RÍO DE JANEIRO – La elección de un nuevo papa en el cónclave que empieza el 7 de mayo en el Vaticano, acentúa los dilemas de Brasil, donde el catolicismo dominante declina desde los años 80 y las iglesias evangélicas avanzan en la religión y en la política, reforzando la extrema derecha.
En Brasil, el país con más católicos del mundo, ellos dejarán de ser mayoría en 2032, cuando se reducirán a 38,6 % de los brasileños, contra 39,2 % de evangélicos, prevé el demógrafo José Eustaquio Alves, investigador jubilado de la pública Escuela Nacional de Ciencias Estadísticas.
Su estimación se basa en las tendencias apuntadas por los censos nacionales anteriores a 2022 y datos de institutos de sondeos de opinión pública.
Entre 1980 y 2010 la proporción de católicos en la población nacional cayó 89 % a 64,6 %, mientras la de los evangélicos subió de 6,6 % a 22,2 %, según los censos oficiales hechos por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (Ibge).
“El catolicismo, que siempre fue popular en las manifestaciones en las calles y en las fiestas, abandonó las calles, las comunidades, y se institucionalizó. Ganó fuerza institucional y perdió fieles”: Rodrigo Toniol.
El censo de 2020 se postergó dos años, a causa de la pandemia de covid-19, y sus datos sobre religión aún no se hicieron públicos. Alves hizo una proyección que apunta 49,9 % de católicos y 31,8 % de evangélicos en 2022 y la inversión de la mayoría en 2032.
Esas trayectorias opuestas se reflejaron en la política nacional. Una mayoría de los evangélicos se articuló en un activo apoyo a la extrema derecha, decisivo para el triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de 2018.
Los católicos destinaron sus votos mayoritarios a los candidatos del izquierdista Partido de los Trabajadores, el derrotado en 2018, Fernando Haddad, y el victorioso Luiz Inácio Lula da Silva en 2022.

A la espera de un nuevo Francisco
Por eso se estima que la elección del nuevo papa influirá en el futuro del país, al definir los rumbos del catolicismo mundial.
Un papa progresista, como fue Francisco, de nacionalidad argentina, que reafirmó la opción por los pobres, es necesario para rescatar los avances de la iglesia católica, según el fraile Carlos Alberto Christo, conocido como Frei Betto, escritor y activista social de fama internacional.
El declive de la Iglesia católica en Brasil obedece a dos papas conservadores, Juan Pablo II (1978-2005) y Benedicto XVI (2005-2013), que promovieron retrocesos, coartaron las comunidades eclesiásticas de base y la teología de la liberación, opinó el fraile en varias entrevistas concedidas tras la muerte del papa Francisco, el 21 de mayo.
De hecho sus dos pontificados coinciden con el período de pérdida más acentuada de fieles católicos en Brasil. Pero el antropólogo cultural Rodrigo Toniol, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, identifica otras causas.
“El catolicismo, que siempre fue popular en las manifestaciones en las calles y en las fiestas, abandonó las calles, las comunidades, y se institucionalizó. Ganó fuerza institucional y perdió fieles”, resumió Toniol a IPS, por teléfono desde la ciudad española de Barcelona, donde disfruta un año sabático en actividades de universidades locales.
En opinión de Frei Betto, la Iglesia católica está muy presente en la educación, tiene universidades, editoriales, presencia e influencia en las instancias del poder y el conocimiento, en instituciones de asistencia social y salud, pero se alejó de la población pobre de las periferias urbanas y se acercó más de la clase media.

