NUEVA YORK – El 21 de marzo de 2025 concluyó el 69.º sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, conocido como CSW69, tras dos semanas de sesiones iniciadas el 10 de marzo.
Se la considera la mayor reunión anual organizada bajo el paraguas de las Naciones Unidas que congrega a activistas por los derechos de las mujeres de distintas partes del mundo, en su mayoría representantes de organizaciones de la sociedad civil. Este año, una cifra asombrosa de más de 11 000 personas se inscribieron en la plataforma del Foro de ONG de la CSW69.
La sesión de este año, difundida bajo el lema Beijing+30, se centró en el estado de implementación de la Declaración y la Plataforma de Acción adoptadas en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995.
Algunas activistas recordaron también que 2025 marca el 25° aniversario de la resolución pionera 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada en el año 2000, que destaca la importancia de reconocer las contribuciones positivas de las mujeres en el ámbito de la paz y la seguridad.
Por primera vez, los eventos paralelos organizados por la sociedad civil en el marco de la CSW69 incluyeron el tema de la elección de una mujer Secretaria General de las Naciones Unidas, algo inédito en los 80 años de existencia de la organización. Dos de estos eventos se centraron exclusivamente en la urgente necesidad de elegir a la próxima y primera mujer Secretaria General.

La primera actividad se realizó el 5 de marzo como evento previo a la CSW69, bajo el título “¿Una primera vez histórica? Seguimiento a las respuestas de los Estados ante la posibilidad de una Secretaria General feminista”, y fue organizada por la Red Mundial de Mujeres Constructoras de Paz (GNWP, en inglés), la Escuela de Estudios Internacionales de NYU y la iniciativa 1 For 8 Billion.
El segundo evento tuvo lugar el último día de la CSW69, titulado “Igualdad de género en el nivel más alto: elegir a una mujer Secretaria General”, auspiciado por la campaña WomanSG y el Consejo Académico del Sistema de Naciones Unidas (ACUNS, en inglés). Fui invitado a hablar en ambas actividades.
El actual secretario general, António Guterres —ex primer ministro de Portugal—, tiene previsto finalizar su segundo mandato de diez años el 31 de diciembre de 2026. La elección de la nueva o el nuevo Secretario General se espera para octubre de ese año, como muy pronto. El artículo 97 de la Carta de la ONU establece que: “El Secretario General será nombrado por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad. Será el más alto funcionario administrativo de la Organización”.
Los Estados Miembros de la ONU tal vez hayan tomado demasiado literal la última frase de ese artículo, ya que solo han elegido hombres como Secretario General. Como bien sabemos, la Carta de las Naciones Unidas, firmada en 1945, fue el primer acuerdo internacional en afirmar el principio de igualdad entre mujeres y hombres.
Recuerdo las palabras de Eleanor Roosevelt cuando afirmaba: “Con demasiada frecuencia, las grandes decisiones se originan y toman forma en órganos integrados únicamente por hombres o tan completamente dominados por ellos que cualquier aporte de valor especial que puedan ofrecer las mujeres se descarta sin siquiera ser considerado”.
Es una realidad que la política, y más aún, la seguridad, sigue siendo un mundo de hombres.
Y al hablar de participación política de las mujeres, resulta lamentable que, siendo la ONU la mayor defensora de la igualdad y los derechos de las mujeres, su propio historial no sea motivo de orgullo.
Para impulsar a la ONU en la dirección correcta y fortalecer su credibilidad, en septiembre de 2012 se presentó un “Llamado a la acción” dirigido a los líderes mundiales reunidos en la sede de la organización. Este llamado, emitido por IMPACT Leadership 21 y cofirmado por mí como fundador del Movimiento Global por la Cultura de Paz (GMCoP, en inglés), fue reiterado en 2016 e instaba a actuar con urgencia, en especial para nombrar a una mujer como próxima Secretaria General.
En sus ocho décadas de existencia, el organismo mundial ha elegido únicamente hombres para ese cargo, como si solo los hombres estuvieran destinados a liderar las Naciones Unidas.
En un artículo de opinión titulado “La esquiva Secretaria General” publicado en IPS el 14 de octubre de 2016, un día después de la elección de Guterres, expresé mi frustración diciendo: “Los miembros del Consejo de Seguridad fueron totalmente insensibles ante el amplio apoyo internacional por una mujer como próxima Secretaria General.
Con su decisión, perpetuaron la exclusión del 50 por ciento de la humanidad. Es una grave distorsión del sistema que los 15 miembros del Consejo impongan su elección influenciada por la presión y manipulación del P5 al conjunto de los 193 Estados Miembros, sin mencionar la vasta opinión y activismo de la sociedad civil a favor de una Secretaria General mujer”.
En ese mismo texto, advertí que “es sumamente lamentable que en el proceso de selección la política haya prevalecido sobre la igualdad de género, violando el artículo 8 de la Carta de la ONU, que subraya la elegibilidad e igualdad de hombres y mujeres para participar en cualquier función de todos sus órganos, ya sean principales o subsidiarios”.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
En otro artículo de opinión, publicado el 20 de junio de 2011, más de cinco años antes del anterior, titulado “Segundo mandato de Ban: el caso por una Secretaria General”, escribí que “la reforma más importante que necesita el proceso de elección del líder de la ONU es un cambio de mentalidad de los Estados Miembros.
