MANCHAY, Perú – Yuly Rojas es de contextura delgada, habla con suavidad y calidez, pero detrás de su voz hay una historia marcada por la lucha. Nació en Apurímac y a los 10 años perdió a su padre, quien murió a manos del terrorismo. Su madre, viuda a los 28, la crio sola y, hace apenas un mes, falleció. Hoy, Yuly, madre de tres hijos, ha salido adelante con lo que puede: una pequeña tienda, sus tejidos y, sobre todo, con la enorme voluntad de no rendirse.
Durante la pandemia, su tienda se volvió un punto de escucha. Las vecinas llegaban a contarle que ya no podían comprar ni arroz ni aceite, que sus esposos habían perdido el trabajo, que no sabían cómo alimentar a sus hijos. Yuly supo que no podía quedarse de brazos cruzados. Usó su parlante y convocó a una reunión: “Si todas traemos un poco, podemos cocinar juntas”.
Así nació la olla común Manos Milagrosas, con dos ollas, leña y una sartén que donó el párroco del barrio.
Hoy esta olla alimenta a 70 personas, entre ellas niños con anemia, adultos mayores y personas postradas. Gracias a la Red de Ollas Comunes de Pachacámac (Redopa), cuentan con una cocina mejorada que evita el humo, un huerto comunitario con hortalizas frescas y una pequeña granjita de gallinas ponedoras que refuerzan la nutrición de los menús.
“Se dice que todo el mundo trabaja por dinero, pero esto lo hago por cariño, porque sé lo que es sufrir de niña. Compartir la solidaridad con tu prójimo, eso te llena el alma”, dice Yuly con los ojos húmedos, pero la voz firme.

A unos kilómetros, en otra parte de Manchay, vive Julia Ninahuamán. Cusqueña de origen, madre de cinco hijos varones, siempre ha sido una mujer organizada, inquieta y comprometida.
Llegó a Lima de niña, se estableció en el lugar hace más de 20 años y, junto a su esposo —a quien conoce desde la infancia—, formó una familia que es su fortaleza y su motor. Julia ya hacía labor social antes de la pandemia, pero cuando la emergencia sanitaria estalló y vio que sus vecinos no tenían alimentos, dio un paso más grande.
Ella cedió parte de su casa para fundar la olla común Villa Jesús, cuando el local comunal les fue negado. Junto a otras madres, empezó a cocinar con lo que había: arroz, fideos y verduras recuperadas. Llegaron a alimentar a más de 130 personas por día.
La necesidad creció, pero también su capacidad de respuesta. Hoy, en su olla funcionan una panadería comunitaria que produce panes fortificados con hierro, una tienda solidaria de frutas y verduras recuperadas, y una red de mujeres que cocinan de forma rotativa, organizada y con mucho compromiso.
“Ver a niños tan pequeños con anemia, tan delgados, es una herida abierta. Pero organizadas, las cosas cambian. Alimentar también es resistir”, afirma Julia.
Tanto Yuly como Julia forman parte de la Redopa, una organización que coordina esfuerzos para gestionar soluciones concretas desde la comunidad.
Muchas de estas acciones se han fortalecido gracias al acompañamiento técnico y sostenido de la FAO, que no solo ha promovido espacios como el Consejo del Sistema Alimentario de Lima Metropolitana (Consial), sino que también ha brindado apoyo para la formulación e implementación de políticas alimentarias locales con enfoque de sistemas alimentarios.
Junto a ellas trabaja Erico Tueroconza, ayacuchano y vecino de Manchay desde hace 17 años, quien hoy es el actual secretario de actas de Redopa. De joven fue acólito, participó en grupos pastorales y encontró en la fe su vocación por el servicio. Durante la pandemia dejó su casa y se instaló en la parroquia para coordinar repartos, gestionar víveres y organizar a las primeras ollas comunes del distrito.
Desde entonces, Redopa ha recuperado más de mil toneladas de alimentos provenientes de mercados y chacras del valle a través de brigadas de recuperación de alimentos.
“Lo que hacíamos sin saber, después supimos gracias a FAO Perú, que se llamaba recuperación. Y lo que empezó como una urgencia, ahora es un sistema”, dice Erico con orgullo.

Un continente que se articula, un futuro que se cocina desde abajo
Desde 2016, la FAO impulsa una Agenda Urbana Alimentaria para promover políticas públicas con enfoque de sistemas alimentarios en ciudades. En Lima, lideró procesos de formación y fortalecimiento de plataformas multiactor, articulando a sociedad civil, cooperación, academia y gobiernos locales.
Gracias a este trabajo, durante la pandemia se acompañó a las ollas comunes mediante la Mesa de Seguridad Alimentaria y luego a través del Consial. Este modelo también fue replicado en la Municipalidad de Pachacámac, consolidando espacios de diálogo antes inexistentes.
Hoy, las ollas comunes se comunican directamente con los mercados de abastos, agricultores periurbanos, universidades y centros de investigación, y han consolidado su relación con las autoridades municipales y nacionales.
La FAO ha contribuido al desarrollo de capacidades para implementar estrategias con enfoque de sistemas alimentarios, generando procesos de mejora continua que han impactado directamente en la gestión territorial.
Uno de los logros más significativos ha sido la incidencia en políticas públicas. Esta articulación permitió la aprobación de normativas como la ordenanza municipal sobre la recuperación de alimentos en mercados de abastos, que luego escaló al nivel nacional y se convirtió en ley. Igualmente, tuvieron un rol muy importante en la aprobación de la ley de seguridad alimentaria y la ley de ollas comunes.
Además, la FAO ha visibilizado el trabajo de las ollas mediante estrategias de comunicación, reconocimientos con gobiernos locales y el parlamento, así como mediante incentivos como el Premio a la Pérdida y Desperdicio de Alimentos (PDA), otorgado a Redopa en 2021 y 2025 por su labor en la recuperación de alimentos desde mercados y chacras.
Estas acciones han permitido conectar las experiencias locales con otras municipalidades, plataformas regionales e incluso con redes internacionales, fortaleciendo el intercambio de conocimientos y prácticas.
En un continente donde más de 40 % de la población vive con inseguridad alimentaria, la cooperación entre países y el fortalecimiento de redes como Redopa son fundamentales.
Y en lugares como Manchay, gracias a las capacidades desarrolladas en políticas alimentarias urbanas promovidas por la FAO, las mujeres ya no solo cocinan: lideran, gestionan y transforman los sistemas alimentarios.
La fuente de este artículo es la Oficina Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con su sede en Santiago de Chile.