SRINAGAR / KISTIWAR, India – Las lluvias torrenciales que azotaron las montañas y los valles de Jammu y Cachemira, un estado situado en el extremo norte de India en el recien acabado agosto destrozaron vidas y récords.
En solo 31 días, se perdieron más de 100 vidas, decenas de familias quedaron desplazadas y comunidades enteras quedaron devastadas, no solo por la fuerza de la naturaleza, sino también por la incertidumbre y el caos que siguieron.
Agosto de 2025 será recordado por la magnitud y la frecuencia de los desastres naturales que sufrió. Según el Departamento Meteorológico de la India, Jammu y Cachemira registró el sexto agosto más lluvioso en 125 años, con 319,3 milímetros de precipitaciones, lo que supone 73 % por encima de la media.
«Este mes hemos registrado más de 30 fenómenos meteorológicos extremos, entre ellos riadas, aguaceros, deslizamientos de tierra, ráfagas de viento y tormentas eléctricas. Al menos 14 de ellos provocaron víctimas mortales», confirmó a IPS Mukhtar Ahmed, director del Departamento Meteorológico.
La destrucción fue generalizada. Uno de los incidentes más devastadores fue el aguacero en Kishtwar el 26 de agosto, que sepultó la aldea de Chesoti bajo un torrente de barro y rocas, causando la muerte de al menos 65 personas, varias de las cuales siguen desaparecidas.
Pocos días después, un deslizamiento de tierra a lo largo de la ruta de Vaishno Devi, en la división de Jammu, se cobró otras 35 vidas, muchas de ellas de peregrinos hindúes.
En un refugio improvisado cerca de Chesoti, Ghulam Nabi, de 45 años, relató el horror de aquella noche.
«Oímos un rugido como mil cascadas. Ni siquiera hubo tiempo para gritar. La tierra tembló y luego todo quedó oscuro y húmedo», narró.
Perdió a su esposa y a sus dos hijos, cuyos cuerpos fueron encontrados días después por los equipos de rescate que peinaban los escombros.
«Nunca pensé que la montaña vendría a por nosotros. Siempre temimos al río, pero fue la ladera la que se tragó a mi familia», dijo Nabi a IPS.
En Reasi, Manisha Devi, de 13 años, permanecía al borde de su casa en ruinas, aferrándose a una fotografía de su hermano mayor, que había viajado al santuario de Vaishno Devi para trabajar como porteador.
«Me enviaba dinero para que pudiera comprar libros. Ahora ya no está, y tampoco nuestra casa», dijo.
Los expertos afirman que la frecuencia y la intensidad de estos desastres no pueden considerarse una mera casualidad.
«Hay pruebas claras de que el cambio climático está haciendo que las precipitaciones sean más erráticas e intensas, especialmente en terrenos montañosos», explicó Faizan Arif Keng, meteorólogo independiente. «Doda recibió 290 % más de precipitaciones de lo normal. Udhampur, Ramban y Samba también se vieron afectadas por más del doble de las precipitaciones habituales», detalló.
«Los patrones climáticos están cambiando. Estamos viendo más aguaceros, lluvias intensas en muy poco tiempo, que provocan inundaciones repentinas y deslizamientos de tierra. No se trata de acontecimientos aislados, sino de síntomas de un problema mayor», afirmó Ahmed, el director del Departamento Meteorológico.

En Ladakh, la historia fue aún más dramática. «Kargil registró un excedente de precipitaciones de 1530 %, y Leh casi 900 % de lluvias por encima de la media. Estas cifras no tienen precedentes y deberían ser una llamada de atención», afirmó Keng.
Si la lluvia supuso una tragedia para algunos, para otros significó la ruina económica. El cierre de la autopista nacional Srinagar-Jammu, la única vía de comunicación que conecta el valle de Cachemira, sin salida al mar, con el mundo exterior, dejó varados durante días a miles de camiones cargados de manzanas, peras y ciruelas. El resultado: fruta podrida y precios en caída libre.
