Campesinos de Zimbabue lideran investigación sobre agricultura de conservación

Migren Matanga, una agricultora a pequeña escala de Rushinga, en el norte de Zimbabue, sostiene uno de sus cultivos de cereales. Imagen: Farai Shawn Matiashe / IPS

BULAWAYO, Zimbabue – Migren Matanga creció rechazando los cereales pequeños y tradicionales en Rushinga, en el norte de Zimbabue. Esta mujer de 58 años, madre de cuatro hijos y residente en la aldea de Toruzumba, dependía del maíz y el algodón, uno de los principales cultivos comerciales de la zona en aquella época.

No fue hasta finales de la década de 2010 cuando esta pequeña agricultora se dio cuenta de la necesidad de practicar una agricultura climáticamente inteligente.

Las prolongadas sequías habían devastado sus cultivos de maíz y los precios del algodón habían bajado debido a una combinación de varios factores, entre ellos el colapso de la industria textil y la inestabilidad de la moneda.

En 2020, Matanga se unió a los agricultores que investigaban la agricultura de conservación en el marco de la Iniciativa de Resiliencia Rural R4, dirigida por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Rushinga, donde las condiciones semiáridas amenazan la agricultura convencional.

«Cuando era pequeña, me centré en los cultivos comerciales de maíz y algodón. Las lluvias eran abundantes», explica a IPS, y añade que, tras ser elegida por otros campesinos, se unió a la iniciativa para ampliar sus conocimientos sobre la agricultura de conservación.

Lamentablemente, añade, «ahora estamos experimentando menos precipitaciones debido al cambio climático. Esto ha obligado a los agricultores de esta comunidad a ser innovadores».

Estos agricultores se han agrupado en grupos de 10.

Cultivan diferentes variedades resistentes a la sequía, como sorgo, mijo y frijol caupí, utilizando prácticas de agricultura de conservación en una parcela de 0,2 hectáreas y agricultura convencional en otra parcela del igual tamaño.

Los agricultores mantienen una alteración mínima del suelo y diversifican los cultivos para mejorar la salud del terreno y la gestión del agua, con el fin de reducir el impacto medioambiental en el marco de la agricultura de conservación.

Mientras, siguen el método agrícola tradicional de labranza del suelo en la agricultura convencional.

Cada uno de estos 10 agricultores tiene el mismo modelo en sus campos, utilizando las mismas tecnologías proporcionadas por los agrónomos.

Los esfuerzos de Matanga ya están dando sus frutos, porque en la temporada agrícola 2023/2024 obtuvo una buena cosecha a pesar de la sequía que afectó a los cultivos en todo el país sudafricano.

La sequía, causada por El Niño, un fenómeno meteorológico que provoca sequías o inundaciones en una situación agravada por el cambio climático, dejó a más de la mitad de la población de Zimbabue, de 15,1 millones de habitantes, en situación de hambre.

Zimbabue declaró la sequía en abril de 2024 con el fin de movilizar recursos tanto del Estado como de organismos humanitarios internacionales y del sector privado para ayudar a los millones de personas que padecían hambre.

«Antes menospreciaba los cereales de grano pequeño. Pero ahora me he dado cuenta de que son resistentes a la sequía y maduran pronto»», afirma Matanga, sonriendo mientras contempla sus campos llenos del verdor del mijo y el sorgo.

Añade que «he cosechado un poco de mis campos de maíz, que no forman parte de la iniciativa. Pero estoy contenta de haber conseguido algo gracias a la agricultura de conservación».

Los cereales de grano pequeño, como el mijo y el sorgo, no son nuevos en Zimbabue.

Antes de la colonización británica, algunas comunidades zimbabuenses cultivaban estos cereales para el consumo familiar y el comercio.

Sin embargo, los colonos popularizaron el maíz y otros cultivos importados, por lo que los lugareños abandonaron los cereales tradicionales.

Los cereales de grano pequeño, como el mijo y el sorgo, son más tolerantes a los suelos pobres, las sequías y las condiciones de cultivo adversas.

Se adaptan fácilmente a diferentes entornos sin necesidad de altos niveles de productos químicos y pesticidas.

En comparación con otros cereales como el maíz, los cereales de grano pequeño no necesitan mucha agua, lo que es ideal para regiones semiáridas como Rushinga.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Los expertos afirman que las raíces profundas de algunas variedades de estos cereales tradicionales mantienen el suelo intacto.

