Metepantle de México y mate de Paraná son patrimonio mundial

El metepantle de México y el mate de Brasil fueron incorporados como patrimonio agrícola mundial por la FAO, junto con otros tres cultivos de China y uno de España.
Un campo sembrado con distintos cultivos, el sistema metepantle, en el central estado mexicano de Tlaxcala. Esas y otras técnicas, algunas con muchos siglos de antigüedad y valoración de los pueblos indígenas, son reconocidas como integrantes del Sistema del Patrimonio Agrícola Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Imagen: Giahs

ROMA – El sistema de cultivos metepantle en el estado de Tlaxcala de México, y el de la yerba mate en el de Paraná en Brasil, figuran entre los seis que acaba de incorporar al patrimonio agrícola mundial la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Otros tres son sistemas de cultivo de peras, té blanco, y peces y mejillones en China, y el empleo agrícola de suelos con lava y arena marina en Lanzarote, una de las españolas Islas Canarias.

Los seis “muestran cómo las comunidades pueden recurrir a sistemas de conocimiento y prácticas ancestrales para llevar alimentos a la mesa, proteger los empleos y los medios de subsistencia y mantener territorios agrícolas únicos y sostenibles”, dijo Kaveh Zahedi, uno de los directores de la FAO.

“Son puntos brillantes en el contexto de los efectos cada vez mayores en la agricultura y los campesinos de la variabilidad del clima, los fenómenos climáticos extremos y la pérdida de biodiversidad”, agregó Zahedi, a cargo de la Oficina de Cambio Climático, Biodiversidad y Medio Ambiente de la FAO.

Con la incorporación de los seis, decidida esta semana, suman ya 95, de 28 países, los Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial de la FAO (Sipam).

En México, en los territorios montañosos y semiáridos del estado del pequeño y central estado de Tlaxcala, durante más de tres milenios las familias campesinas del lugar han brindado apoyo al sistema del metepantle, que consiste en un mosaico aterrazado de maíz, agave, frijoles, calabazas y plantas silvestres.

Arraigado en los conocimientos de los pueblos indígenas nahuas, preserva las semillas, mantiene la biodiversidad de las tierras secas y afianza los sistemas alimentarios y los medios de subsistencia locales, con resiliencia y continuidad cultural en una de las regiones de México más vulnerables al clima.

El sistema mantiene más de 140 especies indígenas, entre ellas 40 razas originales de maíz y 30 tipos de verduras, y practica la conservación basada en la comunidad, mediante tradiciones familiares, ferias de semillas y redes de intercambio.

Aporta fibra, alimentos, bebidas, estabilización de suelos y hábitat de polinizadores, destacó la FAO al anunciar su incorporación al Sipam.

En la selva de Araucaria, en Paraná, sur de Brasil, durante siglos los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales han cultivado yerba mate en sistemas agroforestales de sombra arraigados en prácticas ancestrales y agroecológicas.

Las hojas de las especies de árboles autóctonos se consumen tradicionalmente como chimarrão, tereré o mate en otros países como Argentina, Paraguay y Uruguay.

Mediante la integración de cultivos alimentarios y productos forestales, el sistema fortalece la biodiversidad, la soberanía alimentaria y la identidad cultural y, al mismo tiempo, ayuda a conservar la selva de Araucaria, uno de los puntos críticos de biodiversidad más amenazados del planeta y una reserva vital de vida.

En una región en la que la deforestación ha repercutido con mucha fuerza, y en la que permanece solo uno por ciento de los bosques originales, el sistema ofrece un ejemplo raro de prácticas agrícolas que preservan la cubierta forestal y a la vez brindan apoyo a los medios de subsistencia y al patrimonio cultural, indicó la FAO.

En Lanzarote, donde los áridos campos negros volcánicos evocan el paisaje lunar y el viento raramente descansa, los agricultores desarrollaron un sistema agrícola notable basado en el uso innovador del suelo del lugar.

Tras seis años de erupciones volcánicas durante el siglo XVIII, empezaron a utilizar el lapilli volcánico o fragmentos de lava (enarenado) y arena marina (jable) para atrapar la humedad, regular la temperatura del suelo y proteger los cultivos.

Uvas, batatas y legumbres se cultivan utilizando este método, que brinda apoyo a la biodiversidad, los medios de subsistencia y al patrimonio cultural en una de las regiones más secas de Europa, en gran parte sin riego.

El sistema de enarenado abarca más de 12 000 hectáreas. Combina la cobertura del suelo y su materia orgánica con cenizas volcánicas originadas en las erupciones históricas, y suma el jable, una técnica de cobertura del suelo con materia orgánica que utiliza arena marina arrastrada por el viento y la erosión durante siglos.

De China, que ya cuenta con 25 de los 95 sistemas del Sipam, se tomó primeramente el sistema pesquero compuesto de mejillones perla de agua dulce en Deqing, en la oriental provincia de Zhejiang.

En el condado de Deqing los agricultores han mantenido un sistema de cultivo combinado de peces y mejillones de 800 años de antigüedad, en el que se fusionan la acuicultura, la agricultura y la artesanía.

Centrado en las técnicas del mejillón perla, produce perlas, arroz, seda y otros rubros, con un sistema circular que mejora la biodiversidad, la seguridad alimentaria y el patrimonio cultural, y ofrece información a escala mundial para la agricultura sostenible, el equilibrio ecológico y el desarrollo rural, indicó la FAO.

La filtración basada en los mejillones reduce el amoníaco en 40 %; el nitrito en 54 %; el nitrógeno en un 38 %, y la demanda química de oxígeno (DQO) en un 30 %.

Eso hace que la acuicultura sea compatible con la restauración de los ecosistemas. Se

brinda apoyo a más de 22 000 residentes mediante la agricultura, el procesado de perlas, el ecoturismo y la educación a través de la experiencia.

Otra práctica es el cultivo del té blanco en Fuding, en la sudoriental provincia de Fujian, el cual “mezcla la sabiduría ecológica con la artesanía”, destacó la FAO.

Centrado en la planta madre Lüxueya y en técnicas de marchitamiento natural, este sistema integra las plantaciones de té con los bosques y cultivos, preservando la biodiversidad y apoyando los medios de subsistencia rurales.

Raíces culturales, rituales y tradiciones profundas se reflejan en un lazo fuerte entre las personas, la tierra y el té.

El sistema preserva 18 variedades de plantas de té, y abarca más de otras 120 especies agrícolas, entre las cuales 41 hortalizas, 14 frutas, 11 especies de animales domésticos, 31 especies de agua dulce y 32 hongos comestibles, lo que contribuye a la resiliencia ecológica y de los sistemas alimentarios.

Finalmente se incorporó el sistema de huertos de perales antiguos en Gaolan Shichuan, provincia de Gansu, en el norte de China.

En el pueblo de Sichuan, junto al río Amarillo, prospera un sistema agroforestal de 600 años de antigüedad, con altísimos perales cultivados según un método tradicional denominado “gaotiano”.

Ubicado en la región árida de la meseta de Loess, el sistema es un ejemplo de cultivo de secano adaptado a la escasez de agua y suelos propensos a la erosión.

Al integrar árboles frutales, cultivos y ganadería, preserva variedades antiguas, como la Ruan’er y la Dongguo. Resistente a sequías e inundaciones, el sistema apoya la agrobiodiversidad, la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia rurales.

El rendimiento anual de las peras supera los dos millones de kilos y se las elabora como fruta fresca, peras secas y especialidades locales, se indicó.

A-E/HM

 

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