En el mercado de frutas de Sopore, en el norte de Cachemira, el segundo centro comercial más grande de Asia, el ambiente era sombrío.
«Nos enfrentamos a pérdidas de alrededor de 200 millones de rupias (unos 22 millones de dólares). Si los camiones no pueden llegar a tiempo a los mercados, los productores lo pierden todo. El año pasado sobrevivimos a una crisis similar, pero ¿cuántas más podremos soportar?», dijo Fayaz Ahmed Malik, copresidente del mercado, a IPS.
El productor Abdul Rashid, de pie junto a sus cajas de manzanas Gala dañadas, compartió su frustración. «Me pasé todo el año en el huerto. Ahora, las manzanas están arruinadas. Los compradores pagan la mitad del precio, a veces menos. ¿Cómo voy a alimentar a mi familia o pagar mis deudas?», dijo frustrado.
Otro copresidente del mercado, Bashir Ahmad Basheer, pidió una intervención urgente del Gobierno: «El tráfico parcial no es suficiente. Necesitamos paso prioritario para todos los camiones de fruta. El sustento de los agricultores depende de la entrega puntual. Cada día de retraso es un desastre», argumentó.
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Ante el agravamiento de la crisis, el Ministerio del Interior de la India anunció la formación de equipos centrales interministeriales para evaluar los daños no solo en Jammu y Cachemira, sino en todos los estados del norte afectados por las condiciones meteorológicas extremas.
Se espera que los equipos, formados por altos funcionarios de varios ministerios, recorran los distritos afectados, evalúen las labores de socorro y recomienden nuevas ayudas.
Un funcionario de la administración, que pidió no ser identificado, dijo a IPS que el proceso es ahora más rápido que antes. El centro libera los fondos rápidamente después de la evaluación, sin esperar los largos trámites burocráticos de los estados. Pero la realidad sobre el terreno es que las operaciones de búsqueda y rescate siguen en curso en varios distritos.
Las cifras oficiales muestran que, solo en el actual ejercicio financiero, se han liberado 2090 millones de rupias (unos 11,9 millones de dólares) para Jammu y Cachemira en el marco del Fondo Estatal de Respuesta a Desastres, y se han aprobado más recursos del Fondo Nacional de Ayuda para Desastres.
A pesar de estos esfuerzos, los expertos advierten de que hay que hacer más.
«Tenemos que ir más allá de la simple ayuda y la indemnización. Es necesario invertir en la preparación de la comunidad ante los desastres, en sistemas de alerta temprana y en una regulación más estricta de la construcción en zonas vulnerables», asegura Mudasir Ahmad Mir, investigador de la Universidad de Cachemira que está trabajando en su tesis sobre los desastres naturales de Cachemira y su impacto en los medios de vida de la región.
A su juicio, «las personas que viven en estas montañas son resistentes, pero necesitan ayuda para adaptarse a las nuevas realidades».
En Chesoti, la voz de Ghulam Nabi transmite una súplica: «Somos gente sencilla. No pedimos mucho. Pero queremos vivir sin miedo cada vez que llueve. ¿Alguien puede decirnos cuándo llegará la próxima tormenta?».
No todo está perdido. La solidaridad de la comunidad ha servido como fuente de esperanza. Voluntarios de aldeas vecinas, organizaciones religiosas y oenegés han distribuido alimentos, ropa y medicamentos.
«Son las personas las que se salvan unas a otras cuando el gobierno no da abasto», afirma Manzoor Ahmad, un profesor de Ramban que ha estado ayudando a coordinar los esfuerzos de ayuda.
Pero las cicatrices son profundas. Para niños como Manisha, cada tormenta le traen recuerdos de pérdida. Para agricultores como Abdul Rashid, el miedo al colapso financiero ensombrece la alegría de la cosecha.
«Agosto terminó», dijo Fayaz Malik en en el mercado de Sopore, «pero sus heridas tardarán mucho más en sanar. Necesitamos ayuda, sí, pero también comprensión y empatía por parte de quienes están en el poder».
T: MF / ED: EG