Esto ayuda a mitigar la desertificación, es decir, la degradación de la tierra, que la hace menos fértil y la convierte en un entorno desértico.

Christian Thierfelder, agrónomo principal de sistemas de cultivo del Cimmyt, una organización agrícola internacional sin ánimo de lucro, afirma que, tradicionalmente, la investigación en África se realiza en la estación y los agricultores rara vez participan.

Según el especialista, el resultado de esa investigación a menudo no es aplicable a sus circunstancias y contextos.

«Nos hemos dado cuenta de ello y hemos decidido llevar a cabo la investigación más cerca de los agricultores, en sus campos», afirma.

Thierfelder afirma que su interés también radica en promover la agricultura de conservación, un sistema de cultivo basado en la mínima alteración del suelo, la retención de residuos de cultivos y la rotación de cultivos, que se considera una tecnología climáticamente inteligente.

Asegura que esta investigación y tecnología no solo benefician a los agricultores, sino también a los investigadores, que utilizan estos resultados a través de análisis realizados a lo largo de varios años.

Thierfelder explica que estas nuevas variedades mejoradas e inteligentes frente al clima que cultivan agricultores como Matanga son adecuadas para su entorno y proporcionan buenos rendimientos.

A su juicio, los agricultores han apreciado que, en los años más secos, obtienen algo de las tecnologías inteligentes frente al clima, como la agricultura de conservación.

Blessing Mhlanga, agrónomo especializado en sistemas de cultivo del Cimmyt, afirma que los datos recopilados en la investigación muestran que la agricultura de conservación es ideal en esta zona.

«Esto también lo demuestran los datos de que disponemos: la agricultura de conservación ha superado sistemáticamente al arado convencional en los cinco años que llevamos realizando ensayos en Rushinga», detalla.

Además, dice, «con las variedades que tenemos, en algunos años vemos algunas diferencias, pero en otros no, especialmente con las diferentes especies de cultivos, que también se comportan de manera muy diferente según los años, lo que significa que su resiliencia y sus respuestas a las diferentes condiciones climáticas también son diferentes».

«Esto nos da información sobre qué especies cultivar y en qué años, pero podremos estar más seguros después de varios años. Por eso, cuando hacemos nuestro análisis, solemos separar estas especies», explica.

Progress White, otra pequeña agricultora de la región semiárida de Rushinga, cuenta que durante la sequía de El Niño cosechó lo suficiente no solo para alimentar a su familia, sino también para vender a otras familias de su aldea.

«Nos coordinamos en equipo. La agricultura de conservación es mejor. Con la agricultura convencional, obtengo menos que con la agricultura de conservación», cuenta a IPS esta madre de tres hijos de 29 años.

Matanga y sus compañeros agricultores analizan los resultados después de cada temporada y sacan conclusiones sobre qué cultivos dan mejores resultados y cuáles no.

Comparten sus observaciones con otros agricultores de su comunidad.

Otros 200 agricultores de Rushinga con pequeñas parcelas están aplicando lo que Matanga y sus compañeros están aprendiendo.

Thierfelder detalla que actualmente se están centrando en un barrio del distrito de Rushinga, que suele tener 2000 hogares.

«Y lo que aprendemos allí puede extenderse a los demás barrios de Rushinga y también a zonas con características similares», afirma.

Thierfelder explica que los agricultores aprenden e intercambian conocimientos a través de ferias, visitas de intercambio y jornadas de campo.

«Las visitas de intercambio son otro aspecto importante del intercambio entre agricultores. Fomentamos el aprendizaje entre pares en cada zona. Este año también queremos organizar una visita cruzada entre los agricultores de Rushinga y los de Masvingo», dice.

En Zimbabue, los cereales de grano pequeño, como el mijo y el sorgo, se utilizan para elaborar harina, con la que se preparan gachas o sadza, bebidas alcohólicas y no alcohólicas tradicionales.

En las zonas urbanas, la sadza elaborada con estos cereales de grano pequeño se está haciendo muy popular en los restaurantes y es bastante cara.

Matanga dice que, aunque las lluvias han llegado tarde en la actual temporada agrícola, espera una buena cosecha.

«Guardaré una parte para el consumo familiar y venderé el excedente a mis vecinos», adelanta.

T: MF / ED: EG

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