El desarrollo de América Latina está bajo presión y se desacelera

Vista de un centro comercial en Perú, escenario habitual del consumo de las clases medias en América Latina y el Caribe, las que sin embargo continúan inmersas en el contexto de incertidumbre y policrisis que abarca a gran parte de la población. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo plantea diseñar estrategias centradas en la resiliencia ante las presiones que obstaculizan el desarrollo humano. Imagen: IPE

PANAMÁ – La incertidumbre, las crisis recurrentes, la veloz evolución de las tecnologías, la profunda fragmentación social y un clima cada vez más cambiante ejercen presión y desaceleran el desarrollo de América Latina y el Caribe, asegura un nuevo estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud).

“La forma en la que se ha construido el desarrollo humano en América Latina y el Caribe no ha demostrado ser resistente frente a los shocks. En tiempos de crisis, el andamiaje cede. Hoy, la región navega por un escenario marcado por la incertidumbre”, afirmó el administrador del Pnud, Achim Steiner.

El estudio, presentado este jueves 12, expone que los patrones seguidos por el desarrollo regional durante las últimas décadas “pueden resumirse en cuatro premisas simples: se han logrado avances significativos; ese progreso ha sido desigual; se ha desacelerado en los últimos años; y es vulnerable a retrocesos”.

Indica que, tras décadas de avances sostenidos, los progresos en desarrollo humano en América Latina y el Caribe comenzaron a desacelerarse, particularmente a partir de mediados de la década de 2010.

La tasa regional de crecimiento del Índice de Desarrollo Humano (IDH), en el cual el Pnud combina indicadores de salud, educación e ingresos, disminuyó del 0,7 % constante entre 1990 y 2015, a 0,3 % en el quinquenio anterior a la pandemia, y a un 0,2% desde entonces, dando cuenta de un estancamiento en los avances.

La pandemia covid-19 marcó un punto de inflexión crítico, provocando el primer retroceso en el IDH desde su creación en 1990.

Aunque la región se ha recuperado desde entonces, el ritmo de avance sigue siendo lento, y muestra pocas señales de volver a la trayectoria previa a la pandemia.

Factores presentes en el panorama regional -incertidumbre, crisis, la velocidad de las tecnologías, el clima y la fragmentación social- han dejado al descubierto profundas vulnerabilidades en la trayectoria de su desarrollo, según el documento, cuya autora principal es la economista Almudena Fernández.

Esa “policrisis” pone en tela de juicio la capacidad de la región para mantener y avanzar en el desarrollo humano, y el informe sostiene que en las estrategias para abordar ese avance la resiliencia debe ser el eje central e imprescindible.

El análisis advierte de que la incertidumbre, antes considerada una excepción, se ha convertido en la norma. El Índice de Incertidumbre Mundial refleja fluctuaciones en el sentimiento económico global, dando cuenta de períodos de mayor incertidumbre que pueden afectar la inversión, el consumo y la actividad económica en general

Aunque la incertidumbre ha ido en aumento a nivel mundial, ha llegado a niveles muy elevados en América Latina y el Caribe, situándose casi 50 % por encima del promedio global y alcanzando más del doble del nivel de 1990.

Esta tendencia se acentuó aún más durante el pico que experimentó a comienzos de 2025. En ese momento, la incertidumbre aumentó 77 % a nivel global respecto del año anterior, mientras que en la región se disparó, 101 % en el mismo período.

El informe expresa que más de la mitad de la población de América Latina y el Caribe carece de mecanismos adecuados para enfrentar eventos adversos moderados sin sufrir repercusiones de largo plazo en su bienestar.

A pesar de los notables avances logrados en las últimas décadas, durante las cuales la región pudo reducir a la mitad la tasa de pobreza, aproximadamente una de cada cuatro personas sigue viviendo en situación de pobreza.

Además, la región no ha logrado consolidar una clase media estable: 31 % de la población se clasifica como vulnerable, es decir, que se encuentra justo por encima del umbral de la pobreza.

Un factor de presión, la presión de la transformación tecnológica, hasta ahora se ha caracterizado por la expansión de la infraestructura digital básica, pero con “una adopción altamente desigual, que a menudo refuerza las disparidades existentes”.

Un ejemplo es que en la región 45 % de su población muestra habilidades digitales básicas, frente a 80 % en las economías avanzadas. Y solo 14 % cuenta con habilidades digitales avanzadas, frente a 45 % en las economías industrializadas.

Aunque la fragmentación social ha sido históricamente una característica de las sociedades de América Latina y el Caribe -en parte debido a problemas estructurales como la desigualdad económica-, hoy se ve intensificada como consecuencia de la creciente incertidumbre y las crisis recurrentes, según el informe.

Sostiene que un alto nivel de incertidumbre puede generar un impacto emocional considerable, provocando estrés, ansiedad y depresión, lo que a su vez puede erosionar la cohesión social e influir en el comportamiento político de las personas

Incluye datos del Latinobarómetro 2008-2023, según los cuales la noción “confianza en el gobierno” cayó entre la población en ese lapso, de algo más de 40 % a 30 %, y la “confianza en la mayoría de las personas” de algo más de 20 % a 15 %.

Se suma que el cambio climático en América Latina y el Caribe “ya no es una amenaza lejana, sino una realidad presente que está transformando vidas, limitando el desarrollo humano y afectando negativamente a la productividad”.

El informe recoge que en 2024 la temperatura promedio de la superficie en todo el continente americano fue 2,3 grados centígrados mayor a la media del período 1951-1980, con graves consecuencias para la población.

Entre 2000 y 2019 las muertes adicionales por causas relacionadas con el calor en la región ascendieron 36 700 al año.

Las repercusiones económicas también han sido graves: la reducción de la productividad laboral relacionada con el calor provocó pérdidas de ingresos por un valor de 1780 millones de dólares en 2022.

Steiner dijo que el informe “nos deja un mensaje claro: más de lo mismo no será suficiente. Lo que la región necesita no es solo un ajuste de rumbo, sino una nueva guía para el desarrollo. Una que sitúe el desarrollo humano resiliente en el centro de la agenda regional”.

A-E/HM

 

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