Mujeres manifestantes son víctimas de especial violencia en protestas en Georgia

La policía se alinea frente al parlamento en Tiflis, la capital de Georgia, en preparación de una de las continuas protestas que se suceden en el país. Imagen: Gvantsa Kalandadze

BRATISLAVA – Tras haber asistido a cientos de protestas contra el gobierno de Georgia en su capital, Tiflis, Gvantsa Kalandadze está acostumbrada a la intimidación y la violencia policial.

La brutalidad policial se ha convertido en algo habitual en las protestas diarias que se escenifican en la ciudad desde fines del año pasado, agravadas luego de que en diciembre llegó al poder el presidente Míjeil Kavelashvili, impulsado por el antioccidental autocrático partido Sueño Georgiano, en el poder desde 2012.

Las protestas empeoraron desde que el parlamento georgiano, controlado por Sueño Georgiano, estableció en noviembre de 2024 «una pausa de facto» del proceso de integración del país en la Unión Europea (UE), que el país había iniciado en 2022 y que debía completarse en 2028.

Kalandadze ha visto a otras personas caer víctimas de la brutalidad policial y la ha sufrido en más de una ocasión: poco después de abandonar una protesta en diciembre, fue empujada al suelo y brutalmente golpeada con patadas por un grupo de agentes por cuestionar la detención de un hombre en la calle.

En otra concentración unas semanas más tarde, quedó inconsciente cuando los agentes la empujaron junto con otros manifestantes a una zanja.

Algo ha variado en esa violencia contra los manifestantes.

Cuando comenzaron las protestas, la violencia policial parecía indiscriminada. Pero según una investigación de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional (AI), ahora las mujeres manifestantes están siendo objeto de ataques específicos y se enfrentan a una escalada de violencia y represalias por motivos de género.

Kalandadze afirma que ese análisis no le sorprende.

«Es cierto. La policía es agresiva y acosa a las mujeres tanto verbalmente, utilizando términos degradantes como ‘puta’, ‘hija de puta’ y otros, como amenazándonos con violarnos y agredirnos», afirma.

La investigación de AI detalla los métodos que utiliza la policía para atacar a las mujeres, que incluyen un uso cada vez mayor de la violencia de género, como insultos sexistas, amenazas de violencia sexual y registros corporales ilegales y degradantes contra las mujeres que participan en las protestas.

«Hemos hablado personalmente con personas que han sufrido en primera persona la actuación de la policía, como ser obligadas a someterse a registros corporales y amenazas de violación durante la detención», asseguró a IPS Denis Krivosheev, director adjunto de Amnistía Internacional para Europa Oriental y Asia Central.

La investigación de la organización humanitaria también destaca casos individuales de estos abusos, entre elloslos de mujeres que fueron sujetadas violentamente por agentes, obligadas a desnudarse, se les negó el acceso a tratamiento médico, se les amenazó con violarlas y se les sometió a insultos sexuales.

Amnistía afirma que estos abusos no solo violan la legislación georgiana, que prohíbe desnudarse completamente durante los registros, sino también el derecho internacional de los derechos humanos y las normas destinadas a salvaguardar la dignidad humana y proteger a las personas de la violencia de género.

«Obligar a alguien a desnudarse completamente (durante la detención) es contrario tanto al derecho internacional como al georgiano, pero, a pesar de ello, la policía obliga a los manifestantes a hacerlo. Se trata claramente de una política policial deliberada, a pesar de ser contraria a la ley», dijo Krivosheev.

AI explica que ha hablado hablado con numerosas mujeres sobre estos abusos y  Krivosheev detalla que el número de mujeres víctimas de estos ataques específicos «es mucho mayor de lo que hemos podido documentar, simplemente porque muchas víctimas tienen miedo de hablar sobre lo que les ha sucedido».

Las manifestantes que hablaron con IPS confirmaron que el acoso policial a las mujeres en las protestas era generalizado, pero también que a menudo se utilizaba para provocar una respuesta específica, y no siempre solo de las mujeres.

«Las mujeres nunca somos violentas en las protestas; nunca atacaríamos a la policía, y la policía nos insulta normalmente con comentarios sexuales como llamándonos putas, zorras, rameras e insultos sobre sexo oral y anal para intentar provocarnos y que hagamos algo por lo que nos arresten o para que los hombres que nos rodean intenten protegernos y hagan algo por lo que los arresten», declaró a IPS una mujer que  ha participado en numerosas protestas en Tiflis y quien pidió ser identificada como Vera.

Otra mujer, que ha concurrido a muchas protestas y quien pidió por razones de seguridad ser identificada como Tamar, dijo a IPS que «conozco a varias mujeres que fueron empujadas, arrastradas o detenidas. Algunas fueron insultadas con lenguaje misógino. A unas pocas las manoseaban durante las detenciones y eso no es un caso aislado, muchas de nosotras conocemos personalmente a alguien que ha sufrido estos abusos».

Añadió que la policía incluso cooperaba, o al menos toleraba, a los delincuentes que abusaban de las mujeres manifestantes.

«La policía ha utilizado la violencia, gases lacrimógenos, cañones de agua, balas de goma y fuerza física, pero eso es solo una parte de la historia. Lo que es aún más inquietante es la presencia de bandas criminales organizadas», detalló.

Tamar aseguró que «estos grupos operan con impunidad, claramente coordinados, y sin embargo la policía no interviene. Se dirigen específicamente a las activistas, las persiguen, les lanzan sustancias verdes a la cara, les gritan amenazas e intentan ahuyentarlas de las calles».

