alimentos donde los hábitos de conservación son precarios en una Belém que se destaca como un centro gastronómico, pero conocida por el precario saneamiento básico.

El calor también afecta el metabolismo y el stress térmico, que se asocia a problemas neurológicas y a una menor resistencia a enfermedades, añadió Brazão a IPS por teléfono desde Belém.

La Amazonia alrededor impresiona por los bosques, pero en la ciudad hay barrios con escasez de árboles y el crecimiento urbano con calles asfaltadas diseminó las islas de calor.

En medio de esa realidad, el médico y flamante profesor en una universidad pública local, saludó el plan brasileño de adaptación de la medicina a la crisis climática.

Defiende una adecuación en la enseñanza y en las políticas públicas de salud, incluso con reformas en los hospitales y centros de salud básica, muchos actualmente sin ofrecer confort térmico a los pacientes.

“Un nuevo pensamiento clínico, para mejor acogida y diagnóstico, debe de resultar de una adaptación de la medicina al calor, reconociendo que la temperatura afecta la salud”, concluyó.

ED: EG

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