NUEVA DELHI – A comienzos de este año, dos muertes en el estado de Kerala, en el extremo suroccidental de India, acapararon gran atención de los medios. Un agricultor en Wayanad y una trabajadora de una plantación en Idukki fueron asesinados en dos hechos separados, en pocos días, por elefantes salvajes.
Arikomban, otro elefante salvaje, se ha convertido recientemente en favorito de los medios debido a sus encuentros con asentamientos humanos cercanos a su hábitat.
Recibió ese nombre por su amor al ari (arroz), el elefante había sido trasladado de Kerala a Tamil Nadu en 2023, tras constantes protestas de personas que también lo consideraban “una amenaza para la vida”. Los medios de Kerala cubrieron ampliamente su reubicación.
Estos no son casos aislados en Kerala, donde se ha visto un aumento en el conflicto entre humanos y fauna silvestre, especialmente con elefantes.
Según un informe de prensa, 451 personas murieron en conflictos con la fauna en los últimos cinco años en el estado, 102 de ellas a causa de elefantes. Sin embargo, biólogos de vida silvestre y ambientalistas discrepan con las narrativas promovidas por los medios y la sociedad respecto a lo que constituye un conflicto.
“Creo que ni siquiera deberíamos usar la terminología ‘conflicto con la fauna’. Yo preferiría hablar de ‘interacción negativa con la fauna’”, dice P.S. Easa, doctorado en Ecología y Comportamiento de Elefantes, miembro del Consejo Nacional de Vida Silvestre y del Grupo de Especialistas en Elefantes Asiáticos de la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El conflicto entre animales salvajes y humanos lleva siglos, y lo que observamos en la era actual está influenciado tanto por la transformación en el comportamiento de ambos grupos como por la percepción humana hacia la fauna en general, añade.
En el marco social de Kerala, el fenómeno creciente del conflicto humano-elefante adquiere un significado mucho más profundo y complejo que el tema general de los conflictos con fauna silvestre. Los elefantes han sido parte integral de la cultura y la tradición de Kerala durante siglos: domesticados no solo para trabajos pesados, sino también como parte de festivales en templos.
En las últimas décadas, las máquinas han reemplazado a los elefantes en gran parte del ámbito laboral del estado, pero estos gigantes terrestres siguen siendo parte de los desfiles festivos. Expertos en comportamiento animal y activistas vienen levantando la voz en este siglo contra esta práctica, señalando la necesidad de tratarlos únicamente como animales salvajes.
Easa se niega incluso a usar el término “domesticados”.
“Elefantes cautivos es la única manera correcta de referirse a ellos en esta época”, afirma.
Solo en 2024 se reportaron nueve muertes en Kerala a causa de estos elefantes cautivos. The Hindu informó de seis muertes de este tipo, incluido un mahout (cuidador de elefantes), en los dos primeros meses de este año.
Aunque en los últimos años se implementaron reglas más estrictas sobre el uso de elefantes cautivos en festivales de templos, la mayoría han quedado en el papel. La naturaleza religiosa de los festivales en los que se utiliza a los elefantes vuelve el tema aún más sensible, y los partidos políticos suelen evitar abordarlo.
Las reservas de elefantes de Kerala se dividen principalmente en cuatro regiones: Wayanad, Nilambur, Anamudi y Periyar. La Reserva Periyar tenía la mayor población de elefantes, seguida por la de Anamudi.
Según las Estadísticas Forestales del gobierno de Kerala y el informe del Censo de Elefantes Salvajes de Kerala, las cuatro reservas cubren un total de 11 199 049 kilómetros cuadrados, de los cuales solo 1 576 339 km² se evaluaron como libres de población de elefantes.
De acuerdo con una evaluación oficial de 2024, Kerala tenía una población de apenas 1800 elefantes, una caída de más de 100 respecto al año anterior.
Como las reservas de Kerala limitan con los estados vecinos de Tamil Nadu y Karnataka, factores naturales que afectan a la población de elefantes, como sequías extremas o lluvias intensas y repentinas, influyen en la migración de los animales a lo largo del año.
En Kerala, en particular, la reducción de hábitats forestales por la deforestación y la expansión de asentamientos humanos en zonas históricamente ocupadas por elefantes, sumadas al cambio climático y a especies invasoras que eliminan sus fuentes naturales de alimento, figuran entre los factores que provocan migraciones forzadas de elefantes y, en consecuencia, frecuentes interacciones con humanos.
La expresión “descenso de la fauna hacia los asentamientos humanos” es en sí misma un error, señala Easa.