«Yo misma fui golpeada en la cabeza con una piedra por uno de estos matones. Cuando pedí ayuda a un agente de policía, me respondió con sarcasmo que se lo pidiera a mis ‘compañeros luchadores por la democracia’, como si hubiera sido alguien de entre los manifestantes», afirmó.

Con base en su experiencia, consideró que «no hay ninguna responsabilidad cuando la violencia proviene de personas que actúan de forma orquestada para parecer ciudadanos cualquiera. Es una táctica deliberada para aterrorizar a los manifestantes, especialmente a las mujeres, mientras se mantiene la negación oficial».

Muchas manifestantes creen que las razones por las que se ataca a las mujeres no solo tienen su origen en el papel que estas desempeñan en las protestas actuales, sino también en las tendencias misóginas de muchos agentes de seguridad.

También existe una cultura «de masculinidad tóxica» que va de la mano con la parte conservadora de la sociedad.

«La policía está enfadada porque las mujeres están tomando la iniciativa (en las protestas), la participación femenina en las protestas actuales es mucho mayor que nunca y eso provoca su agresividad. La policía ve (o, al menos, veía al principio) a las mujeres en las protestas como inferiores en comparación con los hombres y cree que serán más fáciles de quebra moralmente y de dominar físicamente», analizó Tamar.

Otro factor son las desviaciones sexuales de algunos miembros de la policía cuando sienten poder sobre las mujeres tras detenerlas y «su perversión se apodera de ellos», acotó Vera.

Otros activistas y manifestantes achacan esta actidud «a que la policía percibe a las mujeres como una grave amenaza para su autoridad».

«Creo que la verdadera razón por la que la policía se ceba con las mujeres es que estas son realmente intrépidas en estas protestas. Son muy resistentes y persistentes, y siempre están en primera línea»,  dijo a IPS Paata Sabelashvili, activista por los derechos humanos en Tiflis.

De hecho, aseguró Sabalashvili, con base en su participación en varias manifestaciones en la capital georgiana, «las mujeres han salvado físicamente a muchos hombres de las manos de la policía violenta. Creo sinceramente que la policía se siente amenazada por ellas».

Añadió, sin embargo, que, «a la luz de la misoginia y el sexismo entre los agentes de policía, esto no es, lamentablemente, inesperado, y me temo que solo empeorará en el futuro».

Amnistía ha pedido a las autoridades georgianas que pongan fin de inmediato a todas las formas de represión discriminatoria por razones de género y a todo uso ilegal de la fuerza por parte de las organizaciones que tienen a su cargo la seguridad.

También les ha pedido que investiguen todas las denuncias de abusos durante las protestas y que garanticen la rendición de cuentas a todos los niveles.

Pero ni la propia AI ni las manifestantes que hablaron con IPS creen que esto vaya a suceder, al menos en el futuro próximo.

«Hay pocas esperanzas de que el gobierno actual rinda cuentas e investigue eficazmente (los abusos policiales durante las protestas)», dijo Krivosheev.

Los medios de comunicación locales han informado de que las investigaciones sobre las denuncias presentadas por mujeres sobre la violencia y las amenazas que han sufrido por parte de la policía en las protestas no han llegado a ninguna parte.

Igual ha sucedido con las investigaciones del Servicio de Investigación Especial, responsable de investigar de forma independiente los delitos cometidos por la policía, a pesar de los cientos de denuncias de violencia policial solo en 2024.

El gobierno no ha hecho comentarios sobre las denuncias actuales de mujeres manifestantes que han sido objetivo específico y diferenciado de la policía.

Pero en el pasado sí ha justificado la actuación policial en las protestas como una respuesta a la violencia de los manifestantes y ha afirmado, sin pruebas, que las protestas están siendo financiadas desde el extranjero.

Lo que sí está sucediendo es que a medida que se incrementan los abusos y acoso por parte de la policía contra las mujeres, crece la participación femenina en las protestas.

«Estas represalias por motivos de género pueden haber tenido como objetivo asustar a las mujeres para que se rindieran, pero no ha sido así. Las mujeres han seguido protestando, y si acaso, con más intensidad. Muchas mujeres siguen denunciando el trato que reciben por parte de la policía», dijo Krivosheev.

Kalandadze confirma que, a pesar de sus experiencias, no dejará de asistir a las protestas.

«El día que el gobierno anunció que suspendería la integración de Georgia en la UE, decidí unirme a las protestas callejeras, y la represión violenta comenzó esa misma noche», dijo.

Desde entonces, añadió, «he asistido a todas las protestas en las que los manifestantes han corrido peligro, a todas las concentraciones en las que se ha llamado a las fuerzas especiales de la policía. Incluso hoy en día, participo en todas las protestas en las que se moviliza a las fuerzas policiales».

La manifestante que pidió ser citada como Vera señaló que, aunque el tamaño de las protestas callejeras en Tiflis ha disminuido, continúan a diario.

«El hecho de que haya algún tipo de protesta en la capital todos los días es incómodo para el gobierno y también sirve para garantizar que el régimen no se legitime a los ojos de los antiguos socios occidentales del país. Hay muchas activistas y las líderes de las marchas de protesta son siempre mujeres. Hemos demostrado mucha resistencia. Creemos las unas en las otras. Este país es nuestro», dijo.

Tamar se mostró aún más desafiante.

«Cuando las mujeres lideran, especialmente en una sociedad patriarcal, se desestabiliza todo el discurso. No se trata solo de disidencia política, se trata de control cultural. Sí, temo que las cosas puedan empeorar antes de mejorar. Pero no vamos a dar un paso atrás», planteó.

T: MF / ED: EG

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