Evangélicos acogen mejor
En cambio, las iglesias evangélicas se multiplicaron en los barrios más pobres del país, incluyendo las favelas (barrios hacinados y pobres), y atraen creciente cantidad de fieles.
“Son las iglesias pequeñas, que juntan 50 personas, las que ofrecen mejor acogida, cuyo pastor tiene lazos estrechos con la comunidad y conoce a todos, y promueven la gran expansión de los evangélicos”, sostuvo Toniol.
La carioca Genilda da Silva, trabajadora en el servicio doméstico de 53 años y con tres hijos, confirma esa observación. Hace cinco años dejó la Iglesia católica por una evangélica.
Pero eligió una iglesia local, denominada Cruzada Cristiana, que “por ser pequeña es más acogedora, sin mucha gente, entre pocos presentes uno le da más atención al otro, el pastor es amigo y tiene tiempo para charlar”, dijo a IPS.
“Era feliz como católica”, pero descubrió “una conexión más directa con Jesús Cristo”, sin los intermediarios católicos, que son las imágenes y los santos de cada día, la confesión de los pecados al cura, acotó.
A veces hace alguna donación a su iglesia, porque sabe para que sirve su dinero, pero no sería así en las grandes denominaciones evangélicas, que tienen sus negocios y se meten en la política. “No se debe mezclar religión y política”, afirmó.
El censo de 2022 contó 579 789 establecimientos religiosos en Brasil, más del doble de las escuelas. La mayor parte son evangélicos, corriente que disemina sus templos por todo el país, por iniciativas dispersas, a veces de cualquiera que se autodenomina pastor.
La cantidad de templos evangélicos en Brasil saltó de 1049 a 109 560 entre 1970 y 2019, según estudio de Victor Araújo, investigador del Centro de Estudios de la Metrópoli de la Universidad de São Paulo.
El crecimiento se aceleró en las últimas décadas. En el último año del estudio, 2019, se inauguraron 17 nuevos templos cada día, en un total de 6356 en todo el Brasil.

El riesgo político
Esa expansión explosiva del evangelismo, mayoritariamente de confesión pentecostal, en que abundan pastores fundamentalistas, fortalece la extrema derecha en las elecciones y en su propensión autoritaria. Es más que una cuestión religiosa, es también política en un sentido muy amplio.
La ultraderecha en ascenso en muchos países pone en jaque la civilización, por lo menos la occidental en sus avances desde 1945, al cuestionar la democracia, la gobernanza internacional, la crisis climática, la ciencia y las universidades, los derechos humanos, especialmente de los migrantes y las minorías de género, étnicas, religiosas o culturales.
El papa, como jefe de Estado del Vaticano y sumo pontífice católico, es el líder religioso que más puede influir en los destinos de la humanidad, al conducir los 1406 millones de católicos, cifra del Anuario Pontificio del mismo Vaticano para 2025.
Además actúa dentro del cristianismo, grupo religioso más numeroso del mundo, con 2382 millones de fieles en 2020, según el Pew Research Center, organización independiente con sede en Washington.
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Francisco, como papa y jefe de Estado que actuó más para fuera que dentro de su iglesia, fue “un contrapunto a la brutalidad” de los ultraconservadores representados por Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos y de Bolsonaro en Brasil, destacó Toniol.
En ese contexto, la elección del nuevo papa es un dilema del catolicismo y también del mundo atrapado en tantas guerras y conflictos, y por eso el conclave tiene lugar en medio de fuertes tensiones, observa el antropólogo. Un papa “intermedio, ni conservador ni progresista”, debe de tener la preferencia, vaticinó.
Para el catolicismo brasileño los desafíos permanecen. Las cifras del Anuario Pontificio 2025 parecen exageradas, al registrar 182 millones de católicos bautizados en Brasil, lo que correspondería a 86 % de una población total de 212 millones de habitantes.
El censo oficial de 2010 apuntó solo 64,6 % y en caída, mientras la proyección del demógrafo Alves es de 49,9 % en 2022.
La tendencia para el futuro es de agravamiento del derrumbe católico. Una encuesta del instituto Datafolha en 2022 revela que entre los jóvenes de 16 a 24 años, 25 % de los entrevistados se declararon “sin religión”, debajo de 30 % de los evangélicos y arriba de los católicos que se limitaron a 23 %.
En las mayores ciudades brasileñas, São Paulo y Río de Janeiro, con 11,4 millones y 6,2 millones de habitantes, respectivamente, el futuro suena peor, ya que los jóvenes “sin religión” alcanzan 30 % y 34 % y superan con creces todas las religiones.
ED: EG