“En casi todos esos casos, fueron los asentamientos humanos los que avanzaron hacia lugares donde la fauna había vivido en paz antes. Wayanad e Idukki son ejemplos clásicos de esto”, añade.
“Hubo un informe sobre un ‘ataque de elefante’ en la Reserva Forestal de Sholayar. Observe la ironía de esa noticia: es una reserva forestal, el hábitat pertenece al elefante, no a las personas que transitaban por allí. Lo que digo es que cada vez que se informa de un conflicto con elefantes, hay que analizar todas las circunstancias. ¿Dónde ocurrió: dentro de la selva o fuera? ¿Cuándo: de día o de noche? ¿Y cómo? ¿Qué circunstancias llevaron a esa interacción?”, explica.
El aumento drástico de desechos de comida por el turismo en Kerala ha sido otro factor para que animales salvajes se acerquen a zonas habitadas por humanos. Se ha observado a elefantes, jabalíes y monos entrar en asentamientos humanos para alimentarse de esos restos.
No existe un método único e infalible para resolver el conflicto humano-elefante, opinan los científicos. Easa destaca que varias técnicas que resultaron efectivas en países africanos no funcionaron en lugares como Sri Lanka e Indonesia.

El biólogo de fauna silvestre Sreedhar Vijayakrishnan, en una entrevista concedida al medio ambiental internacional Mongabay en 2023, sugiere cinco medidas principales a largo plazo para mitigar el conflicto humano-elefante.
Estas incluye iniciar estudios prolongados para comprender los movimientos de los elefantes y los patrones espacio-temporales de conflicto, lo que permitirá determinar dónde y cómo se requieren intervenciones.
También suma rastrear las zonas de movimiento de elefantes e identificar áreas de uso intensivo, instalando luces de alerta en puntos estratégicos que puedan activarse en caso de avistamientos; concienciar a las poblaciones locales para desalentar la alimentación de elefantes o interacciones innecesarias.
Además, agrega capacitar a equipos locales de respuesta rápida para prevenir persecuciones indiscriminadas y reducir interacciones negativas; y colocar collares satelitales en los elefantes que causan problemas con frecuencia.
Kerala también cuenta con un centro de rehabilitación de elefantes en Kottoor, Thiruvananthapuram, para rescatar, rehabilitar y proteger tanto a elefantes cautivos como salvajes.
El estado, al igual que otras reservas forestales de la India, históricamente ha optado por convertir a muchos de los elefantes capturados, que generan conflictos, en «kumkis». Un elefante kumki es un elefante especialmente entrenado y domesticado que se utiliza en operaciones de rescate, para entrenar a otros elefantes salvajes y para gestionar conflictos con la fauna silvestre.
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Además de esta medida, otra de las inicitivas más efectivas aplicadas en Kerala ha sido el Proyecto de Mitigación del Conflicto con Elefantes de Wayanad, impulsado por la Wildlife Trust of India (WTI).
El proyecto, iniciado en 2002–2003, se consolidó como un modelo exitoso para abordar el conflicto humano-elefante en Kerala. El enfoque se centró en reubicar asentamientos humanos en lugares identificados como “corredores de elefantes” en el distrito de Wayanad. Con una extensión total de 2131 km², Wayanad cuenta con una reserva de elefantes de 1200 km², con una densidad de 0,25 elefantes / km².
Shajan M.A., oficial de campo sénior de WTI a cargo del proyecto, explica: “Nuestro método consiste en comprar esas tierras sensibles a la gente, incluidas comunidades tribales y otras, y reubicarlas en zonas más seguras, lejos del conflicto con la fauna”.
Finalmente, WTI entrega esas tierras adquiridas al Departamento Forestal de Kerala.
En regiones como el corredor de elefantes Tirunelli–Kudrakote, el conflicto humano-elefante había escalado tanto que provocó varias muertes humanas. Para las comunidades, dejar una tierra que habían ocupado durante décadas y consideraban su hogar nunca es fácil, reconoce Shajan.
Pero, de todos los métodos probados para lidiar con el conflicto humano-fauna, este enfoque ha resultado el más efectivo a largo plazo, señala.
Shajan también reflexiona sobre qué constituye exactamente un “conflicto”.
“El conflicto puede tener distintos significados. Desde un mono que roba comida en una casa hasta un tigre o un elefante que ataca a un humano, incluso con resultado de muerte, todo se considera un conflicto humano-fauna. Tristemente, como sociedad tendemos a reaccionar recién cuando se transforma en conflicto y echamos toda la culpa a la fauna”, dice.
T: GM / ED: EG