A esta altura del desarrollo humano, es una vergüenza que en sus 65 años (en 2011), la ONU no haya podido elegir a una mujer para liderarla. Es más, ni siquiera se había nominado a ninguna candidata”.
Y agregué: “Pese a todas las resoluciones, tratados, declaraciones y pronunciamientos de la ONU sobre la igualdad de género, es lamentable que el organismo haya excluido al 50 por ciento de la humanidad de su máximo cargo. La organización, sin duda, se ha empobrecido al restringir sus opciones solo a la mitad del potencial de liderazgo”.
También señalé que “la imagen deteriorada y la credibilidad de la ONU ante la comunidad internacional en los últimos años reflejan la necesidad creciente de un liderazgo eficaz y comprometido, que anteponga la organización a los intereses personales y que no funcione exclusivamente bajo una lógica de ‘mando y control’”.
Estas palabras, casualmente, cobran aún más sentido en la actualidad. Existen ciertas realidades que deben tenerse en cuenta al hablar de la elección de una Secretaria General:
– En 2016, ninguno de los miembros del P5 votó por una candidata mujer, a pesar de haber varias postulantes destacadas.
– La rotación geográfica que se respeta cuidadosamente para elegir al presidente de la Asamblea General, no se aplica en el Consejo de Seguridad al nominar al Secretario General. El P5 decide de forma unilateral.
– Un Estado Miembro puede manifestar públicamente su apoyo a una Secretaria General mujer, pero votar de forma contraria por razones políticas. El voto secreto impide saber cómo votó realmente.
– También puede ocurrir que un país apoye inicialmente a una mujer, pero cambie su voto si su apoyo es necesario para elegir a un hombre. Nuevamente, el voto secreto oculta estos cambios.
– El P5 mantiene reuniones de coordinación fuera del recinto de la ONU con más frecuencia de la prevista. La elección del Secretario General es un tema prioritario que suele discutirse en esos espacios.
Entonces, la gran pregunta es: ¿cómo garantizar la elección de una mujer como próxima Secretaria General, considerando todas estas visibles y ocultas realidades?
Los Estados Miembros —y me refiero a los 193, no solo a los 15 del Consejo de Seguridad— deben asumir el papel y la responsabilidad que les otorga la Carta de la ONU en el nombramiento del Secretario General.
Tengo tres propuestas para ofrecer:
Primera: la opción más sencilla y natural sería que el Consejo de Seguridad nominara a la actual Vicesecretaria General, una mujer con firmes convicciones feministas, líder competente y respetada, reconocida como la “partera” de los ODS, y que además conoce a fondo el funcionamiento de la organización. Por si se preguntan, se trata de Amina Mohammed, originaria de Nigeria.
Segunda: en los últimos tiempos, han surgido varios nombres de mujeres del Grupo Regional de América Latina y el Caribe (Grulac), con el argumento de que, según la práctica de rotación geográfica, le corresponde a ese grupo proponer al próximo Secretario General.
Esta situación facilitaría la elección de una mujer bajo dos condiciones: primero, que el Consejo de Seguridad acuerde por unanimidad que le corresponde el turno a Grulac; y segundo, que los países de Grulac presenten únicamente candidatas mujeres. Así, el Consejo solo podría elegir entre mujeres de esa región.
Y finalmente, una tercera propuesta quizás atrevida, pero aún viable:
Si ninguna de las anteriores opciones logra la elección de una mujer, la Asamblea General —que toma la decisión final a propuesta del Consejo— debería rechazar por mayoría abrumadora a cualquier candidato hombre que proponga el Consejo.
Esto obligaría al Consejo a reconsiderar su decisión. Si propusiera nuevamente a un hombre, la Asamblea debería volver a rechazar la nominación, forzando así al Consejo a proponer finalmente a una mujer.
Para lograr una mayoría significativa en la Asamblea General, la sociedad civil tendría que hacer campaña y movilizar a un número creciente de países para que apoyen esta iniciativa.
Tengo en mente el modelo de la campaña impulsada por Jody Williams y la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersonales (ICBL, en inglés), galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1997, que logró aprobar el Tratado de Prohibición de Minas* pese al desacuerdo de los gobiernos.
Esta tercera propuesta, poco convencional y aún no probada, puede ser un verdadero punto de inflexión. Una postura firme, unida y decidida por parte de la Asamblea General para hacer valer el papel que le otorga la Carta podría devolverle a la ONU la credibilidad perdida, al elegir por fin a una mujer como su próxima líder tras ocho décadas de omisión.
*La Convención sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal y sobre su destrucción, adoptada en 1997, se conoce informalmente como el Tratado de Ottawa o Convención sobre la Prohibición de Minas Antipersonal.
El embajador Anwarul K. Chowdhury fue también el impulsor de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad como presidente del Consejo en marzo de 2000, en la que se destaca la participación igualitaria de las mujeres; presidió en dos ocasiones la Junta Ejecutiva de Unicef y es un reconocido analista del funcionamiento del sistema de la ONU.